Boston River derrotó 1-0 a Progreso en el estadio Campeones Olímpicos de Florida y de esa manera quedó provisoriamente como único líder del Clausura. El gol fue en el segundo tiempo por parte de su goleador, Bruno Damiani, que no podrá jugar el próximo partido ante Peñarol porque se fue expulsado por doble amarilla.
Fue un partido muy interesante, no tanto por el juego expuesto, como por la intensidad, por el fuego y por el perfume de jazmines y glicinas del aire que tienen estos partidos que no son de pueblo, pero son en el pueblo.
Está muy bien el equipo de Jadson Viera, que parece peleará este campeonato y posiblemente llegue de nuevo a la Libertadores.
No hagas bandera
Hay sol. Hay gente que camina a la vera del Santa Lucía Chico. Hay gente que ceba un mate. Nadie apura el paso; eso será seguramente unas cuadras más allá, por si está por cerrar el banco o arrimar a la escuela Varela a buscar a algún sobrino, a alguna nieta…
Largamente pasadas las 17.00, en el estadio Campeones Olímpicos de Florida, se divisa casi la misma cantidad de banderas que de gente. Hay 40 trapos, nuevos y viejos, heroicos y desteñidos, en la tribuna Amado Fleitas, la de diez hileras de gradas, la que le da la espalda al río, donde se ubican los visitantes, si ya empezamos a definir que los del Boston ya no son visitantes, y ahora son los amigos de los primeros que se fueron a vivir a Montevideo y les ha gustado venir seguido al pueblo. Los del Boston tienen menos banderas, 19, de las cuales sólo una parece haber atravesado batallas con el viento y el sol en lo que va del siglo XXI, que se apoyan en las costillas de la tribuna del gran goleador Juan Carlos de Lima.
Son las 17.26 cuando ambos cuerpos técnicos se juntan en la mitad de la cancha, en la arena arcillosa de la vieja pista de atletismo y conversan afectuosamente cuatro minutos antes que sus dirigidos se enfrenten.
Un niño con pose juiciosa se mantiene cruzado de brazos al lado del monitor del VAR, de shorcito y camiseta celeste que lleva la 9 en la espalda y un Suárez que se divisa de lejos. Unos metros más acá y más allá hay otros niños: unos de short, otros de vaquero, que con camisetas de Boston River serán los alcanzapelotas.
De lado a lado, tres o cuatro personas, con 80 o 100 metros de por medio, intercambian groserías e improperios de cuando el fútbol era bárbaro y se aprendía en los andurriales de la globa. El nieto de la Vieja Ulpiana, con gritos que superan los 70 decibeles como si sus dos manos haciéndose bocina fueran más efectivos que el megáfono de Sall, les dice a los de enfrente cosas que tienen que ver con el presidente Lacalle Pou, porque Luis Aparicio Alejandro ha decidido que era mejor no ser de Nacional ni de Peñarol y ser de Boston River, y uno de acá le contesta con su laringe inflamada de otras groserías y argumentos tan pueriles como “¡se van para la B, *·#&¨´@!”.
4-3-3 obrero
Antes de que pasen 45 minutos y me ponga a mirar a los ocho alcanzapelotas y el niño Suárez que por fin ha descruzado sus brazos, y se ubica en el área de los gurises sobre el arco que da a la calle Gallinal, peloteando sobre los últimos rayos de sol y el mejor perfume que nadie podrá igualar, el del césped de la cancha, el del pasto de las áreas. Reviso otros apuntes del partido y los expongo: el primer tiempo fue parejo, con mucho más juego e intención de Boston River, absolutamente consustanciado con su 4-3-3 obrero, con Leonard Costa y Juan Rodríguez bolseando en la defensa, Gastón Pérez de capataz de la mediacancha, y Damiani meta planchada allá en el área rival. Pero, atención, que Progreso estuvo a la altura de las circunstancias y se plantó muy bien en el impecable césped floridense, y además intentó con buenas carreras de Mario García por izquierda.
En el segundo tiempo, el Boston se puso mucho más intenso y empezó a llegar y llegar con el arte de equilibrista sobre la línea del tararirense Leandro Suhr, que lleva la pelota como si fuera por un cable de acero en las alturas tensado entre la torre de Antel y las torres de la iglesia, y en ese macramé consigue llegar casi hasta los guantes de Nahuel Suárez, pone la pelota atrás, martilla Damiani y en la línea Gutiérrez la manda a las redes. ¿Gol? ¿Offside? Los futbolistas se apiñaban sobre Fuentes, que se aprieta la oreja derecha como si estuviera haciendo un móvil para el noticiero, y quiere escuchar lo que le dicen. Al final se va al monitor del VAR y ahí descubro que el niño con la celeste de Suárez se ha perdido su gran momento porque ahora está comiendo pop del otro lado del alambrado, mientras Fuentes dice que no vale el gol, porque la pelota estaba afuera.
Gol y pop
Al rato es el zurdo Juan Manuel Gutiérrez, el que zurce por izquierda y la saca para el remate a quemarropa de Damiani que tapa maravillosamente Nahuel Suárez.
Pero al final Suhr, un prestidigitador de la pelota, un equilibrista de la raya, acelera y cuando se mete al área, Marta lo engancha: penal y gol de Bruno Damiani. El niño con la camiseta celeste festeja y se le caen los últimos pop; los alcanzapelotas salen corriendo detrás de Damiani, que apenas un rato después se va expulsado por doble amarilla y se agarra la cabeza, un poco por dejar a su equipo con uno menos, y otro mucho porque se pierde el partido con Peñarol.
Se puso eléctrico el ambiente, tenso el juego, con Boston River defendiendo la trinchera. Jadson sumó a Ivo Calleros, Martín González y Joyita Acosta, que asomaban sus cabezas ante el asedio pronunciado y repetido de Progreso, que además de tener un jugador más en campo ya tenía a Nahuel Suárez como golero-jugador. “¡Ahí! ¡Ahí!”, gritaban como desesperados Costa, el Negro Martín y el Ivo, mientras cabeceaban y metían como baguales para atesorar el triunfo y trepar por unas horas, por unos días o para siempre, a la punta del Clausura.