La exjugadora de fútbol femenino uruguayo Sarita Figueras, figura histórica de Rampla Juniors, habló con la diaria sobre lo que le genera la movilización de las futbolistas de este lunes como pionera del fútbol de mujeres de Uruguay.

“En la época nuestra, sobre todo al principio, sabíamos que teníamos que federarnos y sacarlo adelante [al fútbol] en las condiciones que se pudiera porque era una oportunidad, una puerta que se abría, por imposición de la FIFA y no por voluntad blanqueada desde la AUF [Asociación Uruguaya de Fútbol], por más que pusieron gente capacitada como Matilde Reich y Jorge Burgell para que saliera adelante”, comenzó diciendo.

El fútbol femenino de Uruguay se registró en la AUF en 1996 y, con 19 años, Figueiras entendió que ese grupo de mujeres estaba “abriéndoles las puertas a las que venían después”. La pionera recordó que en 2002 las jugadoras hicieron el intento de juntarse por primera vez por un conflicto que hubo con la selección, por una malversación de fondos, “que se tapó todo e incluso hubo presión de los cuadros grandes para que sus jugadoras no se adhirieran a esa nota”, sostuvo.

“Ese fue el primer intento, yo estuve involucrada. Juntarnos servía para empezar a tener una conciencia gremial. Antes de eso cada una intentaba entrenar en las condiciones que pudiera en sus clubes: de noche, a veces con luz, a veces sin, algunas con viático, otras no, con vestimenta heredada de varones, etcétera; condiciones que no veíamos como para reclamar”, contó.

En esa época casi ningún equipo les daba a las jugadoras ropa de entrenamiento, ni tenían a disposición personas formadas en los cuerpos técnicos, ni médicos, ni fisiatras. “Cada equipo trataba de tener lo mejor que se podía. Sabía que no éramos nosotras las que íbamos a ver la evolución y los beneficios que hay hoy”, sostuvo Figueiras.

Años más tarde, las jugadoras tuvieron una segunda instancia de reunión, con la intención de formar un gremio, pero la idea no llegó a buen puerto. “No hubo un consenso para poderse juntar. Lo que faltaba era la conciencia grupal de que si no nos juntamos las jugadoras nadie lo va a hacer por nosotras”, consideró Sarita.

Finalmente, en 2010, las jugadoras de Huracán -que provenían en su mayoría de Udelar- formaron un gremio. Unificaron criterios y lograron algunas conquistas. “Se lograron algunas cosas, otras no. Se trató de una movida social más que nada, pero después se fue diluyendo, lo que también sucede es que las jugadoras nos ponemos grandes, nos vamos del fútbol federado y las que lo impulsaron no tienen continuidad”, alegó.

Antes de la movida de este año, una de las instancias más actuales de unión entre jugadoras que Figueiras recuerda fue hace cuatro o cinco años, cuando apareció alguien de la Fifpro por una Copa Libertadores que se jugó en Uruguay, para armar una movilización buscando adaptar los estatutos de los varones a los de las mujeres. “A conciencia de que en la mayoría de los casos no es un fútbol profesional en el que haya un contrato que respalde, las diferencias que puede haber a nivel de vínculos contractuales son muchas y eso genera un poco de distorsión a la hora de los reclamos, de dónde pararse”, explicó.

Entre los últimos antecedentes de intentos de formar un gremio está el de 2016, cuando dos futbolistas -una de Nacional y otra de Peñarol- que sufrieron consecuencias por problemas en la rodilla a causa de jugar en sus clubes, intentaron volver a juntarse, “hubo una idea de alinearse a la gremial de varones”, recordó.

Escucharlas es escucharse

“A mí lo que me generó escuchar a Lucero [Morandi] es pensar “qué bueno que empiecen a tener conciencia, que si las jugadoras no se unen, los cambios que se quieren hacer” no llegarán, manifestó.

Hace algunos días, Figueiras participó en una instancia de intercambio con mujeres vinculadas al fútbol, organizada en la Facultad de Información y Comunicación, y en ese encuentro pudo conversar con jugadoras actuales.

“Yo se lo dije a las jugadoras; estoy muy contenta de escucharlas y de ver que hay mujeres con cabeza, que piensan distinto, pero que no se casen con los poderes que tienen sus propios intereses. No sé cómo es en la AUF esa mesa de fútbol, qué tan alineada está con lo que quieren las jugadoras, si va a ser difícil o no que logren un paso más hacia la igualdad de las condiciones, que tengan una cancha para entrenar, con o sin luz, pero adecuada”, se preguntó.

La pelea de los escritorios

Para Figueiras, en paralelo con la pelea que tienen que dar las futbolistas tiene que haber una “pelea de los escritorios”.

“Acá lo que hay que hacer es el salto más grande. Yo sé que a Palma [presidente de Liverpool], por ejemplo, le cuesta mucho sacar plata para las mujeres, pero lo ha hecho y está respaldado por la actuación de las gurisas: las juveniles siempre tienen generaciones buenas, cada vez tienen algo más, ropa de entrenamiento, etcétera. Con esto quiero decir que la desigualdad que hay en los cuadros es que si en estos reclamos se unen todas las jugadoras, los que mandan se justifican diciendo 'yo te estoy dando esto'”, consideró.

Hay crecimiento

Para Figueiras, hubo un desarrollo en el fútbol femenino acompañado de crecimiento. “Si yo, como jugadora del 96, lo miro ahora, la mayoría tiene lugares para entrenar que no son canteros, algo que es mucho; hace cinco años no era así”, alegó.

La pionera considera que los cambios se generan muy de a poco, “año a año”. “Cuando Nair Ackermann y Valentina Prego entraron a la AUF lograron que los cuerpos técnicos tengan licencias, que haya profesores con título, que cada proyecto tenga juveniles”, comentó.

En ese sentido, explicó que todo eso genera que los clubes estén obligados a invertir; de lo contrario, se dan situaciones como el caso de Rentistas, que agarró al equipo San Jacinto y le puso su nombre y su camiseta. “Pero otros clubes, como Liverpool, año a año consiguen un poco más: cuerpos técnicos con contratos, luego jugadoras de afuera con viáticos, luego técnicos para cada categoría, utilizan los mismos ómnibus en los que van los juveniles, pero cada cosa se consiguió en un momento”, finalizó.