La noticia dirá que la selección uruguaya venció a Gremio 2-1 con dos anotaciones de Bruno Damiani para los uruguayos, mientras que para los portoalegrenses marcó Gabriel Passos. Pero también debe decir que fue la primera victoria de Diego Pérez como entrenador de esta selección denominada “local”, que empezó con dos empates, con Costa Rica primero y con Guatemala después, y cerró con este triunfo frente a un equipo brasileño que se prepara para el exigente torneo de juveniles que se juega desde el 2 de enero en San Pablo y que tiene enorme validez dentro de su país, la Copa de Juniores, a Copinha.
Estar en la selección
La competencia es lo más lindo de este juego. Competir en representación de nuestro más amplio colectivo es único y a veces muy poco posible para aquellos que no han sido de la consideración de los que eligen porque, aun siendo elegibles, no han logrado exponer y demostrar sus condiciones técnicas, su potencial, su capacidad de desarrollo y sus demostraciones manifiestas en la competición de élite. Aquí están poniéndose la celeste porque sólo su condición de obstinados y soñadores futbolistas desde niños los ha ido llevando por este sinuoso camino de los sueños celestes.
Sí, está bien, jugaron ante un equipo juvenil de un club, y de blanco porque la celeste sólo se puede utilizar ante selecciones, pero jugaron para la selección.
¿Qué les pasa a quienes no son capaces de considerar la importancia de ese arcaico sueño cumplido de jugar en la selección?
El sueño del pibe
Uruguay salió a la cancha con Mauro Silveira; Franco Pizzichillo, Leonard Costa, Lucas Monzón, Diego Romero; Agustín Amado, Erik de los Santos, Franco Catarozzi, Leandro Suhr; Gonzalo Larrazábal y Bruno Damiani. Después, cuando promediaba el segundo tiempo, jugó un equipo absolutamente distinto con Santiago Silva, Emiliano Ancheta, Ramiro Brazionis, Mateo Acosta, Facundo Kidd, Lucas Morales, Santiago Cartagena, Nicolás Fernández, Luciano Cosentino, Alexander Machado y Juan Cruz de los Santos. Uruguay fue superior en el primer tiempo, fundamentalmente con el juego asociado y la búsqueda del control de la pelota y la profundidad que pudo poner por sus extremos, en particular por la derecha con la dupla Gonzalo Pizzichillo y Leandro Suhr, pero también por la izquierda con Diego Romero y Gonzalo Larrazábal, ambos de Deportivo Maldonado.
La apertura llegó en el minuto 36 del primer tiempo, cuando, después de un gran centro del tararirense Leandro Suhr, Bruno Damiani cumplió su sueño de cerrar su mejor temporada con un gol con la camiseta de Uruguay. Suhr avanzó por la derecha y mandó un centro abananado para que el joven delantero montevideano entrara por el medio del área y cabeceara con una gran técnica de parietal, alejando cada vez más la pelota del arquero de Gremio. La dupla de Boston River gestaba el primer tanto del partido para la algarabía de los varios miles que se dieron cita en el Atilio Paiva Olivera de Rivera.
No fue todo para Damiani, porque diez minutos después volvió a emocionarse tras anotar el segundo con otro gran cabezazo.
La jugada había empezado por la derecha con un incisivo ataque de Larrazábal. El joven delantero de Maldonado la cambió hacia la izquierda y en el ingreso del floridense Diego Romero sacudió su buena pierna zurda. El remate se desvió en un defensa de Gremio y quedó para el gran cabezazo de Damiani, que cerró el primer tiempo 2-0.
Otro equipo, otro marcador
En el segundo tiempo Diego Pérez hizo tres cambios desde el vestuario y poco a poco fue sumando variantes hasta que, promediando el complemento, Uruguay jugaba con una oncena absolutamente distinta.
Los jóvenes gremistas tuvieron una actitud mucho más ofensiva, tal vez porque debieron cuidar menos su campo y dieron trabajo primero a Mauro Silveira y después a Santiago Silva, a tal punto que en una jugada de pelota aérea descontaron con la anotación de Passos.
Hay una suerte de inicio de deslegitimación de la celeste de los de acá, pero siempre hay que proyectar el enorme sueño y la honra que representa para un futbolista de estas tierras estar nominado para vestir la casaca color cielo, aunque sea blanca y se juegue contra un club. El sueño del pibe.