Ya campeón del Apertura antes de jugar, Peñarol venció 2-0 a Racing con goles en el segundo tiempo de Máximo Alonso y Matías Arezo. Además de recibir la copa con victoria y en el mejor clima festivo, consiguió estirar a 7 puntos la diferencia en la naciente tabla anual que se estrenará en apenas unos días. No es un detalle menor.
Todos para uno
La épica de campeonar se mantiene pura en los contendientes y en aquellos que se comprometen emocionalmente con la búsqueda de ese logro. Desde tiempos inmemoriales ser campeón es algo único e inolvidable. Podemos hablar de cualquier torneo, pero particularmente en los deportes colectivos más populares ser campeón es parte del todo. Nunca es una cosa más. No lo es para los que están acostumbrados a conseguir el número 1 y menos para aquellos que no están tan acostumbrados a los ritos de la victoria y la coronación. Aterrizándolo al fútbol uruguayo, nunca hay un enero en el que de una manera u otra los 16 planteles no sueñen y no trabajen para ir detrás de esa única posición.
Ese título dependerá de la idoneidad del cuerpo técnico y los jugadores, del desarrollo de las ideas centrales para acompañar al colectivo, de la llegada de algunos futbolistas determinantes, y también del refuerzo de tener la respuesta justa en algunos partidos en los que el triunfo o un feliz desempeño resulten lanzadores para ejecutar una campaña superior.
Este Peñarol de Alfredo Arias nunca ganó de suerte o por casualidad. Defeccionó en relación con algunas expectativas, pero siempre estuvo en competencia con buenas presentaciones, apoyándose en alguna individualidad, como el goleador Matías Arezo o Sebastián Rodríguez, el eje central que hizo cuajar a un equipo a la altura de las circunstancias aun lidiando contra los mass media que con sus recortes de realidad muchas veces generó opinión negativa sobre el juego del equipo. Eso tiene un correlato inmediato en la tribuna, en las calles y en las redes sociales, que genera una impresión verosímil pero no real.
Para un final feliz
El partido en el Centenario fue una fiesta en las tribunas, pero costó trasladar el clima festivo a la cancha porque Racing fue un gran antagonista, especialmente en la primera parte, en la que fue superior a los carboneros.
Los de Sayago estuvieron mucho más cerca de abrir el marcador e hicieron un juego interesante con la conducción del floridense José Rulo Varela, que puso en juego a Agustín Alanís, Tomás Verón Luppi y Luis Gorocito. Estuvo atento Thiago Cardozo y mantuvo a su equipo en paridad. Peñarol en la primera parte perdió de entrada a Abel Hernández, que debió salir a los cinco minutos por un problema muscular, y enseguida a Kevin Méndez, que recibió un golpe y terminó en muletas y con un diagnóstico inicial de esguince de tobillo.
En la segunda parte Peñarol pudo hacer prevalecer su juego ofensivo a partir de la mediacancha con el ingreso de Rodrigo Saravia y el buen juego a partir de los extremos de los jóvenes Nicolás Rossi y Máximo Alonso.
Fue precisamente Alonso quien, al recibir una asistencia de Rossi, abrió el marcador a los 20 minutos del segundo tiempo, cuando Peñarol había logrado volcar el juego hacia la Ámsterdam y dejaba entrever que de un momento a otro llegaría al gol.
Después, con un penal que el VAR le hizo ver al árbitro, una mano involuntaria de Varela, Arezo convirtió en el rebote del remate que él mismo ejecutó, y volvió a quedar al tope de los goleadores.
Después ya nadie le quitaba a los carboneros el triunfo ni el disfrute de haber ganado un título. El de ser campeones.