Andrés Bartel ya juntó un montón de figuritas, algunas repetidas, otras complejas. Le queda la dorada para completar el álbum: arbitrar en los Juegos Olímpicos. París 2024 es el anhelo, está cerca, resta pasar el último filtro. El uruguayo está seleccionado dentro de los 32 jueces que impartirán justicia en los clasificatorios mundiales que definirán los últimos cuatro boletos a la cita máxima del básquetbol. Tras ese torneo, cortan a dos árbitros y los 30 restantes harán de las suyas en la capital francesa.

Bartel ya participó en dos mundiales (2019 y 2023) y en muchísimos certámenes importantes a nivel continental. Está catalogado por FIBA como el mejor uruguayo en su rubro y es considerado un especialista en el manejo de situaciones: “Aprendí a escuchar antes de reaccionar”, contó.

Trabaja en una ferretería y alguna vez fue agente turístico. Ahora viaja siguiendo el silbato y lo disfruta, incluso siente que es “más sencillo hacer una final de Champions que un partido de playoffs en Liga Uruguaya”.

¿Cómo estás viviendo el proceso?

Lo trabajo de manera natural, preparación física y técnica de cara a los clasificatorios y los Juegos Olímpicos, es todo el mismo programa. Voy disfrutando, estoy tranquilo preparando el día a día. Falta, no está nada dicho. Voy a hacer toda la preparación como si estuviera nominado y luego dirán si quedo en el grupo final.

Los Juegos Olímpicos son la competencia más importante del básquetbol. ¿Representan un desafío máximo para vos?

Es el conjunto de los mejores atletas de cada disciplina. No hay límites de edad como el fútbol, por ejemplo. Van los mejores. En el Mundial la cantidad de clasificados es mayor, se reparten por continente, a veces no llegan todos. Además, históricamente, la final masculina de básquet es el evento mayor de los Juegos Olímpicos. Con los árbitros pasa lo mismo, al Mundial van más y la meta es más alcanzable. Acá el desafío es complejo, son menos equipos y eso hace muy selecto al grupo arbitral. En lo particular es el evento que me falta en mi carrera, alcanzarlo sería lo máximo.

¿Qué sentís que te llevó a ser considerado?

Mezcla de trabajo y constancia. Por recepcionar, entender y aplicar lo que piden. No me creo superdotado, me volví confiable en la disciplina, pero sigo cometiendo errores de apreciación, de concepto o de manejo. Las evaluaciones marcan que me equivoco cada vez menos o mis errores son más aceptados. Eso me ayudó a estar en los puestos de avanzada a nivel continental y responder de buena manera fue una carta de presentación para dar un paso extra.

Hace unos años dijiste que si alcanzabas los Juegos Olímpicos, te retirabas ¿Lo seguís pensando?

Nosotros podemos arbitrar hasta los 50. La posibilidad me agarró joven, con 41 años, en plenitud física. Estoy mejor que hace diez años, conozco más mi cuerpo. Alcancé dos mundiales, tengo la posibilidad de París y me quedan casi diez años de carrera. ¿Por qué dejaría? Por vago o por no entrenar más. Tengo la meta de seguir mínimamente cuatro años más a nivel local para llegar a 25 de carrera. Eso acompaña un nuevo ciclo olímpico con otro Mundial en el medio. Así que esa declaración inicial la puedo cambiar, luego veré cómo me siento y si responde el físico.

Con experiencia

¿Qué te dejaron los mundiales?

El de China en 2019 me tomó por sorpresa, tenía tres años de árbitro internacional. Lo viví con mucho nerviosismo: la preparación, los vuelos, los viajes, cada partido. Estaba muy pendiente a la devolución de los instructores. Lo disfruté, pero también lo padecí un poco. Fue un torneo de aprendizaje, no tuve grandes errores, cumplí la meta. El segundo, que fue el del año pasado en Asia, me agarró con otra madurez. Me fue muy bien, me llegaron a designar como árbitro principal, que no es poca cosa en este nivel. Estás encargado del comando del equipo, las decisiones en el monitor, conectado a un micrófono por el cual hablás para todo el estadio y la televisación del mundo. Cuando me designaron para España-Canadá, que era un partido muy importante para la clasificación a la fase final, vi que evidentemente había confianza en mi trabajo. Las cosas de la vida hicieron que ese día me levantara con mucha fiebre. En FIBA si no estás 100%, tenés que comunicarlo, no se dejan cosas libradas al azar. No pude arbitrar y me tocó volverme.

¿Impresiona arbitrar a estrellas de primer nivel?

Vas perdiendo la humanidad, lo naturalizás. No dejan de ser seres humanos, más allá de que tengan un amor propio particular, con ansias de ganar excesivas que los hacen ser estrellas. Hay que respetar la trayectoria sin dejar de controlar la situación. Hubo algunos que me sorprendieron para bien y me ayudaron a frenar a compañeros que estaban pasados. La espectacularidad del juego la disfruto mucho, me gusta vivirlo adentro. A veces en la liga nuestra me sale decir algo y se me nota en la cara.

¿Qué decís en esos momentos?

Ah, los felicito. Le digo: “Pah, qué golazo” o “Qué buena asistencia”. Es natural salir de la estructura. La parte humana. Los árbitros somos manejadores de situaciones. La aceptación con el jugador y el entrenador te simplifica la tarea. Errores voy a tener, pero sin la aceptación el partido se vuelve conflictivo. El acercamiento con el otro, siempre manteniendo la distancia, hace que el respeto sea mutuo y todos aceptemos el rol del otro.

Cuando viajás por trabajo, ¿te da para conocer desde lo turístico?

Algunos torneos lo permiten, otros no. En el último Mundial me tocó Indonesia. Tuvimos un día libre e hicimos alguna recorrida. En China visité lugares icónicos, hubo un tiempo más de disfrute. El básquetbol me dio muchas posibilidades que de otra forma no hubiera tenido, como visitar la Gran Muralla o las pirámides en Egipto. Trato de disfrutar y conocer lo más interesante de cada ciudad.

¿Cómo trabajás la confianza a nivel internacional con colegas que conocés poco?

A nivel local, por más que a mis colegas los conozco más y tengo más confianza, es más difícil. Los niveles son distintos. Se hace complejo estar en la misma sintonía y a veces entramos en lo que se llama dualidad de criterios. Es producto de la preparación y el crecimiento, es normal que los más jóvenes vayan errando y corrigiendo, como a todos nos pasó en el camino. Para que haya equilibrio en el juego tenemos que estar todos en la misma sintonía y eso pasa a nivel internacional, independientemente de si nos conocemos personalmente o del país del que venimos. FIBA se encarga de que todos tengamos el estándar mínimo. De ahí para arriba lo que el árbitro quiera agregar es aceptado, de ahí para abajo, nada. Trabajamos distintos tópicos semanalmente. Para mí es más fácil arbitrar afuera, incluso el nivel de juego ayuda. Arbitrar en Uruguay es complicado, me resulta más sencillo hacer una final de Champions que un partido de playoffs en Liga Uruguaya.

Plano local

¿Cómo ves el nivel arbitral en Uruguay?

Tenemos de todo. Estamos en el aceptable de acuerdo a la competencia que tenemos, en eso soy muy crítico. Seguimos teniendo problemas de infraestructura, partidos que se suspenden, relojes que demoran. La Liga Uruguaya tiene el arbitraje que por ahora merece. Se puede mejorar bastante. No acoplarnos nosotros al nivel del torneo y emparejar para abajo; debemos levantar la vara y estar por encima de la competencia. A nivel internacional se pide que el arbitraje esté por arriba del juego para tener todo controlado, en Uruguay estamos al mismo nivel. Hay que dar un pasito más. Muchas veces los juegos acá empiezan y terminan, pero no hay control de los mismos.

¿Cómo se mejora?

Ahora Richard Pereira, como director del Departamento Arbitral, está trabajando bien. Históricamente se hizo muy poco. Los árbitros tienen que ser independientes de la toxicidad del ambiente. Te pongo un ejemplo claro sin dar nombres: este año tuve un problema con un equipo y no le arbitré por medio año a pedido del club. A veces un árbitro queda frizado por hacer las cosas bien porque a alguien no le gustó su trabajo. Eso hace que los más nuevos eviten conflictos para no quedar parados. Son cosas que tenemos que cambiar, las tienen que entender todos. Otra cosa es que los veedores tienen que estar capacitados y por encima de los árbitros para dar una devolución, a veces se consultan uno con el otro sobre situaciones de juego. Están al mismo nivel y no debería ser así, con esto no dejo de reconocer que el cuerpo de veedores lo hace muy bien y con un montón de sacrificio. Es un proceso, hay que seguir.

¿Sentís que tus compañeros te toman como referente?

Sí, es un placer. Me gusta que me llamen para preguntarme cosas o pedirme una opinión. Es lo que te queda. No lo hago para ser referente de nadie, es algo que se da naturalmente y lo disfruto. Trabajo para hacer una diferencia personal. Si a alguno de mis compañeros le gusta copiar alguna cosa, bienvenido, yo también lo hice en su momento. Es parte del camino.

¿Cómo es el pospartido?

Miro todos los partidos que hago. A veces me cuesta dormir. Si hice un mal partido y me acuesto como si nada, es que realmente no me importa, me sigue generando sensaciones ir a arbitrar. La experiencia te permite asimilar de otra manera el fracaso. Por más que pueda tener espalda, no deja de ser una marca el error. Mientras más arriba estás, la gente permite menos equivocaciones. El error es parte de la vida y nadie pasa a ser mala persona. Internamente tengo aceptado que uno o dos por partido voy a tener. Trato de que sean lo menos negativos posibles para el juego.

¿Qué te dio la experiencia para evolucionar en tu carrera?

Lo que más cambié fue mi temperamento, aprendí a escuchar antes de reaccionar. Si me hablaban de mala manera, respondía igual y eso generaba más conflicto. Me trajo muchos problemas. Lo aprendí a controlar, me noto más tranquilo y receptivo. Marco los mismos límites sin ser agresivo. A veces escucho al jugador, dejo que se liberen porque entiendo que vienen con la energía del juego. A mí no me cambia que la tribuna me grite “Mirá cómo te está hablando”. Me interesa que el otro llegue a la calma y segundos después entienda. Eso es mucho mejor que una falta técnica. Me volví muy bueno controlando situaciones, eso me hace el destaque a nivel internacional. Lo aprendí acá, siempre digo que soy producto del básquetbol uruguayo.