Rampla logró un triunfo de los que se recuerdan en el tiempo: contra un grande que venía puntero e invicto, en el estadio Centenario, en la hora y cuando parecía que se le esfumaba la ventaja con el empate de Ruben Bentancourt a cinco minutos del final.
El festejo fue grande en la cancha y en la tribuna. A los que les quedaba algo de energía fueron a abrazar a los compañeros que estaban tirados en el suelo producto del esfuerzo. Los que estuvieron afuera del plantel entraron corriendo para sumarse al festejo. Todos juntos. En la tribuna, un mar rojiverde de brazos al cielo, algunos se pellizcaban para ver si era real.
Fue un partido de la década del 90. En el Centenario, escenario que en aquellos tiempos era materia de cada fin de semana y ahora es raro visitar. El que llegaba de punto encontró un gol cuando era superado y lo cuidó como oro. Rampla casi no tuvo el balón, pero aparecieron todas las mañas requeridas en este tipo de trámites: hacer tiempo, que la pelota demorara en volver, jugadores que cayeron lesionados por doquier y zagueros con chichones de tanto despejar los balones que llegaron al área.
El entrevero del gol
El primer tanto fue inesperado, por el trámite y por cómo se dio la jugada. Salió de un lateral. Lucas Bassadone la impulsó mordida, quedó la duda de si fue pase o tiro al arco, Lautaro Rinaldi le ganó la espalda a Mateo Antoni y la desvió a la red. El fútbol es el menos lógico de los deportes y los merecimientos siempre pasan al segundo plano cuando aparece la alegría máxima.
Nacional ejerció supremacía por la calidad de sus hombres, pero no por la intensidad con la que jugó. Movió el balón de forma certera pero lenta. En general centralizó el juego, carente de llegada por la banda y ahí chocó repetidamente con los mediocampistas del rival. Los volantes picapiedras batallaron de forma notable, tanto Núñez como Tomás Adoryán cerraron caminos. Adelante, el rojiverde tuvo inspirado a Bassadone, que fue amenaza constante por derecha.
En el bolso, Lucas Sanabria fue sumando al ataque y Jeremía Recoba se movió por todo el frente ofensivo, muchas veces entreteniéndose demasiado con el balón, sin soltar como pedía la jugada. Bentancourt cargó demasiado la barra de potencia, tanto que mandó dos balones al talud, uno de derecha cortando al primer palo y otro de cabeza. Aun así, el tricolor tuvo un lapso de minutos en los que inquietó seguido; la más clara fue un tiro libre cerrado de Recoba a modo de córner corto que Samurio sacó con espectacular volada.
Un penal a la gloria
Nacional elevó la intensidad tras el descanso con los cambios. A empuje futbolístico y de la tribuna fue sobre el arco de Samurio, que siempre resolvió bien. Edgar Martínez colocó una línea de cinco y ahí el bolso se quedó sin circuitos ni ideas. La única forma: centros a la olla. De tres cuartos de cancha, poco eficientes. Jamás llegó hasta el fondo.
En un intento de Lozano la pelota pegó en la mano de Adoryán. Penal bien cobrado por Javier Burgos y Bentancourt convirtió el empate. Quedaban cinco más largos descuentos, ya con Sebastián Coates de nueve, el tricolor fue a ganarlo.
En tiempo agregado, Nicolás Dibble batalló y tocó al medio, donde el mismo Adoryán tuvo revancha y fue derribado por Mejía dentro del área cuando dejaba por el camino a Manotas. Otra vez bien Burgos: penal. Núñez definió con calidad y la mitad del Cerro explotó en el grito de gol. Rampla se acomodó en el descenso, quedó cerca de puestos de clasificación a Copa Sudamericana y vivió una de esas noches que provocan alegría de sólo recordarlas.