San Ulises Cabrera de todos los centros de todas las ciudades donde nunca jugó Miramar Misiones. San Ulises que supiste confundir al mundo mínimo aquella tarde en el Nasazzi, cuando tiraste un centro que sólo vos sabías que iba al arco. San Ulises, en la tribuna alguien puteó a Pablo Vergara y su hermano o su hijo, qué más da, un niño chico, se dio vuelta para defenderlo. San Ulises, ¿qué imagen tan bella, cierto? Tan reveladora.
San Pelado De Castro de todas las áreas chicas, de todas las preguntas sin respuesta, de todas las muertes que duelen para siempre. San Pelado querido, los nervios del cielo eran los tuyos esta mañana cuando Miramar ascendió con el empate. Oh, San Pelado De Castro de todos los tamboriles del Barrio Sur que suenan contigo en todas las tormentas y que sonarán esta noche o será la lluvia en los techos del barrio.
San Raviol Varela que tradujiste en idiomas el nombre de Miramar y el apellido Misiones. Miramar y Misiones, la casaquilla gloriosa como dice el himno, lo hiciste saber en países lejanos. San Raviol de todas las rodillas, bendice todas las rodillas de todos los jugadores que se vistan a rayitas blancas y negras y puños colorados. San Raviol que en San Papelito Fernández encarnaste para expandir tu juego de jugar a lo mismo que los grandes. Lo mismo que hizo San Pato Lage contigo. Bendice nuestras bisagras San Raviol. San Raviol de todas las fábricas de pastas de Villa Dolores.
San Tincho Crosa de todas las peluquerías del Parque Batlle. San Tincho Crosa de los Copa Mundial blancos, alto fetiche, San Tincho Crosa de los goles raros, San Tincho de los alambrados, San querido Tincho Crosa goleador eterno y platinado. Hasta nos olvidamos que también jugaste en Central.
San Cabeza Rondeau que curaste espasmos con cumbias y torceduras con desparpajos. San Cabeza Rondeau, que con tu amigo el Lavapiés alegraste la vida en todas las angustias, brega por la salud San Cabeza Rondeau de todos los bancos de suplentes. San Cabeza Rondeau que habitas en todos los padres buenos y en todos los abuelos calmos.
San Rafael Bermúdez que tuviste una bandera con tu nombre y jugaste al fútbol en Omán. Esa bandera decía, “Rafa y Pelado, Huevos, Garra y Corazón”. San Rafael Bermúdez, ¿dónde está esa bandera? Que alguien la lleve al festejo como se llevan los dolores a la iglesia. San Rafael que en barro conviertes todas las canchas, eleva a Guzmán Pereira a una nueva dimensión, la del ascenso, la de campeón de la B.
Los dolores de la hinchada no se van nunca. San Alfredo Ottonello de todas las divisiones formativas. Que vives en cada colaborador que hace que tu club sea el mejor club del mundo, San Alfredo Ottonello de los bondis largos. En tu nombre Miramar volvió a ascender, esta vez a primera. Vos no eras tan competitivo San Alfredo, pero en tu nombre y en el de todos los Pulga Santa Lucía que trillan la Aduana y el Puerto, Miramar peleó por quedarse con la copa de campeón de la B.
Santa B, madre de todos los caras, la luna que ilumina el barrio, el perro que te acompaña, Santa B, santuario de botines desatados, que se abren como bocas de dientes torcidos. Santa B, pueblo inventado por Onetti, con personajes de Macondo como Ignacio Yépez. Santa B, nada tendría sentido sin tu existencia, ni los más grandes clásicos del fútbol uruguayo, ni las más grandes hazañas.
Santa B, hay un santo rosarino que merodea las canchas que le dijo a un niño unas palabras tan básicas como santas. Que nadie lo cambie del cuadro que era, dijo, al niño de Fénix que lo miraba atónito. Santa B, que los niños y las niñas que son de Miramar hoy no dejen nunca de serlo. Por San Cabeza Lombardi te lo pido.