A los 36 años de edad y después de 17 años jugando en Europa, Edinson Cavani volvió.
Volvió a jugar en América del Sur, pero además volvió a La Bombonera, donde, según él, hace 25 años soñó y quedó con las ganas de pisar esa grama en la que Sergio Manteca Martínez hacía goles y más goles. Cuenta Edi que cuando tenía 12 años viajó a jugar a Buenos Aires, seguramente en una cruzada del fútbol infantil, y que fueron a visitar La Bombonera y todos soñaban con jugar ahí. Ese día no dejaron que los niños pisaran el césped.
Tras haber jugado en cuatro ligas de Europa, donde vistió cinco camisetas distintas y convirtió 367 goles, Cavani la pisó, jugó y todos quedaron encantados.
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La última vez que Cavani jugó en Danubio fue el 10 de diciembre de 2006, cuando el salteño con la 9 en la espalda entró en el segundo tiempo con sus jóvenes 19 años y anotó uno de los goles que les dieron el título a los de la franja venciendo en un Centenario repleto a Peñarol 4-1.
Después se fue a jugar el Sudamericano sub 20 en enero de 2007, torneo en el que fue goleador y figura, y desde allí nomás salió rumbo al sur de Italia para defender los colores del Palermo, donde anotó 37 goles en tres temporadas completas, porque casi no pudo jugar en el último semestre de la 2006-2007: llegó en febrero, debutó en marzo y después vino para la preparación del Mundial sub 20.
Del Palermo pasó al Napoli, donde se consagró como ídolo absoluto y fue tremenda su producción goleadora: anotó 104 en 134 partidos, fue el máximo anotador de Italia y ganó con los napolitanos la Copa Italia.
Tras tres temporadas idílicas en Nápoles, marchó al París Saint-Germain, en uno de los pases de más alta cotización mundial en aquel momento, y en el PSG se cansó de hacer goles y de sumar títulos. Con el equipo parisino levantó 20 copas entre Ligue 1, Copa de Francia, Copa de la Ligue y Supercopa de Francia, y anotó la friolera de 200 goles en 300 presencias.
En la temporada 2020-2021 fichó para el Manchester United y otra vez se fue transformado en figura determinante al anotar 10 goles y llevar a los rojos de Manchester a la final de la UEFA League.
Jugó poco en la temporada 2021-2022, cuando la llegada de Cristiano Ronaldo. Luego, en 2022-2023 fichó para Valencia pero sus lesiones le impidieron tener continuidad.
A todo ello hay que sumarle su largo y fecundo paso por la selección uruguaya, en la quee desde 2008 hasta la finalización de la participación uruguaya en el Mundial de Qatar 2022 jugó en 136 partidos y anotó 58 goles (es el tercero en cantidad de presencias después de Diego Godín y Luis Suárez, y el segundo goleador celeste detrás de su coterráneo).
La cancha de la vida
En tiempos en que los números, las estadísticas, los vectores, los algoritmos y hasta los cálculos estequiométricos parecen ser la verdad revelada, los datos numéricos del goleador de 36 años parecen sostener buenas expectativas, pero hay profesionales, aficionados y seguidores del fútbol que también valoran otro tipo de antecedentes y demostraciones en una cancha, y por cierto que esos pocos minutos de Cavani en La Bombonera debutando en Boca Juniors por la Libertadores frente a Nacional proyectaron una sensación de que estamos ante la presencia de un crack a nivel mundial que, en la medida en que pueda tener una respuesta física adecuada, será determinante para el equipo xeneize.
En nuestro país durante años su figura quedó ligeramente invisibilizada detrás de la de Suárez, y fue por la enorme atracción de Luis que la afición uruguaya demoró un poquito en darle el reconocimiento masivo e irrestricto a Cavani como uno de los mejores jugadores uruguayos del siglo XXI.
Cavani, ese portento físico, ese potente futbolista lleno de calidad, ese jugador solidario con sus compañeros, gustosamente obediente con las directivas de quienes lo mandan a la cancha, enamorado de la entrega a la camiseta donde le toque ubicarse, goleador empedernido, hubiese sido el jugador más trascendente de Uruguay en los últimos años si nosotros y el mundo no hubiésemos puesto tanto el foco en Luis y nos hubiésemos dado cuenta, como lo hicimos, de que Cavani ha sido de los mejores jugadores que ha dado el fútbol mundial por estos tiempos.
Tal vez no sea el portento físico de sus tiempos de absoluta plenitud, pero compensa con calidad, con experiencia, con juego inteligente, tal como se vio en esa hora larga que, después de tres meses sin un partido oficial –la última vez que jugó con Valencia fue a fines de abril–, se asoció con sus nuevos compañeros de Boca, devolvió y habilitó a la perfección, se movió como un crack y hasta erró un gol con el arco al lado como deben hacer los grandes delanteros.
Fue grato ese reencuentro con Cavani, y más grato pensar que puede llegar a ser tan determinante como lo fue en las cuatro grandes ligas de Europa por donde paseó su juego y sus goles.
No hay engaño posible: estamos ante la vuelta de un crack.