Liverpool venció 2-0 a Boston River con un gol en cada tiempo, de Luciano Rodríguez el primero y de Thiago Vecino el segundo, y volvió a estirar su ventaja en el Clausura, tomando cuatro puntos de ventaja cuando quedan seis por jugarse y retomando el liderazgo de la Anual. Como si fuera poco, aseguró su participación en la Libertadores 2024 y quedó a nada de entrar directo a la fase de grupos.
“¡Olé, olé, olé, cada día te quiero más, yo soy del negro, es un sentimiento, no puedo parar!”, gritan miles que, como en cada partido, llegaron a la cancha cargando la bolsa de las ilusiones sin importar si hace un calor de locos o el viento te lleva para el otro lado, si la lluvia te cala los huesos o si la peladera te acucia.
¡Escuchame, bo! ¿Vos sabés lo que es la pasión por un cuadro que no se llame Peñarol ni Nacional? ¿Vos sabés lo que son un domingo tras otro ahorcando alambrados, conociendo la geografía de las canchas de Montevideo de bondi en bondi? ¿Sabés lo que es que te claven como un zapato en la última jugada en ese sucucho inmundo? Entonces, después de tantas apreturas, tanto sueño y frustración, ¿vos sabés lo que es estar en la dulce, arriba, peleando un campeonato sí y el otro también, ganando seis títulos en cuatro años, después de 104 años de ayuno? No me la contés.
En un minuto estoy
Al minuto, nada más que al minuto, Luciano Rodríguez controló y definió de zurda poniendo el 1-0 frente a Boston River.
La gente todavía estaba entrando al viejo Belvedere –los quinteros tanos de la cuchilla de Juan Fernández de fines del siglo XIX, principios del XX, así definían la vista desde aquel lugar, un bel vedere– cuando, a mitad de camino entre la explanada y la tribuna, escucharon el grito de gol. Luciano había empezado con todo. El mismo Luciano que vimos aparecer en la B en Progreso cuando era un muchachito fue el de ese primer minuto en Belvedere cuando arrancó por la derecha en una maniobra maradoniana y dejó a cuatro atrás en su slalom por la derecha, pero se la quitaron en la tranquera del área. La jugada siguió y de inmediato, tras la habilitación de izquierda a derecha –cuándo no, con la certificada pegada-ollazo del paraguayo Miguel Samudio–, fue Lucho Rodríguez quien paró la pelota apenas a espaldas de su compañero Ruben Bentancourt, avanzó un metrito y definió a la derecha de Santiago Silva. Un gol Valium: sedante del minuto inicial y sin receta verde.
Casi de inmediato, Leandro Suhr, en lo que en principio pareció una impensada presión, estuvo cerca de poner el empate en el minuto dos: le metió presión a Sebastián Britos y en el enganche lo trabó, pero el remate fue finalmente interceptado por el guardameta minuano.
El despliegue natural de Liverpool, con mucha intensidad desde el medio hacia adelante y una respuesta no menos interesante de Boston River metiendo presión a la pelota en todos los sectores del campo, lo que le llevaba a ocupar toda la cancha rival cuando Liverpool intentaba salir jugando, hizo muy disfrutable para propios y extraños el arranque del partido.
En Liverpool los circuitos de conexión futbolística ya forman parte de un patrón de juego que pasa por el cuidado de la pelota en todas las instancias, pero además por la capacidad de alguno de sus futbolistas de asociarse en terreno contrario o de meter pases en profundidad que son bien capitalizados por sus compañeros.
En el segundo tiempo Liverpool volvió a mantener su postura de posesión de pelota y ofensiva armada con la habilidad de los extremos, e insistió con arrimarse al arco de Silva haciendo que varias pelotas pasaran cerca de los caños del arquero salteño.
Marcelo Meli, que vio la quinta amarilla y no podrá estar el sábado ante Deportivo Maldonado, apuntó errado un par de veces en claro aviso de lo que podía venir.
Boston River nunca renunció a su pretensión de ataque con presión sobre la salida del rival. Con un gran partido del coloniense Suhr, que comandó los ataques rojiverdes, mantuvo la expectativa de llegar al gol.
Carita
A la media hora del segundo tiempo llegó el segundo gol de Liverpool. Fue de Vecino, que se lo dedicó a su padre, Servando, el Carita. Un gol que pareció hijo de la preparación de jugadas del cuerpo técnico de Jorge Bava, porque cuando todo Boston River esperaba el tiro libre, Samudio, con toda su experiencia, hizo lo que no esperaban los 11 rojiverdes que defendían: con alguna señal no vista, se la picó a Vecino, que avanzó hacia la pelota, controló y venció al arquero.
Ahí, aunque no había terminado, terminó el partido. La gente se soltó, y ahora es sólo esperar, porque el Clausura está cerca, la Anual sigue ahí y el sueño del Uruguayo, el nunca conseguido, está agazapado detrás de cada camiseta negriazul.