Uruguay fue a buscar el partido a La Bombonera y lo encontró. Lo encontró con la historia moderna: ir al frente, proponer, jugar con velocidad y con el arco rival entre ceja y ceja. La celeste dio una demostración de categoría y temple para sacar una victoria enorme, 2-0 ante la Argentina campeona del mundo y en el estadio que tiembla.
Con un equipo sólido, que interpretó a la perfección el manual de Marcelo Bielsa, Uruguay se impuso 2-0 con un gol al final de cada tiempo, el primero de Ronald Araújo, el segundo de Darwin Núñez. Con el triunfo, la celeste le quita el invicto a Argentina y se consolida en el segundo puesto de las Eliminatorias. Más allá de los números, desde lo táctico fue un partido redondo.
1. Ponele un marco
El primer tiempo fue de una lucidez increíble. El mejor fútbol del mundo está en América del Sur y este lapso de partido fue una demostración explícita. Y no hablo de que Uruguay terminó ganando y que por eso es un partidazo, sino que hablo del fútbol en su máxima expresión.
Los porqués de la lucidez son varios de los dos lados: mucha dinámica, presión constante en las zonas medias, recuperación de pelotas y transiciones cortas y verticales. Además, los planteamientos defensivos, que neutralizaron los circuitos de juego sobre todo de tres cuartos de cancha en adelante. El vértigo fue virtud de los dos, y ninguno por eso perdió precisión en los pases.
La pelota jugando a mil y la tribuna caliente. Con ese panorama aparecieron las chances. Uruguay tuvo varias y todas tuvieron un origen similar: presión y pase largo para la velocidad de Darwin Núñez. No estamos descubriendo nada, pero hay que decirlo: es impresionante el sprint de Núñez. Nicolás Otamendi, que es de los mejores defensores del mundo, sufrió y mucho corriéndolo de atrás.
En velocidad lo que le faltó a Darwin fue definición. Erró un mano a mano tras gran pase de Ronald Araújo, que bien pudo ser el primero cuando iban 10 minutos. Después, la Pantera fue clave para que desbordaran Maxi Araújo y Facundo Pellistri, aunque en esas chances tampoco hubo gol. Otro rubro a destacar de Maxi y Pellistri: permanentemente se desdoblan en volver a marcar, y con ese despliegue quitaron varias pelotas.
En el medio, con posesión de pelota, Lionel Messi hizo delicias. Qué, si no. Fue difícil marcarlo y en eso Uruguay se escalonó: Mathías Olivera, que jugó de central, tenía el mandato de salir a buscarlo. Detrás de él estaba Sebastián Cáceres y también, en muchas ocasiones, Manuel Ugarte, que se metió de zaguero cuando las papas quemaban. Messi, ante tanto asedio, decidió patear desde afuera: un tiro lo atajó Sergio Rochet y un tiro libre, de esos que no erra, pegó en la barrera.
Como si fuera poco, a tanto juego, el primer tiempo también estuvo picado y tuvo varias escaramuzas con empujones e insultos. Nada pasó a mayores, pero la cosa quedó picada buena parte de los 45 minutos.
En el final, cuando se iba y parecía que el 0-0 también hablaría de perfección porque ninguno pudo superar al otro, Matías Viña le peleó una pelota a Nahuel Molina casi en el córner hasta que se la ganó, tiró el centro rastrero y, en el segundo palo, siendo lateral pero como si fuera extremo, Ronald Araújo inscribió su nombre para siempre.
2. Otras cuestiones
El complemento empezó con José María Giménez como central derecho, mientras que Cáceres pasó al izquierdo, Olivera fue de lateral y Viña se quedó en el vestuario. Giménez, en su regreso, además se calzó la cinta de capitán.
El segundo tiempo fue distinto. Bienvenidos al mundo real. Argentina salió con todo, incluso tirado arriba por los cambios que fue haciendo Lionel Scaloni, pero en esa intención no tuvo claridad en la ejecución. ¿Por qué? Uruguay marcó impresionante, con vocación, como manda su historia, como está en el ADN celeste.
El desdoble fue admirable. Ugarte siguió metiéndose como un quinto defensor para que Messi, el que encuentra huecos o se los fabrica, no tuviera chances; De la Cruz, ante eso, agachó la colita y jugó de volante tapón por momentos; Federico Valverde tuvo la astucia para estar en los lugares donde iba la pelota; Ronald Araújo se devoró todo lo que iba por su sector, bien ayudado por Pellistri, que en varias ocasiones se fajó como lateral; y Darwin, el primer defensor, que aun de lengua afuera no dejó de correr a los defensores que querían salir jugando.
Cuando Uruguay se hizo de la pelota jugó como si estuviera en el patio de su casa; qué soltura. La hizo recorrer por todos los sectores, de derecha a izquierda, de la zurda a la diestra. Entró Rodrigo Bentancur, y qué justicia con el fútbol, con esa elegancia, esa sencillez ante lo adverso, esa música para los oídos. Uruguay hizo una demostración categórica de cómo defenderse con pelota y pasó lo que tantas veces vimos desde el otro lado: que el rival corriera desesperado detrás de la pelota.
También hubo momentos en los que no la tuvo y pasó apuros, sobre todo en los diez minutos finales. Nunca es diferencia un 1-0, mucho menos de visitante ante un estadio lleno. Para destacar, una vez más, el gigante partido de Sebastián Cáceres, una elección que Bielsa siempre ha ratificado y que el jugador paga con confianza y partidos para 8, 10 puntos. Josema, por su parte, jugó como si nunca hubiera faltado; Olivera se tuvo que hacer fuerte ante la entrada de Di María, y también rindió. Con todo, Rochet casi no pasó peligro, salvo en un tiro libre de Messi que pegó en el travesaño.
3. Ese desdoble
Asediado, Uruguay buscó las contras. Tiene jugadores rápidos y lo sabe. En una de esas en que Argentina hizo temblar el resultado, la celeste la sacó como pudo y la pelota derivó para la mitad de la cancha, donde Darwin la encontró a la carrera. Si no lo vio, mírelo: nunca lo hubieran agarrado a esa velocidad. El ayer 19 (porque tiene tanta clase que ante la vuelta de Luis Suárez le devolvió la 9) corrió hasta las puertas del cielo para poner el segundo y sanseacabó.
Fermín Méndez, desde Buenos Aires.