Liverpool volvió a la victoria después de dos partidos sin triunfos y reafirmó su candidatura a ganar el Clausura, en el que lidera con luz, y a seguir peleando la anual; en definitiva, a buscar estar en la definición del Uruguayo.

Los negriazules ganaron de visitantes y, de manera bastante agónica, 1-0 con un golazo de Marcelo Meli, que impulsa al equipo de Jorge Bava hacia arriba y lo reafirma en su condición de candidato.

Cerro, complicado con el descenso, le hizo un partidazo de igual a igual y al final se quedó sin nada, aunque había querido todo.

El tiro del final

Faltaban tres minutos. El tipo miró el reloj nervioso pero con esperanzas. La correa negra, la esfera blanca, las agujas dibujando la última porción de la torta, y sus años muchos, tantos como los que Liverpool esperó para ser campeón hasta acostumbrarse en los últimos tiempos.

-¿Cuánto falta?

-Tres

En la cancha, Marcelo Meli, uno de los cracks añosos de otras canchas, que recaló en Belvedere, busca una y otra vez como toda la noche, y nada. Está cansado el porteño, pero insiste. Avanza, corta, gana campo y, como un salonista, intuye, sabe del pivoteo de Thiago Vecino. Se la suelta de tres dedos para que Thiago, como si fuera su viejo, el Carita, se la rebote atrás a Meli y suelte un bombazo esquinado para por fin vencer a Darío Denis y hacer explotar la cuchilla.

Golazo. Gol de campeonato, de los que se festejan con furia y satisfacción. ¿Gol de campeonato dije? Y, bueno, ya sé que no, pero estoy medio baqueano en esto, y un poco de percepción emocional me conduce a otros equipos, otros partidos, en los que un gol de estos termina de destrabar la trancadera de la ilusión y suelta con fuerza la esperanza.

Jugar para ganar

El primer tiempo tuvo una media hora tan dinámica y de tal intensidad que en el Tróccoli era fácil presagiar goles que no vinieron.

Liverpool, con su impostura de equipo consolidado y con ambiciones que van tras el sueño del título, a pesar de los últimos e inesperados tropezones, fue el primero en demostrar que llegaba al estadio de Cerro a buscar la diferencia.

Su dinámica apoyada en el permanente buen trato de pelota sin bartoleo lo puso cerca del arco de Darío Denis, que -como es muy usual en el arquero pedrense- estuvo impecable. Denis tuvo unas atajadas de las buenas, pero fundamentalmente no podría faltar en esta bitácora de los 45’ iniciales su vuelo a mano extendida para tapar un cabezazo franco y fuerte de Luciano Rodríguez.

Cerro, que al igual o más marcado que Liverpool, planteaba un partido desde el 4-3-3, uno casi clásico, vintage, con dos centrales duros y crudos, los laterales que marcan, y si pueden suben, la mediacancha con marca, lija y un creador, y dos punteros–punteros, y un centrodelantero potente y con capacidad, generó dos o tres chances de gol.

La primera hora se fue volando, mucha dinámica, mucho ataque y esa sensación de que alguien, tal vez Liverpool, pero también Cerro, abriría el marcador.

No se sabe cómo no pasó, cuando desde una posición muy sesgada, Nápoli, de tiro libre, metió un zurdazo infernal que dio en el caño derecho de Denis y después de espaldas rebotó sin entrar en Souza. No se sabe cómo no pasó a 100 metros de allí, cuando en el otro arco Dylan Nandín metió un pase exquisito y profundísimo para Mariano Peralta, que mandó un centro-tiro–pase venenoso, que por centímetros no pudo empujar Lucas Rodríguez.

Liverpool, que realizó un par de variantes por la sanción de Juan Izquierdo en la zaga, y por la intención de Bava de devolver la titularidad a Rubén Bentancourt, buscó, de acuerdo al estilo con el que ha llegado a la punta del Clausura, ser paciente e intenso en ataque, pero se fue a vestuarios frustrado por la ausencia de festejo. Cerro le plantó cara y sería injusto decir que sorprendió por su juego, pero dio cara y atacó bastante.

En el segundo tiempo, después de unas plenas y unas cumbiambas que dominaron la zona de Santín Carlos Rossi y los accesos, las cosas no empezaron con tanto dinamismo y el juego empezó entrecortado. El argumento de los de vestimenta oscura queriendo y queriendo, y los de claro sosteniendo, y yendo tanto como podían, hicieron pensar en un escenario de riesgo para ambos.

Se activó mucho Alan Medina, se movió cuanto pudo Meli, metió unas puñaladas de zurda el paraguayo Samudio, y Bava hizo un cambio oportuno y de estrategia colocando a Vecino y a Barrios para quedar con dos puntas por dentro y abundante juego por fuera, lo que abrió espacio en el medio para que Meli siguiera buscando.

El tipo alejó su vista de la esfera del reloj y lo vio todo; Meli-Vecino-Meli y un guascazo impresionante que aún ahora hace que se estén abrazando los negros de la cuchilla.

No, no son campeones, pero hay un mensaje en ese envión que se develará en unas fechas más.