Nacional y Fénix jugaron un partido triste. Fénix, un espectador desde las últimas posiciones de la tabla. Nacional, otro espectador de cómo el campeonato se le fue hace rato. La cuestión de Fénix era rescatar los puntos que le quedaran al alcance, tratar de mirar hacia arriba o enderezar el barco frente al Capurro que está torcido por un viento constante.
La cuestión de Nacional, paliar la agonía. Seguir asegurando puntos para las copas, aceitar el tono Recoba y probar, por ejemplo, a Fredy Martínez como el nuevo descubrimiento del DT. Quizás la presencia del muchacho entre los 11 haya sido lo más brilloso de la tarde capurrense.
Avisó primero el Colo Juan Ignacio Ramírez, que jugó un partido serio. Es que el partido era en serio, pero la situación de ambos equipos nada tenía que ver con la emoción, con el interés, con las ganas. Fénix y Nacional jugaron un partido apático. Un partido parco. Un partido olvidable.
Fénix convirtió pero el VAR dijo que no. Trazó las líneas que nadie ve y sentenció que el grito no era válido. El jugador se ahogó en su propio grito desesperado. El gol no valió y todo estuvo como al principio.
Sobre el final del primer tiempo, Nacional encontró un fallo penal a su favor, y a pesar de que el tiempo de descuentos se había terminado, el árbitro Feres permitió la pena después de que lo llamaran del VAR, y el Colo Ramírez, que jugó un partido serio, convirtió y descargó la bronca.
El segundo tiempo fue más de lo mismo. Fénix probó con Maicol Ferreira. Juan Alves peleó como un muchacho por la dignidad. Andres Merhing controló lo que pudo.
Lo de Gonzalo Carneiro fue nuevamente superlativo. La férrea defensa capurrense sostuvo. Recoba probó con Didi Diego Zavala. El pibe Fredy Martínez dejó la cancha y Nacional con los cambios buscó asegurar ese punto de sutura. Polenta salió lesionado y quizás se haya despedido del año.
A Fénix no le daba la fuerza para resolverse. Pegó una en el palo en los descuentos tras un zapatazo de Fabián Estoyanoff. A Nacional tampoco le daba la fuerza, pero sostuvo la ventaja de un gol de penal sin tiempo.
Seis minutos pasada la hora, con la misma moneda, Feres cobró un penal para Fénix –esta vez por una clara mano– y Ferreira convirtió el empate pateando sereno, rastrero, engañando al arquero, que se movió a la derecha y el tiro fue a su izquierda.