3 de enero. El mundo todavía no había terminado de contar, con millones de fotos, videos y artículos, las andanzas de Lionel Messi y compañía en Qatar 2022, tal vez el Mundial más mediatizado de la historia, cuando la muerte le arrebató al planeta una leyenda aún mayor que el argentino y de la cual, en comparación, poco se ha visto.
Es quizá por eso que los canales de televisión nacional en el gigante sudamericano han vuelto a emitir en estos días, aún con relatos improvisados, los goles de quien fuera tres veces campeón mundial –en 1958, 1962 y 1970– y los nativos de las redes sociales buscaron como nunca todo registro audiovisual que existiera de O Rei Pelé.
Nadie lo filmó de niño, no hay archivos suyos en los que diga que quiere ganar la Copa del Mundo, como sí hay de Messi y Diego Armando Maradona. Ni siquiera podemos reconocer algunos de todos los colores que vistió.
Entonces, como en una tribu, cientos de miles de familias brasileñas volvieron a las fuentes: los viejos y las viejas que lo conocieron. Las respuestas hablaron de Pelé, el astro que era más estratega que dribleador, que tenía una visión periférica pocas veces repetida, y que había hecho décadas atrás todo aquello que hoy intentan los futbolistas actuales.
Pero también hablaron de Edson Arantes do Nascimento. El niño, el joven y el hombre.
Inmenso
Más de 230.000 personas pasaron entre lunes y martes por el estadio Urbano Caldeira, del Santos Fútbol Club. Las calles del coqueto barrio de Vila Belmiro se convirtieron en un fogón multitudinario en el que cada uno intentó construir su propia imagen de Pelé con charlas y relatos que amenizaron la espera para ver, por pocos segundos, el cuerpo semimomificado del primero de los ídolos. Como si verdaderamente se tratase de un rey.
“Esta foto va a cumplir 50 años”, muestra orgulloso y entre lágrimas a la diaria Euclides Pereira Jr., excompañero de Pelé en la carrera de Educación Física, quien aportó la única imagen de niño que se vio en el lugar, que muestra a dos muchachos con distinto color de piel, hermanados en un abrazo.
“Yo estaba en la Facultad de Educación Física, a mis 15 años, al lado de nuestro grande Rey Pelé. Él me autografió esta foto, que es una reliquia. Conocí el carácter de una persona con mucha grandeza, con mucha humildad, que ya tenía dos Mercedes Benz y ropa importada”, agrega el hombre.
Según su relato, Pelé “llegaba a la facultad y conversaba con una señora que vendía acarajé en la puerta, lo abrazaba y lo besaba. Él entraba a la facultad y cumplimentaba a todos sus amigos”.
El martes, una vez que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, rindió honores y concluyó el velatorio, una caravana que duró cuatro horas paseó el féretro de Pelé por la ciudad de Santos, a lo largo de sus seis característicos canales.
Al llegar al sexto, la columna se detuvo frente a la casa de su madre, Celeste Arantes, quien padece alzheimer y, con 100 años, pasa sus días en una cama, por lo que no se mostró en público. Según la hermana del astro, Maria Lúcia, la mujer aún no se enteró del fallecimiento de su hijo y quizá nunca lo haga.
Ese fue, sin dudas, el momento más emotivo de las exequias. Mostró al Pelé familiar, aquel que de pequeño abandonó su Minas Gerais natal para seguir la carrera de su padre, Dondinho, un delantero de área con una carrera truncada por una lesión de rodilla.
Para siempre
Fueron muchas las personas que sacaron por un rato de sus museos personales prendas con la firma del tricampeón mundial y las exhibieron con orgullo este día, el de su partida final. Pelé y Santos son un solo concepto.
La enfermedad le impidió a Pelé, entre otras cosas, concurrir a su amado Vila Belmiro a ver al Santos. Sin embargo, en los últimos cuatro años el escenario muchas veces fue usado para acciones de Unicef, organización de la que O Rei fue embajador, y eso lo acercaba al estadio en horas menos concurridas y ambientes menos exaltados.
“Pelé era muy comprensivo, justo. Él no podía hacer lo que realmente quería: estar junto al pueblo, bromear con el pueblo. Yo puedo hacer eso en la calle, en la playa, pero él terminaba el juego y salía corriendo”, recuerda Antônio Lima dos Santos, exjugador del Santos y de la selección brasileña.
El hombre fue uno de los más requeridos por el público a la hora de firmar autógrafos y sacarse fotos. Sin embargo, confiesa a la diaria que no está alegre y siente “nostalgia” por el amigo que se fue o, en palabras más precisas, saudade, ese sentimiento tan brasileño, imposible de traducir con justicia al español.
“Pelé para mí fue como el hermano que no tengo, y así fue desde el primer día que llegué aquí. Me pidieron que fuera a vivir a una pensión en la que ya residían algunos jugadores y, para mi sorpresa, terminé en un cuarto con él. Así fue los 14 años que estuve aquí en Santos, en todas las excursiones y viajes que hicimos. Al final, se terminó repitiendo con la selección brasileña, en mundiales y torneos”, rememora.
Lima siente por Pelé “lo que la gente siente por los amigos”. “Como aquellos socios que siempre están a tu lado cuando los necesitás, que saben llamar tu atención cuando estás errado y te elogian cuando acertás, y que oye también. Yo siento felicidad de haberlo tenido conmigo”.
De raza
El hombre de 80 años también asegura que con O Rei han existido muchos prejuicios a la hora de juzgarlo. Valora, por ejemplo, que se trata de un héroe negro en un fútbol que en sus inicios se caracterizó por discriminar a los futbolistas por el color de su piel, al punto de que muchos afrodescendientes tuvieron que pintarse la cara con polvo blanco para poder acceder al verde césped.
El periodista argentino Guillermo Blanco fue el primero que juntó a Pelé con Maradona. Ocurrió en 1979, en un departamento que Pelé tenía en Copacabana, en Río de Janeiro, en ocasión de una entrevista doble que se publicó en la extinta revista El Gráfico.
En diálogo con la diaria recordó a su Pelé: “Desde pequeño quedó fijado en mi mente vestido todo de blanco, con el número 10 inmenso en la espalda, tan negro como su piel. Esta imagen del moreno, del hombre negro, sirve como reivindicación para grandes sectores del planeta que, a partir de él, se vieron protagonistas de una historia que siempre les fue esquiva”.
“Pelé no sólo fue un jugador de fútbol, fue un referente para millones de personas de su color y no de su color, porque el fútbol unía los colores y el gol se gritaba abrazándose todos juntos. Es una de las pocas actividades mundiales que hace abrazar a ricos y pobres, a blancos y negros”, añade.
Como jugador, enfatiza que “era la síntesis de un juego llamado fútbol”.
“Sin ninguna discusión, a partir de él se han incorporado otros grandes para hacer de este juego el más maravilloso del mundo, más allá del negocio que lo ha abordado, enredado y cercado. El juego en sí sigue siendo maravilloso, en una gambeta de Maradona o ahora de Messi. No existen las comparaciones; hay que gozarlos como a Beethoven, a Mozart. Se goza lo que se siente, y Pelé hacía sentir”.
Euclides, su viejo compañero de facultad, coincide con sus congéneres: “Existe un preconcepto en el mundo entero, pero Pelé fue tan grande que detuvo una guerra en África. Siempre fue y será un ejemplo en todo el planeta. Después de Pelé, el color, si era blanco o negro, ya no interfirió tanto. Él abrió el comercio para grandes jugadores de color que tenían dificultades para ingresar a los clubes por ser negros”.
A la multitudinaria ceremonia que terminó con una suave lluvia le siguen los relatos de esos viejos que van partiendo y que nos enseñan que mucha información no siempre cuenta lo esencial de las personas.
Para Blanco, “la historia se encargará de poner a Pelé, hasta la eternidad, en el lugar que le vaya correspondiendo, a medida que vaya habiendo nuevas informaciones, personajes e historias en el futuro. Mahatma Gandhi, Nelson Mandela y tantos otros han tenido su lugar. Pelé lo va a tener con otros grandes y cada uno lo pondrá donde quiera”.
La leyenda cuyo nombre cruzó los siete mares, este martes cruzó los seis canales de Santos antes de descansar en su eterna morada, un sepulcro vertical ubicado en un noveno piso, desde donde puede verse el estadio Vila Belmiro y el barrio que lo circunda.
Terminada la caravana, el carro de bomberos depositó el féretro en el que descansará Pelé en el Memorial de la Necrópolis Ecuménica, uno de los cementerios horizontales más grandes del mundo.
Ya sin fanáticos ni periodistas, y con la familia esperando en el espacio diseñado con camisetas que vistió el astro y que compartirá con su padre, su hermano y una de sus tías, un objeto lo acompañó hasta el final.
El mismo que lo sacó de pobre cuando niño, lo hizo famoso en el mundo entero en su juventud y, en silencio, le dijo adiós en el último de sus días en esta tierra, gracias a algún fanático que la colocó en el cambión hidrante.
Pelé y la pelota han sido inseparables. Por suerte, mucha gente aún vive para contarlo.
Ramiro Barreiro, desde Santos, Brasil