La emoción del fútbol podría ser el eslogan de cualquier emisión radial. El partido fue un electrocardiograma no apto para hipertensos. Seis goles en total y dos en los descuentos del segundo tiempo. De la euforia al dolor para los darseneros y de la frustración a cierta tranquilidad para el tricolor, aunque no pudo aprovechar el traspié de Peñarol para descontar en la Anual.
Nacional empezó mejor y rápidamente se puso en ventaja con anotación de Antonio Galeano, pero el equipo de Martín Lasarte no pudo plasmar en el resultado la diferencia que ejerció en el juego en los primeros 30 minutos. River Plate fue una aplanadora en el cierre e iluminado como el Saroldi consiguió darlo vuelta; primero Joaquín Lavega de penal y después Nicolás Ojito Rodríguez en contra en una jugada poco creíble.
En el complemento, Nacional cambió el planteo y, también de penal, logró el empate en el primer gol de Nicolás Diente López en el regreso a su casa. Parecía que lo ganaba el locatario cuando Joaquín Zeballos a los 93 minutos desató la algarabía, pero la frase cuenta que el fútbol da revanchas y el Ojito, que en ese mismo ángulo había anotado un gol para al rival –y exequipo–, puso el empate en la última del encuentro.
Partidazo por donde se lo mire, desde el clima en las tribunas, el estado del campo, el estreno de la red lumínica que posiciona al Saroldi como un escenario de calidad y el juego que regalaron ambos equipos.
Cambiaron dominio
Pelota al piso en el excelente gramado. Nacional arrancó intenso al toque corto y mucho movimiento de los hombres sin balón. Mauricio Pereyra lo manejó todo, se jugó a lo que a él se le antojó. De hecho, el gol que quedará inmortalizado como el primero de la cancha iluminada arrancó en combinación por el carril central de los que más saben: Pereyra y Diego Zabala; Didí abrió a la zurda para la llegada arrolladora de Gabriel Báez, que con centro certero al segundo palo encontró la cabeza de Antonio Galeano; el paraguayo le ganó la cuereada a Valentín Amoroso y conectó de forma potente.
Con la ventaja a su favor, Nacional continuó jugando en campo rival con más ilusión en las intenciones que efectividad para concretar. Insólitamente, la más clara la tuvo Diego Herazo cuando fue a presionar a Fabrizio Correa, el rebote pudo salir con dirección al arco, pero esta vez la caprichosa llevó a que el tiro involuntario fuera desviado.
El partido entró en un control peligroso para los de Lasarte y, en el fútbol, un gol no es diferencia. La bomba que cantó Jorge Nasser en la previa del encuentro histórico fue encontrando la mecha y explotó la felicidad de los darseneros en los últimos 15 del primer tiempo.
Juan Cruz de los Santos se tiró más atrás y desde ahí picó para comerle la espalda a Gabriel Báez, que de tanto subir regaló metros de cancha. El campeón sub 20 ingresó al área y sobre la línea final la cedió al medio; posterior al pase chocó con Luis Mejía, que recogió las piernas para evitar el contacto. Leodán González –y el VAR que no participó con visión contraria– decidió cobrar penal en jugada de pura interpretación. A los 32, Lavega puso el empate.
De ahí hasta el final fue todo del dueño de casa. River Plate construyó por el medio para terminar por afuera; Amoroso se perdió un par. De forma insólita, en la última del primer tiempo, el Ojito Rodríguez recibió diez metros adelante del área propia, se la quiso dar a Luis Mejía, pero el pase fue tan malo que se transformó en remate certero que ingresó en el ángulo. River 2-1 a descansar, con más premio del merecido.
Lo mejor para el final
Con los ingresos de López y Diego Polenta, el equipo de Lasarte pasó a jugar con línea de tres. En los primeros 15 le costó acomodarse, hasta que, en un córner, un agarrón claro a Sebastián Coates se transformó en el penal que el Diente cambió por gol.
El empate fue un envión anímico. Empujado por su gente, el tricolor metió a River en su arco, pero no tuvo claridad en la gestación ni efectividad en la definición. Con el paso de los minutos fue desesperando caminos y regalando espacios atrás. El darsenero lo aprovechó en una contra en la que Lavega metió velocidad en un momento de ritmo cansino para encarar por izquierda y dejar solo a Joaquín Zeballos, que atropelló por el medio y definió certero. El gol fue festejado con tintes de épica. En la cancha y en la tribuna, parecía el capítulo final de una noche soñada.
Pero nunca termina hasta que termina. Y la última fue en la que Nacional rescató un punto. Tras un rebote en el palo, el Ojito anotó. El pitazo de Leodán González decretó el empate final de un partido de locos.
El punto no le sirve del todo a ninguno de los dos; Nacional no le achicó a Peñarol y River tampoco pudo arrimar su nombre a puestos de Sudamericana. La emoción del partido se irá esfumando y ahí llegará la desilusión del resultado.