Cualquier guerra es demasiado larga. Por más que haya sido “de seis días”, igual fueron demasiados; siempre lo son. Lo que se vive ahora en Palestina lleva mucho más de seis días de muerte y destrucción en Gaza. Pero hace 57 años otro conflicto, o mejor dicho otro de los tantos episodios que ha tenido el actual conflicto, tuvo en vilo al mundo. Seis días que tienen consecuencias hasta hoy.

El 5 de junio de 1967 Israel lanzó un ataque aéreo sobre Egipto y otros países árabes vecinos: Siria y Jordania, y comienza la Guerra de los Seis Días. El 10 de junio Israel es vencedor del conflicto, y el botín de guerra incluye a Cisjordania, la península de Sinaí, los Altos del Golán y la Franja de Gaza. El Estado de Israel pasa de tener 20.000 km² ocupados a 102.400 km². Su parlamento acordó que el 23 de junio se anexaba la zona árabe de Jerusalén y que toda la ciudad quedaba bajo control de Israel.

Un par de meses después —en agosto— Jerusalén sería sede del noveno Campeonato Mundial Juvenil de Ajedrez. Algunas federaciones pidieron que se suspendiera. Pero el evento siguió adelante según lo programado, aunque varios países prefirieron no enviar representantes. Por eso sólo 19 jugadores concurrieron al torneo. El Campeonato Mundial de Ajedrez Juvenil es sub 20 y lo organiza la FIDE, algo así como la FIFA del Ajedrez. Y se nota que, como ahora, la pelota sigue rodando pase lo que pase, los peones siguen marchando al frente, por más guerra, por más muerte que haya.

El representante de Uruguay: Carlos Cabezudo

Los 19 participantes de la edición de 1967 se dividieron en tres grupos, y los tres primeros finalistas de cada uno avanzarían a la Final A, donde pelearían por el título. El resto por las posiciones inferiores pasarían a la Final B.

En el cartel del fixture del grupo preliminar 3 se destacaba una presencia inusual, una banderita nunca vista en esa competencia, parecida a la de Grecia, pero con un sol: había un participante de Uruguay. Al lado de la bandera aparecía el nombre: Cabezudo, Carlos Federico. Por primera vez participaba un representante de nuestro país en un torneo mundial de Ajedrez.

Uruguay no tenía una gran tradición en el juego de las 64 casillas. Argentina, algo Brasil, y países de Centroamérica, como Cuba y Puerto Rico, eran lo más destacado por estos lugares. Basta recordar que el único campeón mundial de ajedrez latino fue el cubano Raúl Capablanca. Casualmente, en ese año, salía en Cuba una revista llamada Jaque Mate. En un número especial tenía la siguiente frase en la tapa: “En este momento de confrontaciones mundiales que se deben a sistemas ideológicos muy distintos, el ajedrez puede y es capaz de aglutinar a gentes de países diferentes con sistemas diferentes”. La firma de esa frase era de Ernesto Che Guevara, gran aficionado al “juego ciencia”.

No se esperaba gran actuación de nuestro representante, dadas las grandes diferencias que había tanto en tradición como en preparación para esos torneos. Carlos era un jovencito de 19 años, del interior, nacido en Soriano, que fue bicampeón departamental de Paysandú, en 1964 y 1965, mientras estaba en el liceo, y vicecampeón nacional juvenil. De jugar torneos en el interior saltó a representar a Uruguay en un mundial en la conflictiva zona que había estado pocas semanas antes en guerra.

Carlos perdió el debut contra el representante de Dinamarca, que tuvo la ventaja de jugar con blancas. En la segunda fecha tuvo libre. Luego pierde con el puertorriqueño nacido en Argentina, Julio Kaplan. Carlos jugó con la ventaja de las blancas, pero ese día perdió contra el que será luego el campeón del mundo juvenil.

En la cuarta fecha cae jugando con negras contra el norteamericano, y en la siguiente, otra vez con blancas, pierde contra el representante de Rumania. En la sexta rueda pierde contra el de Israel, y en la ronda final logra su único medio punto,1 al empatar con el representante noruego. El grupo es ganado por Kaplan y nuestro representante termina en la última posición.

Carlos queda, entonces, en el grupo Final B que no pelea por el título. Tendrá nueve rivales: pierde con el noruego, le empata al de Finlandia, y en la tercera ronda se enfrenta nuevamente al danés, Jensen, con quien ya había perdido.

Carlos jugó con negras. Jensen comenzó con la “Apertura de peón de Dama”, eso significa que movió el peón que está frente a la Dama dos casillas hacia delante. Carlos jugó Cf6, moviendo uno de sus Caballos en lo que se llama la “Defensa India”. En la cuarta jugada Carlos ya le come el primer Peón. Ambos pierden sus respectivas Damas, las piezas más fuertes, en lo que se llama un “Intercambio de Damas”. En la jugada 22 Carlos ataca con su Alfil al Rey y, al defenderlo, el danés descuida su Torre. Carlos se da cuenta, le come la Torre y Jensen se rinde... es la primera victoria en la historia de un jugador uruguayo en un mundial de Ajedrez.

Luego el uruguayo pierde —nuevamente— contra el israelí, contra el de Austria y con el norteamericano, hasta que se cruza con Nikolaos Skalkotas de Grecia. Otra vez, Carlos con las negras. Eso significa que el rival comienza. Mueve c4, el Peón delante de su Caballo, en la llamada “Apertura Inglesa”. Carlos contesta nuevamente Cf6 —como contra el danés— otra vez la “Defensa India”. En la quinta jugada Carlos le come un Caballo pero pierde un Alfil. Hace “enroque” para proteger a su Rey, se da una lucha por el centro del tablero donde ambos pierden varias piezas, y en la jugada 33 Carlos logra comerle una Torre, pasando a tener mejor posición. Intercambian Damas, Carlos pierde una Torre, pero pone en jaque al Rey enemigo con un Caballo. Al verse en desventaja, el griego se rinde. Carlos logra su segunda victoria en el mundial.

Se despide del torneo perdiendo con el suizo y el australiano, y termina antepenúltimo. Pero es una gran actuación. Logra dos triunfos, y ser el primer uruguayo en disputar un mundial oficial de Ajedrez. Jorge Buscio jugará este mismo torneo en 1971 y recién en los 90 los uruguayos serán más asiduos a este torneo. Carlos fue el precursor.

De Mercedes al mundo, del mundo a ¿Dónde está?

Carlos Cabezudo, Popeye como le decían, había nacido en Mercedes, Soriano, el 27 de abril de 1948. De adolescente jugó en el Círculo de Ajedrez de Mercedes. Supo ser, con 16 años, campeón juvenil invicto de Mercedes. Fue bicampeón de Paysandú en 1964 y 1965. Antonio Ortiz, un par de años menor que Carlos, comenzó a jugar al Ajedrez cuando estaba en primero de liceo, como parte de una materia optativa. En los años 70 conoce a Carlos, pero lo hace cuando se integra al mismo grupo político en el que Carlos militaba. Recuerda haberlo visto jugar: “Yo lo vi jugar algunas partidas, en ese momento había mucha actividad en el Círculo de Ajedrez de Mercedes, había tres categorías, como 40 o 50 jugadores. Pero con Carlos lo que más compartía era reuniones políticas”.

Antonio, que cae preso pocos meses antes del golpe y recupera la libertad en 1977, es el que me cuenta cómo clasificó Carlos al Mundial: “Yo conozco la historia porque me la contó él. Salió vicecampeón nacional juvenil en Montevideo. Fue un torneo donde participaron ajedrecistas de varios lados y él salió segundo. El campeón de ese torneo, que era de Montevideo, no pudo ir. Entonces acá, en Soriano, empezó, la gente del Círculo de Ajedrez, a hacer una colecta para que Carlitos fuera a Israel. El tema es que se consiguió la plata para llegar —solamente— hasta Holanda. Sin embargo, había un contacto con el embajador uruguayo en Holanda, que fue el que le consiguió el pasaje para concurrir a Israel, pero no había plata para que volviera. Así que tuvo que trabajar, incluso estuvo en un kibutz trabajando. Al final logró tener contacto con un barco y terminó viniendo como marinero, casualmente él, que lo conocíamos como Popeye. Como jugador era activo, de ataque. Por el año 72, que fue el año en que jugó su último torneo importante en Mercedes, su principal rival era el profesor Lincoln Maiztegui Casas. Carlos salió campeón de ese torneo”.

Por aquellos años existía la Federación de Ajedrez del Litoral Argentino Uruguayo (FALAU). Carlos jugaba torneos contra gente de Concordia, Gualeguaychú, Colón, siempre con actuación destacada.

Luego del Mundial, viene a la capital y estudia en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. Hasta hace pocos años, una mesa de ajedrez estaba siempre en la puerta de dicha facultad. Con varios compañeros comenzó a ir al Círculo Universitario de Ajedrez, que estaba en el Palacio Díaz, en 18 de Julio casi Ejido. De ese club lo conoce el escritor y docente Mauro Barboza, que me cuenta: “Coincidimos en un par de torneos cuando él llegaba con la aureola de juvenil promisorio, principios de los 70. Era un joven cordial, callado y sencillo. Cómo jugador más técnico que intuitivo. Luego le perdí un poco el rastro, creo que se trasladó al interior para trabajar como profesor de Matemáticas”.

Profesor de Matemáticas y de Dibujo en Mercedes y en Rocha; Carlos se hace militante del gremio de docentes y del Partido Comunista Revolucionario. Cuando la represión se hace fuerte contra integrantes de ese grupo en 1973, es uno de los tantos que se exilia en Argentina. Es requerido por el Ejército uruguayo en agosto de ese año pero no logra ser capturado. En abril de 1977 se convierte en padre de una niña, Virginia. A fin de ese año entraron a su casa en la madrugada agentes vestidos de civiles, armados como para guerra. Ya sabemos cómo terminó eso: saqueo de la casa, rompieron todo, se llevaron a todos...

Carlos y otros detenidos con él esa noche, Juvelino Carneiro y Carolina Barrientos, fueron vistos en varios centros de torturas, como “Pozo de Banfield” y “Pozo de Quilmes”. Puede que se lo haya traído al otro año a Uruguay en forma clandestina porque algunos sobrevivientes han declarado verlo en “La Tablada”. Carlos sigue desaparecido. Juvelino y Carolina también.

De quien se encontraron sus restos en el Batallón 14 de Toledo fue de Julio Castro, el maestro detenido el 1 de agosto de 1977. Es parte de la lista de trabajadores de la educación detenidos desaparecidos, Como Carlos Cabezudo. Por eso cada 1 de agosto se recuerda especialmente a los trabajadores y trabajadoras que abrazaron la educación y creyeron en ella como una herramienta más, quizá no para cambiar el mundo, pero al decir de Paulo Freire, sí para cambiar a las personas que van a cambiar el mundo. Y justo en agosto, pero hace 57 años, Carlos representaba a Uruguay en un Mundial juvenil.

Aunque todavía se quiere saber —y se sigue preguntando— dónde está Carlos Cabezudo, sabemos que un poco de él está en su hija Virginia. Cuando el primero de agosto de 2014 se puso una placa recordatoria en el patio del Liceo N°1 de Mercedes, donde Carlos dio clases, Virginia se hizo presente y dijo en un medio de prensa: “Siempre me imaginé sentada con él jugando ajedrez, una pasión que le pasó al nieto que es muy bueno en ajedrez”. Iván, su nieto, tiene hoy 20 años.

Un poema que se puede leer en una web de la Comisión Memoria, Justicia y contra la impunidad, de Soriano, dice:

“El salón está vacío y silencioso. El tablero espera ansioso la jugada. Falta su mirada, detrás de los lentes gruesos; su largo caminar, de zapatos negros y pantalón de vestir. El Profe no está más. El salón está lleno de preguntas: ¿dónde están?, ¿dónde están?

Caminamos, miles y juntos, en marchas por la justicia. Nuestras miradas se encuentran en busca de la verdad; nuestras manos se cruzan en mañanas de piedra sobre piedra. La memoria, hace jaque mate al olvido”.

Aquí una de las cosas lindas del ajedrez: todas las partidas oficiales están guardadas. Y uno puede revivir cada partido. Saber qué movió Carlos, qué jugada pensó, cómo se defendió en el siguiente movimiento. Ponerse en el lugar de Carlos y pensar qué jugada preparó o imaginar qué podría haber hecho. Estar en su lugar por un ratito. Ser Carlos frente al tablero. Ver moverse las piezas como las movió él. Rescatar esa partida del olvido hoy le da vida.


  1. Se les da un punto por partido ganado y medio por empate.