Cuando Peñarol convirtió a los 25 segundos por intermedio de Eduardo Darias, daba la sensación de que la tarde iba a ser de festejos, sin pizcas de sufrimiento. La realidad es que al carbonero le terminó costando más de lo debido. El equipo de Diego Aguirre jugó nervioso y tuvo un lapso del encuentro sin la claridad ni la generación de oportunidades de peligro que tuvo en otros partidos.

A veces pasa cuando el objetivo está tan cerca. La ansiedad te distrae. Peñarol estaba apurado por el pitazo final para desatar el festejo de locura, merecido por ser el mejor equipo de la temporada. Es imposible evitar el factor psicológico, el jugador se prepara, intenta liberarse de toda presión, pero el apuro por dar el último paso atenta contra el ideal de concentración.

La incertidumbre en el resultado fue desde el descuento de Fénix al golazo de tiro libre de Leonardo Fernández. El año aurinegro merecía destrabarse definitivamente con una genialidad de la zurda que regó de felicidad las gargantas. Otro tiro libre, otra pelota al ángulo, otro golazo.

Ahí se liberó el disfrute. En la cancha, en la tribuna y en el banco. Todo nervio que intentaba preocupar con una tarde sin festejos sucumbió ante la calidad de los jugadores carboneros, que disfrutaron e hicieron disfrutar a sus hinchas.

Hubo lugar para la fiesta.

Crónica de una fiesta anunciada

Peñarol salió a pasar por arriba al rival, como en todo el año. El inicio de topadora hizo que sólo 25 segundos separaran el pitido inicial del primer gol; Facundo Batista ingresó al área con pelota dominada y Darias anotó por el medio en premio justo a uno de los mejores jugadores de la temporada, que tuvo protagonismo en la fiesta final.

El equipo de Aguirre sorprendió al dejar el balón en los pies del rival y se replegó para buscar ofender con espacios, pero sin la efectividad de otros encuentros. No repitió la certeza en los pases de mitad de cancha hacia arriba y tampoco surtió efecto la presión.

Fénix, corajudo, fue. Descendido pero rebelde, con amor propio. Pese a que los de Capurro se plantaban mejor en el verde gramado del Campeón del Siglo, llegó el segundo del locatario; Fernández levantó un centro con veneno, Agustín Requena falló al contener y Guillermo Pereira la metió en su propio arco. Lo que desestimó Javier Burgos y también el VAR es que hubo un claro empujón de Guzmán Rodríguez sobre el autor del tanto. El 2-0 debió ser anulado.

Casi de inmediato, el propio Pereira le ganó a Guzmán en la otra área y descontó de cabeza. Desde ahí se vio lo mejor de los capurrenses, que amenazaron con el empate, pero siempre se encontraron con buenas respuestas de Guillermo de Amores.

En el inicio del segundo tiempo, hubo una nueva polémica en el área de Peñarol. Cabeceó Pereira, pero adelante agarraron de la camiseta a uno de sus compañeros, al que literalmente le sacaron la remera. Fue alejado de la jugada final, el VAR decidió no llamar a Burgos para la revisión.

Instantes más tarde, Leo Fernández frotó la lámpara y le bajó el telón a la temporada. Lo de Fénix fue dignísimo, no alcanzó. Lo de Peñarol fue magnífico, campeonísimo por donde se lo mire. El mejor equipo del año y otra copa a la vitrina.