River Plate le ganó en el Monumental a Nacional 2-0, con goles de Claudio Echeverri y Facundo Colidio, uno en cada tiempo, y asumió el liderazgo absoluto del grupo H de la Libertadores con 6 puntos; con 3 lo siguen los tricolores y Libertad de Paraguay.
River Plate batió la gaseosa y la fue abriendo de a poquito. En la tribuna iban al mismo ritmo, chorreando algo de espuma y soltando la efervescencia, como un autito de fricción. El partido fue conversado desde la previa y pasó el diálogo a la cancha una vez que empezó y Luis Mejía se cruzó con Miguel Borja. Los jugadores se tocaron como avisando. A Nacional le costó el arranque. River ejerció la presión de una botella de cerveza agitada. A los diez minutos ya contaba dos llegadas y dos respuestas de Mejía, el panameño que es una estampita en los tricolores.
River puede jugar bien o mal, puede tener una buena racha o una mala, puede extrañar a Marcelo Gallardo o resistir a Martín Demichelis, pero cuando River es River hay una estirpe en juego. Pablo Solari se sacó uno de arriba y exigió, como midiendo al panameño. La segunda fue del muchacho Rodrigo Aliendro. El panameño Mejía sostuvo al cuadro en los primeros minutos mientras Nacional se acomodaba en un Monumental colmado.
El Diablito Echeverri quebró el relato. Pateó de lejos y convirtió el primero. Confirmó –como cada día– que es un crack y rompió el estudio, la estrategia y la táctica. Como tantos olvidados en partidos de barrio, abrió el score y fue diferente. El gurí de los brillos al que adquirió Manchester City hizo una de billar para vencer la estirada del arquero, que era figura de la visita.
El equipo uruguayo a los 23 minutos entró en partido. Agarró la pelota, se puso el overol y se acordó de que había marcado tarjeta hacía rato. Alexis Castro, en el medio de la cancha, empezó a tratar la pelota. Nacional pudo tejer unos triángulos desde el pie de Castro y con la fiereza técnica de Mauricio Pereyra. Lucas Sanabria terminó de lavarse la cara. Christian Ebere, que vivía un sueño, tuvo dos consecutivas: una que pareció más fácil de lo que fue, otra en la que demostró la destreza de una vida lejos de casa.
Cuando a River lo atacaron, se sintió incómodo. Demichelis se tomó la quijada. El Chino Álvaro Recoba se ajustó la campera y percibió que el equipo había entrado en el juego. El 1-0 no se emparejaba con el trámite, pero las cosas que hacen los cracks no se emparejan con el trámite ni con el contexto. Nacional y River jugaron un gran partido en un teatro impecable.
Querer y no poder
Para el segundo tiempo, la misma fórmula: River Plate al asedio, Nacional sosteniendo y curtiendo la confianza. En cada pelota quieta podía pasar de todo. En cada pelota en movimiento, lo mismo. Con alta factura, Nacional y River miraron al banco para buscar una sorpresa, la superioridad categórica de River o la astucia y temperamento tricolor.
Nacional quiso todo el tiempo. River fue un reloj que te maltrata. Supo cuidarla cuando Nacional necesitó respirar. Era difícil controlar al nigeriano Christian Ebere. Recoba lo buscó porque vio los déficit en River Plate: los agujeros de la perfección, los quiebres de la foto, lo frágil de la estampa.
Demichelis hizo lo propio en el banco de los suplentes millonarios. Recoba también mandó a Jeremía y al paraguayo Federico Santander. Lo quiso el Chino. Jugó un partido inteligente e intenso. River jugó un partido prolijo, aunque no fue de sus mejores funciones. Le alcanzó para agarrar la pelota al final y terminar por enfriar todo con un gol de Colidio en los descuentos. Una jugada colectiva puso la rúbrica del local, que se llevó el partido.