“Este es el año”, repetían como un mantra en las tribunas de Belvedere. Llovió y mucho, pero buena parte de la parcialidad negriazul fue a ver a su equipo en el último partido del Clausura. Liverpool dependía de sí mismo y ganó 2-1 con anotaciones de sus goleadores, Thiago Vecino y Rubén Bentancourt, mientras que para River Plate descontó Faustino Barone.
El próximo sábado 9, Liverpool y Peñarol se enfrentarán en el estadio Centenario a las 19.30. Es claro: si gana Liverpool, será campeón uruguayo por primera vez; Peñarol necesita imponerse para habilitar la definición del título en finales de ida y vuelta. A propósito del sábado, tiene que haber un ganador: si no sale en los 90, deberá salir en el alargue o en los penales.
1. Levantarse
No hay que olvidarse: cinco fechas atrás, Liverpool perdía un partido increíble contra Racing. Iba ganando 2-0 y se floreaba de todos los colores, pero los de Sayago lo dieron vuelta con más prepo que fútbol. En aquel momento, pese a que los negriazules estaban peleando todo, las caras y el sentimiento no eran de “este es el año” sino, más bien, de “ojalá no nos pegue para abajo”.
Todo es difícil en el fútbol uruguayo, y levantar la moral después de un revés tan grande es bravísimo. Más cuando se trata de un plantel que tiene –por decisión política de sus bases– buena parte de su colectivo poblado de jóvenes del semillero. Sin embargo, Liverpool se levantó. Y cómo: ganó todos los partidos que le quedaban por delante, aprovechó los traspiés de sus rivales, quedó arriba en las dos tablas que importaban, Clausura y Anual, y no le pesó la presión de tener que sostenerse ahí.
Para buscarle explicación hay que mirar al equipo y todo lo que lo rodea. Un entrenador inteligente, como Jorge Bava, que ha ido formando y moldeando su deseo de cómo debería pararse y jugar un equipo suyo. Porque tampoco hay que olvidarse: cuando Liverpool, tiempo atrás, no encontraba los resultados, desde arriba le ratificaron la confianza al DT; no hubo, como pasa en (casi) todos lados, un cambio, un corte del proceso para apostar a la inmediatez de los resultados.
Después, el equipo en sí, claro, con una defensa sólida, un mediocampo con dinámica haciendo rodar la pelota y una delantera terrible, voraz, con apetito por el arco rival. Liverpool se paró igual en todas las canchas adonde fue: con presión, buscando el resultado, con vocación ofensiva. Y ganó en “todos” lados porque por ahí sí: “este es el año”.
2. En cancha
Un empate le alcanzaba para ganar la Anual, pero Liverpool ganó. Lo hizo con dos goles de penal, el primero más polémico que el segundo. Como si de urgencias se tratara, a los 12 ya estaba en ventaja y se supo en la otra cancha, donde Peñarol escuchaba con atención.
Pese a los cambios de Bava, mezcla de sancionados, lesionados y resguardados para no arriesgar, los negriazules se pararon igual que cuando tiene la oncena que sale de memoria. En el primer tiempo fue superior a River Plate y tal vez podría haberse ido al descanso con una ventaja mayor.
El segundo tiempo fue todo lo contrario, porque el darsenero fue a buscar el empate que lo dejara clasificado a la Copa Sudamericana sin depender de los demás. River hizo lo que pocas veces se ha visto este año: sacarle la pelota a Liverpool, incomodarlo haciéndolo correr detrás de ella, replegarse contra su área y defender. Le faltó puntería al darsenero. Tuvo varias chances, pero no hizo más que convertir a Sebastián Lentinelly en una buena figura defensiva de Liverpool.
El descuento, para colmo de males de sus pretensiones, fue tarde, aunque bien le valió la ilusión (en buena ley) a River Plate.
3. El año
Liverpool está ante el partido más importante de su historia.