Imaginate nacer en Europa, supongamos británico, y tener que tomar el té en tazas de porcelana de Sri Lanka un domingo a las 17.00 y perderte que, más o menos a esa hora, los planteles de Nacional y Peñarol se cruzaron a trompadas adentro del Centenario, el primer estadio mundialista, trifulca que terminó con varios jugadores detenidos tras declarar en el Juzgado de turno.
Imaginate nacer en Europa, tal vez húngaro, y que tu pasión ingobernable pueda ser ir a ver a la selección masculina de waterpolo porque es la más ganadora del mundo, o reunirte con tus tíos un sábado al mediodía para escuchar en el gramófono algún concierto de Béla Bartók, y no conocer la historia de cuando un club campeón uruguayo pagó el pase de un futbolista con un alambrado.
Imaginate nacer en Europa, neerlandés desde la cuna, cazar la bicicleta para ir a un festival de flores donde los tulipanes de tu vieja tienen grandes chances de llevarse el primer premio, o tener que dejar los zapatos en la ventana un 5 de diciembre, día de San Nicolás, para que alguien los llene con caramelos o juguetes, y no saber que hubo un equipo amateur llamado Tito Borjas que a principios de los 2000 tuvo un equipo galáctico (como el Real Madrid pero del subdesarrollo) guiado por un tal Haroldo Marín (el Florentino Pérez que le tocó por padrón) y que, entre otras ocurrencias, quiso fichar a Marco van Basten, uno de los mejores futbolistas de su país y ganador de casi todo entre Holanda, Ajax y Milan.
Imaginate. Por suerte estamos quienes no pedimos nacer en Uruguay y simplemente tuvimos suerte, un lugar donde el fútbol, más allá de que nos guste más o lo queramos menos, nos da un día sí y otro también historias que son motivos de asombro, de sorpresa, que nos impresionan, que a veces dan vergüenza (por qué no decirlo), entre otras calificaciones que podrían atravesar todas las canchas del país.
No está mal tomar el té escuchando a Béla Bartók admirando las flores antes de ir a un partido de waterpolo, pero mire que nos ha dado vida el fútbol nuestro de cada día.
Libro y pico
Van Basten nunca conoció San José y otras historias insólitas del futbol uruguayo (Editorial Tajante, 2024), es un libro de verdades, que habla de la verdad. Sus 27 textos contienen anécdotas y cuentos de situaciones que pasaron, algunas más conocidas o contemporáneas, otras que se saben más bien dentro del nicho futbolero y, por eso, está bien que se cuenten hacia afuera.
El fútbol uruguayo está lleno de historias insólitas. Miguel Méndez, el autor, profundiza en varias de ellas y captura o logra transmitir la esencia de un país que goza y sufre por el deporte. Las historias narradas en 250 páginas son una muestra de cómo el fútbol trasciende lo deportivo para convertirse en un símbolo de identidad nacional (sin juicio de valor, pero que nos refleja o nos deja expuestos ante los ojos del mundo).
Este es el tercer libro de Méndez, después de publicar, también con Tajante, Beckham nunca conoció Durazno y El quinquenio de los chicos. Obviemos este último, que habla sobre la época que transcurrió entre 1987 y 1991, donde Defensor (que se llamará Defensor Sporting en 1991), Danubio, Bella Vista y Progreso ganaron el Campeonato Uruguayo, y partamos desde Beckham, porque ahí es el comienzo de esta historia (que ya se parece a una saga y ojalá continúe).
Reunir estas historias, que en total suman 60, 33 en el primer libro y 27 en Van Basten, parece tener un hilo conductor y es el humor, humor en el más amplio concepto de la palabra; tan así que no hay texto que no saque una risa, sea por lo jocoso, por lo absurdo, o por lo llamativo o ridículo del caso. Hacer reír con letras es un riesgo donde suele haber más para perder que para ganar, pero Méndez sale bien parado de esa, igual que Jorge Pepe Manicera cuando, siendo zaguero, salía de su propia área tirando un caño o un amague.
Pero como no sólo de risas se vive, también hay que decir que en este libro hay una evolución en el trabajo sobre los textos, bastante más profundo que en Beckham, donde el autor le da más vuelo narrativo a las historias, centrándose en ellas pero también dejando ver qué pasaba alrededor de ellas, panorama que da información y pone en contexto a la hora de los cuentos.
A modo de ejemplo o síntesis, decir que la historia que le da nombre al libro y también lo abre, es genial. Habla del Tito Borjas de los 2000, cuando el club oriundo de San José tuvo un empresario que, entusiasmado por sus amigos y con mucha guita, armó un equipazo por donde pasaron, además de lo mejor del medio local, El Mago Fabián O´Neill, Alfonso La Guacha Domínguez, Julio De Souza y el gran Ruben Paz. Uno puede enterarse ahí de que Ruben Paz, crack entre los cracks, sentía admiración por Van Basten; y como para el dueño del cuadro Ruben era su debilidad, hizo todo lo posible para traer al delantero neerlandés (que ya se había retirado hacía años tras una rebelde lesión).
Ya lo dice el título: Van Basten no estuvo entre los maragatos, pero los pormenores de la historia son buenísimos y hasta aplican al canon del realismo mágico. Hay una parte de esa anécdota que se cuenta así en las páginas: “El entusiasmo era tan grande como la incredulidad. Un tipo que había sido una de las mejores figuras en el Milan de Silvio Berlusconi podría llegar a calzarse la camiseta de un club con 130 socios. En un mundo normal este contraste no tendría sentido”. Fútbol uruguayo: fuera de lo normal.
Pasando al resto del libro, en el podio de las historias pongo en el puesto dos a la que involucra a Pablo Javier Bengoechea y Enrique Pelado Peña, compañeros y amigos en Wanderers, situación que no le impidió a Peña matarlo a patadas a Bengoechea, no una sino varias veces, aunque la primera, cuando el Profesor jugaba en Sevilla y Peña lo surtió desde que entró hasta que terminó porque le habían dicho que el Betis, clásico del Sevilla, podía interesarse en él, es una historia descacharrante; en tercer lugar me permito poner dos historias (como en algunos deportes olímpicos, cuando premian a tercero y cuarto con medalla de bronce para cada uno): el cuento de cuando un cura levantó una huelga en el fútbol uruguayo y la historia cuando el gobierno dictatorial inventó el Torneo Nacional de Fútbol de Jóvenes Uruguay 86, campeonato donde jugaron 536 equipos de todo el país y donde Paso de los Toros se consagró campeón en final jugada en el estadio Centenario: una locura.
Elijo cuatro de 27 y bien pueden gustar otras, por ejemplo, la historia de Ruben Morán, el campeón olvidado de Maracaná; cuando Nacional inventó una moneda propia después del quiebre de la tablita; el día que Peñarol no quiso un jugador por carilindo; el clásico que terminó con varios a las trompadas y, después, durmiendo tras las rejas; cuando Maradona coqueteó(?) con Bella Vista de Paysandú y Caniggia con el papal montevideano; cuando Progreso compró a Fabian Césaro y lo pagó con alambre; o la de los dos cantantes de música tropical uruguaya que jugaron en el fútbol uruguayo, entre otras.
Una apuesta literaria
En el mismo momento que salió Van Basten nunca conoció San José, la editorial Tajante sacó también la reedición de Beckham nunca conoció Durazno.
Consultado sobre la decisión, Mateo Arizcorreta, escritor, editor de Tajante, dijo a la diaria que “la reedición de Beckham es un proyecto que teníamos pensado desde que se agotó su segunda edición hace un par de años. Es un libro que nos encanta y en el que creo que se encontró una voz y un estilo para narrar historias futbolísticas. A su vez, en Tajante tenemos un catálogo acotado y nos interesa que los libros trasciendan el momento inicial en el que son novedad. Eso también explica su regreso a las canchas”.
Es una muy buena apuesta y se saluda como lo hacen los capitanes en la mitad de la cancha. La apuesta, también, viene con un cambio de diseño para la reedición del Beckham..., donde el diseñador, Joaquín Rodríguez Frau, emparentó conceptualmente a los libros. Arizcorreta comentó que la idea fue generar “un diálogo visual entre ambos libros, sugiriendo que son parte de un mismo tronco”. Además, se revisó y corrigió el texto original, y se unificó el diseño interior de los dos libros”.
Las tapas son buenísimas, con Beckham y Van Basten como jugadores de futbolito, atravesados por el fierro que termina en la manija que mueven las manos que hacen o atajan los goles, reflejo o evidencia de que las historias de nuestro fútbol parecen reales, pero son de ficción y que, más allá de lo que cuentan, cada uno maneja como puede y les da su propio significado.
Entonces, ¿te imaginás nacer en Europa y no tener la posibilidad de comprarte los dos libros a la vez? No seas malo. Háganse un favor y gocen estas historias de nuestro fútbol uruguayo.