1. ¿Se puede discutir al jugador de un minuto de Riestra haciéndolo sólo con ese jugador, sólo con ese minuto y sólo con Riestra?

2. De otra manera: ¿no es una comodidad discutir sólo a ese jugador, sólo a ese minuto y sólo a Riestra sin discutir qué cosa es el fútbol ahora?

3. ¿Se puede discutir al fútbol -sus estructuras, sus superestructuras, sus condiciones competitivas- como si el fútbol siguiera siendo lo que era hace diez, 20, 50 o 100 años?

4. ¿Es posible deliberar sólo desde la ética el hecho de que Riestra vulneró moralidades del fútbol y sin poner sobre la mesa, de verdad, sincerada, la materialidad sobre la que está construido el fútbol de estos días?

5. Quizás más fácil: ¿es posible ponderar el asunto Riestra sin ubicar qué mundo de negocios y de negociados conforman la industria del fútbol en esta era?

6. Quizás mucho más fácil: ¿es Riestra, que hace rato ejerce trapisondas, el chico malo de un mundo que, aun con manchas y manchadores, perdura como bueno?

7. Cuando el entrenador de Riestra, Cristian Fabbiani, blanquea que cobra de la misma mano que el futbolista de un minuto y que por eso hace lo que hace (acepta que quien le paga determina, en bastante medida, lo que hace), ¿no dice algo cierto?

8. ¿Por qué la disrupción de un minuto de un futbolista que no es futbolista genera más reacciones, más indignaciones y más denuncias que la presencia mucho más sostenida de otras expresiones del capital que también trastocan severamente lo que antes era el fútbol?

9. ¿Por qué hay editorializaciones duras que enuncian que lo que efectuó Riestra en un minuto -ojo: un minuto- es una estafa al sentido y a la historia del juego, pero, en cambio, no hay igual número de editorializaciones duras sobre la irrupción del capital -durante mucho más que un minuto- para que, entre otras consecuencias, un estadio deje de llamarse como se llamaba o para que un club, directamente, deje de ser un club?

10. ¿Hay un debate sin maquillaje sobre cuál es la diferencia de fondo que existe entre entregar algo de la tradición del juego -que jueguen los jugadores y no alguien que ni cerca anda de serlo- como hizo Riestra (que, después del minuto, en el mismo partido, compitió al mango y le empató al líder de un campeonato) y entregar otras cosas si, como transparentó Fabbiani, en ambos casos lo que priva es la imposición del capital?

11. Lo que ocurrió en ese minuto de Riestra, ¿no es, en definitiva, otra obvia subordinación del fútbol al capital sólo que con formas desembozadas, sólo que sin máscaras, sólo que meando descaradamente encima del campo de tradiciones y de herencias del fútbol?

12. ¿Hay alguna perspectiva de comprender lo que acontece con el fútbol sin asumir -incluido ese minuto entre los minutos- que el capital va conquistando campos para volverlos parte de su dinámica de reproducción ampliada o, en otro lenguaje, para hacer sonar al fútbol con la música frenética que acompasa los acordes de esta fase del capitalismo?

13. ¿Tiene sentido hablar únicamente de la esencia del juego cuando la esencia del juego está siendo trazada por tradiciones y por herencias culturales pero, también, muy evidentemente, por capitales que las reforman de acuerdo con sus lógicas y con su avidez de multiplicar, precisamente, el capital?

14. ¿Hay o no hay en esa dinámica arrasadora del capitalismo una explicación desde la que es posible decodificar cómo el fútbol migró del tango “El sueño del pibe”, que compusieron Reinaldo Yiso y Juan Puey en 1942 y que alguna noche entonó fenómeno Diego Maradona, un tango en el que también brota un gran minuto en el que el muchacho humilde que llegó desde abajo, categoría tras categoría y esfuerzo tras esfuerzo, mete un gol consagratorio, a este otro minuto comercial y mediatizadísimo que pone patas para arriba los arraigos y el pasado?

15. ¿Por qué algunos actores que repelen la transformación de los clubes en sociedades anónimas (transformar clubes en sociedades anónimas: expansión de los negocios de pocos y ricos en un territorio concebido originalmente para no ser negocio y para ser una pertenencia colectiva sin propósito de lucro) se pelean con los privatizadores pero dicen poco o dicen nada de estas formas indisimulables de subordinación del juego al poder del capital, o hasta guardan largos silencios sobre la constitución de organizaciones como ahora es Riestra, un club que continúa siendo un club pero con formas privatistas medianamente disimuladas?

16. ¿Por qué, del otro lado, algunos proprivatizadores desenfundan enojos contra el minuto del no-futbolista en Riestra y no traslucen que si las decisiones del fútbol quedan en manos de los dueños del capital pueden pasar -ya pasan- cosas como estas o, según como se mida, cosas mayores y mucho mayores que estas, porque “negocios son negocios”, o porque los dueños de la plata y de las cosas hacen lo que se les canta con el fútbol y con la condición humana?

17. ¿Es más escandalizante el escandalizante minuto de Riestra -feísimo, atentatorio contra incontables sentires e identidades del fútbol- que la manera en la que obtienen y circulan la plata las corporaciones y las multinacionales que hoy son propietarias legales de los equipos de fútbol en muchas partes del planeta y que pretenden revolotear en la Argentina?

18. Hablando de lo legal y de lo legítimo, ¿será lo de Riestra un fogonazo para recordar que, adentro y afuera del fútbol, lo legal -el futbolista fugaz estaba inscripto- no siempre es sinónimo de lo legítimo como lo corrobora la cantidad de críticas justas y merecidas que suscitó ese minuto futbolero del streamer?, ¿será lo de Riestra un guiño para advertir que abundan cosas legales que no son legítimas?

19. Más de lo legal y lo legítimo: ¿qué legitimidad posee para indagar el presunto lazo del minuto de Riestra con las apuestas ilegales (hay una fiscalía actuando a partir de sospechas sobre la guita apostada en torno de cuándo y cómo pisaría el césped el jugador de un minuto) un mundo que torna legales otras muchas apuestas de fútbol, al punto que las organizaciones más resonantes y los campeonatos más poderosos exhiben convenios comerciales con casas de apuestas -eso sí- legales? O, en otros términos, ¿una apuesta legal y una apuesta ilegal tienen alguna diferencia de legitimidad?

20. Admitir que Riestra no es una rareza suelta sino un fenómeno que sintoniza con lógicas del capitalismo en el fútbol actual, ¿implica hacerse el distraído y no indagar por qué, en este tiempo, Riestra ocupa semejante espacio y compite en la máxima categoría del fútbol argentino si el club, bajo esta administración, ya ejerció otras transgresiones que fueron, antes del futbolista minutero, puras trampas?

21. Aun con todas esas objeciones a Riestra, ¿pueden quienes dicen que el fútbol es un producto -y que, como tal, hay que venderlo- criticar a Riestra si Riestra, en esta ocasión, no vulneró ninguna legalidad y ató su nombre a otro producto -el muchacho, el del minuto- que es en sí mismo una plataforma de venta que llega a millones de personas, incluso a más millones que un partido de Riestra?

22. De nuevo, más sencillo: si el fútbol es un producto que hay que vender (una mercancía en un universo capitalistas que categoriza como mercancía a todo o a casi todo) y si hay tantas de sus voces directivas que celebran venderlo y recontravenderlo, ¿qué rompió Riestra, entonces, operando bajo lo que dicta el fútbol como parte de la economía de mercado?

23. ¿Tal vez rompió Riestra el punto en el que hoy se encuentra el lazo tolerado, “políticamente correcto”, cuestionador moral pero nunca cuestionador del sistema (“no me pidas que cuestione al capitalismo, viejo: es lo que hay”, susurró un dirigente del fútbol argentino), entre mercantilización y fútbol, que ya dejó muy atrás lo que, en la década del 60, asombró al italiano Luigi Volpicelli en su libro Industrialismo y deporte, un lazo que ahora recorre el itinerario turbio que retrataron exactos Ángel y María Cappa en su obra También nos roban el fútbol?

24. Más al filo, ¿rompió Riestra la ecuación socialmente aceptada y nunca estable de esa frase que tan bien cita el periodista Ezequiel Fernández Moores: “El deporte es demasiado juego para ser sólo negocio y es demasiado negocio para ser sólo un juego”?

25. ¿Significa eso que Riestra, entonces, rompió lo que, narrando un espanto del fútbol, el escritor Hernán Casciari llamó “Teníamos un juguete” porque lo que se rompió es el fútbol como juguete? ¿O lo que acontece es que seguimos teniendo al fútbol como juguete, pleno de pasión aunque no sólo de pasión, pero ese juguete es el mismo y, a la vez, otro que el de décadas anteriores?

26. La acción de Riestra, horrible para muchas sensibilidades futboleras, ¿coincide o no con líneas mandantes de la industria de la comunicación en las que se entrecruzan productos que entretienen -como acá el fútbol y los streamers- para armar un producto más grande, más grande incluso que el propio fútbol?

27. ¿Las disculpas enarboladas por Riestra en un comunicado son disculpas o, en el fondo, representan una ratificación de lo realizado, ya que, al cabo, reiteran -lo asevera ese comunicado- que mezclar fútbol y streamers es o puede ser una buena fórmula y esas disculpas giran en las redes casi tanto como el minuto del streamer?

28. Si un signo ostensible de esta época es eso de que, bien o mal, lo importante es que de algo se hable, se hable y se hable (o se convierta en lluvia de clics en las redes), ¿hay o no hay un testimonio de época en la reproducción infinita del minuto más famoso del fútbol argentino reciente?

29. ¿Pasa algo con el fútbol como juego o con lo que se hace en la industria de la comunicación con el fútbol como juego que, cada vez más seguido, por ahora con el circo del streamer como expresión más estruendosa en la Argentina, se le añaden anabólicos, atractivos extras, para convocar a audiencias que se van acostumbrando a que el juego trae más componentes que el juego o que no basta el juego para arrimarse al fútbol?

30. ¿Será que un minuto, apenas y tanto como un minuto, es una oportunidad para pensar qué está sucediendo, en mucho más que un minuto, con el fútbol, con lo que diseña ahora el capitalismo y con la vida -sí, la vida- de la gente?