Como en la ida, Palmeiras-Boca Juniors fue un partidazo digno de la Copa Libertadores. De lo mejor, con la idiosincrasia que transmite el fútbol sudamericano. Igual que en la ida, empataron, esta vez 1-1. Los goles fueron uruguayos: Edinson Cavani mojó para Boca, Joaquín Piquerez lo hizo para Palmeiras.
Desde octavos de final, Boca no ganó un partido. Primero empató dos con Nacional, y ganó por penales; contra Racing de Avellaneda, lo mismo; tras esos cuartos de final, repitió la receta en semifinales. El gran responsable de que Boca se impusiera en todas esas definiciones fue Sergio Romero. Y habría que hacerle un monumento, porque a todo lo que atajó en la noche paulista, además paró dos penales (como visitante, en una cancha brava). Festejaron con él en andas, lógicamente, tras el 4-2 para los argentinos.
La final será en Rio de Janeiro, en el mítico Maracaná, y tendrá a Boca Juniors jugando contra Fluminense el 4 de noviembre.
En la cancha
Todo Boca Juniors estaba esperando el primer gol de Cavani. Se hizo desear, es cierto, pero llegó y fue importante. El salteño definió tirándose hacia adelante tras un centro desde la izquierda de Miguel Merentiel, otro uruguayo de buen partido. Iban 23 minutos del primer tiempo cuando Cavani la mandó adentro, gritó con ganas y agradeció al cielo (la lástima, después, fue que le atajaran el penal).
Los argentinos habían hecho un buen primer tiempo. Presionaron, fueron intensos desde la salida, hicieron un planteamiento táctico que les permitió recuperar muchas pelotas en la mitad de la cancha y desde ahí proponer ataques verticales, rápidos.
La segunda parte cambió. Palmeiras era local, el estadio estaba que reventaba y la torcida empujó a los suyos. Fue metiendo a Boca contra su arco y lo hizo laburar mucho en defensa. Los xeneizes cortaron mucho el juego, lo necesitaron en varias partes del partido porque estaban siendo superados. Romero fue figura tapando un montón de pelotas, también descolgando centros. Parecía que Boca podía aguantar el vendaval, y de hecho lo hizo, pero hasta que echaron a Marcos Rojo por doble amarilla. Ahí fue imposible.
Palmeiras entró por todos lados. Tuvo varias chances, pero ninguna tan buena como para vencer al arquero bostero. Hasta que la encontró Piquerez boyando a la salida del área, y casi desde 20 metros metió un zurdazo cruzado, rastrero, que se metió contra el palo.
Tras el 1-1 los paulistas contaron con varias chances más. Desde el empate del uruguayo se jugaron casi 25 minutos, todos en campo argentino. Romero y compañía fueron claves para sostener el resultado. Después, claro, los penales y el fin de la historia.