River Plate y Progreso jugaron un intenso partido en el Prado, en una hermosa tarde gris montevideana. El gaucho del Pantanoso fue implacable en el primer tiempo, pobló la tribuna que da a la calle 19 de Abril y llevó la bandera de los sartenes. Como si hasta llevaran la ropa colgada en los techos del barrio, el mate de la vecina, la frecuencia fantasma del 89.
El equipo de Carlos Cannobio jugó un partido inteligente ante un equipo que también lo es, y en diez minutos pareció sentenciar todo ya que a los seis minutos Ignacio Lemmo robó una pelota en salida y tocó para que Alex Silva, el futbolista que viene siendo figura, convirtiera un golazo con un tiro cruzado.
A los nueve, tras otro error en salida, como en un cuaderno de matemáticas, Progreso alcanzaría el segundo, pero el VAR empezaría a jugar su partido ya que lo anuló por un empujón callejero, casi un reflejo físico. Algo que es parte del baile, pero aquello cambió el juego.
El darsenero de Ignacio Ithurrale aplicó a un trabajo colectivo que partió de la experiencia de Yonatan Irrazábal. El arquero dirigió los hilos. Es cierto que River tuvo varias bajas por las suspensiones tras el lío con Defensor Sporting, pero aquello pareció suplirse con orden y una sistematización de las ideas que es producto del ensayo.
Progreso aplicó una presión que confundió a los locales, que no soltaron la idea de jugar con triángulos desde abajo, como un castillo de naipes. Todas las cartas en Faustino Barone. Y en Joaquín Lavega, el corazoncito del cuadro latiendo, una banderita su cabellera.
River, por persistir, terminó por creer. Se arrimó al arco, que es como la casa de Nahuel Suárez. Otra vez por las pantallas cobraron penal. Fue en un centro que peleó Thiago Galetto, el capitán de los anfitriones. El darsenero cayó en el área y el VAR confirmó un codazo que el árbitro consideró penal. Lavega, desesperado por besuquearse el escudo, resolvió la situación como un trámite, y empató el partido. River mereció por insistir. Se emparejaron las nubes de los técnicos y adentro un remolino en el medio que terminó con el primer tiempo.
Con el complemento llegaron los cambios. Primero fue Ithurralde el que refrescó la casa. Minutos después de estudiar el panorama fue Cannobio el que sacudió la energía. El partido pareció bajar en intensidad, y es que ambos pensaron en cuidarse. El reloj corre al revés para todo el mundo. River Plate y Progreso jugaron un partido gris y húmedo. Y en una jugada acrobática en el área le movieron el globo a Norman Rodríguez, que estaba convencido de reventar todas las nubes al mismo tiempo, y cometió penal que Franco López transformó en el segundo para el delirio de toda La Teja.
Sin embargo, River destapó el partido como una botella cuando nadie lo esperaba. Hilvanó una más, es que River siempre quiso según el pizarrón de Ithurralde. Fiel a su estilo y con la banderita en Lavega, llevaron la pelota por un lado para que Facundo González la terminara por el otro en un gol que nunca olvidará.
La cosa volvió a entreverarse, fue un recreo de dos escuelas a la vez. Por momentos, un grillerío. Se fue oxidando el partido, pero pudo ser para cualquiera. Progreso mantiene el invicto, es sensación, invita a verlo de local, con toda la fiesta, frente a Liverpool en la próxima fecha.
River demostró que en el ensayo puede encontrar la llave que suplante los nombres. Progreso y River jugaron un gran partido en el que los premios se repartieron al final.