El proyecto Abriendo Caminos involucra a dos escuelas de fútbol inclusivo donde la mayoría de alumnos son personas con síndrome de Down. Este espacio recreativo, deportivo y social es llevado adelante por Diego Cáscara Varela, futbolista profesional devenido entrenador; su padre, Ángel Varela, también entrenador, y Rodrigo Ferreyra, fundador de la escuela junto al Cáscara.
Su escuela de Montevideo y la de Maldonado suman 70 alumnos que participan de forma gratuita, pero la demanda es mayor, según detalló Ferreyra: “Actualmente tenemos una lista de espera de entre 20 y 30 chiquilines en cada una”.
Primeros pasos
La idea de crear la primera escuela surgió con el nacimiento del hijo más chico de Diego, contó Ángel, y agregó: “A mí me pega mucho este proyecto, porque nació a raíz de Thiaguito, que es mi nieto”.
“La escuela surgió a través de Diego, que tiene un hijo con síndrome de Down. Yo trabajaba en un colegio que se llama Nuestro Camino y es para chicos con síndrome de Down. Diego me decía que no contaban con un lugar para hacer actividad deportiva y tener su espacio, hasta que un día me dijo: ‘Me tenés que apoyar en esto, vamos a abrir la escuela para niños con síndrome de Down y discapacidad intelectual’”, recuerda Ferreyra, y explica: “No era una pregunta, era un ‘venís conmigo, lo vamos a abrir’”.
Comenzaron el 2 de junio de 2018, y los tres encargados del proyecto coinciden en lo emocionante de ver el crecimiento de los chicos que arrancaron el primer día. “Es notorio su desarrollo y su evolución motriz, física y cognitivamente”, destacó Ferreyra.
Diego sostuvo que al inicio no esperaban más que “generar un proyecto para 15 o 20 chicos que fueran a aprender fútbol, divertirse y jugar”. Cuando notaron el interés de las familias y entendieron lo grande que era la demanda, superó sus expectativas. “Por suerte en Montevideo hay clubes y escuelas que han armado propuestas de deporte inclusivo y son cada vez más”, explicó Diego.
“El primer día de la escuelita fui como espectador, con toda la expectativa de qué podía pasar, y sentí que no podía estar afuera”, recordó Ángel, y concluyó: “Lo tuve que vivir para darme cuenta de que no estaba haciendo nada por las personas con síndrome de Down. Hoy estoy loco de la vida”.
En un principio la propuesta estaba destinada únicamente a niños con síndrome de Down, a los meses se hizo inclusiva, y desde hace un par de años participan chicos con discapacidad intelectual.
Un lugar para todos
La escuela de Montevideo está destinada a personas de seis a 17 años, y la de Maldonado, de seis a 30 años. El rango de edad de la población que asiste es amplio, y para trabajar con tanta diferencia de edad hay estrategias que llevan adelante con todo el equipo. “Armamos una planificación para que tanto los más chiquititos como los más grandes tengan un entrenamiento acorde a sus edades”, explicó Diego.
“Con Diego somos los titulares del proyecto y organizamos las prácticas. Ángel con el tiempo se fue empapando y se metió con nosotros: hoy es uno de los tres pilares de la escuela”, afirmó Ferreyra.
Mejor en equipo
Las planificaciones de la escuela se comparten al resto del equipo de colaboradores, con quienes llevan adelante los encuentros. El equipo de trabajo en Montevideo está conformado por 11 personas, entre profesores de educación física, entrenadores, psicólogos, colaboradores y educadores; mientras que en Maldonado son seis, la mayoría profesores o estudiantes de Educación Física.
“Es muy necesario tener personal calificado, gente que tenga carisma y paciencia para trabajar con población con discapacidad, que lleva otro trabajo. La mayoría de los chicos que asisten tienen síndrome de Down o discapacidad intelectual, pero hemos trabajado con otras discapacidades puntuales, como baja visión, audición, enanismo o trastorno del espectro autista. Todo es un desafío para el staff, para la escuela, para los chicos y para las familias”, apuntó Diego, que reconoce la gran experiencia que han adquirido en el camino: “Muchas veces nos llega un chico con una discapacidad que hace tres años atrás desconocíamos, pero hoy tenemos las herramientas como para poder incluirlo y que en poco tiempo forme parte de la escuela y se sienta a gusto con el resto de de sus pares”.
Ángel reconoció que sus 24 años de experiencia en el fútbol como entrenador le sirven para ordenar los entrenamientos, pero que nunca se había sentido así: “Me encanta porque siento la vocación de siempre, pero con un nuevo desafío. Es más lindo y a su vez más complicado. Manejé muchos grupos; el gran secreto del entrenador, para mí, que trabajé más que nada en juveniles, es llegar a los gurises y transmitirles lo que uno quiere. Estos chicos son muy dispersos y es muy difícil controlarlos si no tenés vocación y respaldo, por eso me saco el sombrero con el equipo que tengo”, destacó Ángel.
Compartir y competir
La idea primaria del proyecto fue, además de abrir un espacio para niños, que otros se contagiaran y lo copiaran. Según los referentes de Abriendo Caminos, son muchos quienes quisieran tener esa posibilidad. “No podemos abarcarlos a todos, es imposible. Por suerte surgieron otras escuelas, por ejemplo, en Pando, Colonia, Peñarol, Defensor Sporting”, aseveró Ángel.
Con las demás escuelas se han realizado encuentros. Esto les permite organizar jornadas compartidas con dinámicas que tienen características competitivas. “Los encuentros son deportivos, pero no son un rival enfrentando al otro; es más, a veces se mezclan los chicos de distintas escuelas. Pero es muy importante ver cómo disfrutan del juego, se apasionan por querer hacer un gol o por evitarlo, por correr todo lo que puedan por su equipo. Es parte de lo que es el fútbol y el deporte, ellos lo viven con esa intensidad y con esa pasión”, destacó Diego.
Para Diego, los mayores beneficios que tiene la escuela para sus participantes vienen de compartir un campo de juego con sus pares, que ellos entiendan de qué se trata el deporte, y otros motivadores: “Hablaba con el profe de Defensor en el encuentro que tuvimos y me contaba sobre las caras de felicidad de los chicos cuando les entregaron su primera camiseta; después vimos a los equipos juntos y para las familias fue muy emocionante también. No importa el tiempo que pase, nosotros lo venimos haciendo desde hace tiempo y no deja de emocionarnos”, reconoció, y afirmó: “Los que recién empiezan lo viven con una intensidad increíble”.
“Siempre decimos que somos una gran familia, y nuestra ideología pasa por ahí. No queremos ser campeones del mundo: ya somos”.
Familia y comunidad
Las familias de quienes participan en Abriendo Caminos lo valoran positivamente, porque encontraron un lugar donde pueden hablar con otro padre o madre que esté en una situación similar, evacuar dudas, transmitir emociones, compartir las tristezas. “Reconocemos que a veces pasamos momentos que son tristes y que después te fortalecen, pero que en el momento son difíciles de sortear”, expresó Ferreyra, quien profundizó: “Siempre decimos que somos una gran familia, y nuestra ideología pasa por ahí. No queremos ser campeones del mundo: ya somos. Las familias están en todo, en la organización cuando se les pide, colaboran, hacemos viajes y son los primeros en estar ahí. Sus vínculos hacen a la escuela”.
“Cada familia y cada participante implica una realidad diferente”, afirmó Ángel, y Diego complementó: “Además de tener a nuestro hijo, que tiene síndrome de Down, Thiaguito, que es el motor de todo Abriendo Caminos, toda nuestra familia está involucrada, desde los abuelos, los hermanos y hasta los tíos de Maldonado, con un fin en común: seguir generando espacios deportivos para esta población”.
Nuevos caminos
“Algo estamos haciendo bien, porque la gente quiere que sigamos abriendo escuelas, nos expandamos o sumemos más días; pero todo lleva tiempo y tenemos una forma de trabajo que queremos mantener”, manifestó Ferreyra, mientras que Ángel abundó: “El apoyo de nuestros patrocinadores nos permite avanzar con este proyecto, que sigue siendo gratuito para todos los chicos, incluso contratando gente idónea y profesional. El gran secreto es la solidaridad de la gente; sin eso este proyecto no podría estar en pie, y sin embargo está creciendo cada vez más”.
Según aseguró el entrenador, las escuelas que existen están muy centradas en Montevideo, mientras que “el interior también necesita este tipo de espacios, y por eso nuestra mirada está puesta en el interior. Dentro de lo que se puede, porque ninguno de nosotros vive de esto; lo hacemos con toda la pasión, pero no es nuestro trabajo principal. Vamos avanzando de a pasos chicos, pero seguros”.
Hace un mes tuvieron una reunión en Flores, donde podría haber una próxima escuela, ya que la gente se mostró muy interesada, al igual que los representantes de Abriendo Caminos. El hecho de que existan ganas de continuar por este camino, destaca Diego, “nos llena de orgullo y de satisfacción, poder seguir creciendo, mantener el hecho de que todos puedan participar, que lo económico no sea una limitante. Las empresas y la colaboración estatal están presentes y hacen posible que todo vaya funcionando y crezca aún más”.