En sus inicios, pese a ser un hombrecito lleno de talento y goles, comenzó a desconcentrarse un poco. Pocas ganas de entrenar y algunos bajos rendimientos. Allí apareció Sofía, que fue su ángel de la guarda para que siguiera estudiando y se enfocase en el fútbol. Desde vender tarjetas de teléfono hasta pedirles a algunos dirigentes eran las formas con las que se ganaba algunos pesitos para ir a verla. Sentía que era un privilegio tenerla a su lado, que jamás la abandonaría. Tan así, que no puede evitar emocionarse a cada momento que habla de ella ante las cámaras.
Con sacrificio, entrenamiento, goles y amor, Luis logró emigrar a Europa para volverse a ver con ella. Destino: Países Bajos. Nada fue fácil, debió perder peso, aguantó no jugar hasta estar en forma, aprendió un idioma, entrenó con las mismas ganas de siempre pese a la situación y estuvo lejos de su familia. Varias de las cosas que, si les consultamos a los que han pasado por formativas y no llegaron, seguro fueron muy difíciles de soportar. Sin embargo, Luis no abandonó.
Los minutos llegaron, goles ni que hablar y apenas tuvo la oportunidad de irse a un club gigante, ni lo dudó. Tenía ambición y ganas de mejorar. Antes de llegar al Ajax, en Groningen, Luis cuenta en su autobiografía, Mi vida, cómo hirvió aquel partido que cayeron 3-0 contra el Utrecht y el entrenador dijo: “Bueno, perdimos, pero felicitemos al jugador juvenil que debutó”. Lucho tenía 19 y estaba furioso porque tenían esa mentalidad sobre el fútbol. La ida de Groningen no fue tan fácil, pero el Pistolero siguió disparando balas.
Conforme fue pasando el tiempo, siguió forjando su personalidad. Atrevido en el buen sentido, serio y competitivo, no regalaba ni daba una por perdida; aunque fuese 3-0 arriba o abajo, nunca ibas a ver a Luis Suárez con los brazos abajo. Vivía el fútbol con gran pasión. Compitiendo en el juego ya era un hombre, pero cuando marcaba y anotaba sonreía como un niño feliz. Esa forma tan pasional y ferviente de vivir el fútbol trajo sus consecuencias, ya que a veces se cargó con el peso de que su equipo fuese perdiendo, que él tenía que aparecer o que podría decepcionar a los suyos. ¿Cuántas veces nos habrá pasado esto en nuestras vidas? Fue entonces que se frustraba y mordía. Mordía por impotencia, por querer ganar, por cumplir con nosotros.
Siguió creciendo como jugador, también hizo crecer las expectativas, devoción y emoción de la gente. En Liverpool enamoró a todo Reds apenas llegó, con goles de todos los colores obtuvo su primera bota de oro y también deslumbró a sus compañeros. Steven Gerrard hace poco dijo: “Suárez era diferente. Te daba esa sensación de que no importara contra quién jugábamos, él iba a ganar el partido. Es el mejor jugador con el que jugué. Entrenando era muy intenso, te avergonzaba”. En esa dirección, los hinchas del Liverpool, a ritmo de Depeche Mode, le cantaban “I just can’t get enough Suarez” [No puedo tener más que esto] y “He scores a goal and the Kop (popular del Liverpool) goes wild”. Llevado a nuestra jerga sería como: “Hace un gol y nos volvemos todos locos”.
En la mayoría de partidos lograba marcar o asistir. Por consiguiente, saciaba ese enojo de que las cosas no salgan, el sentimiento de frustración y que le estaba fallando a toda esa gente que se volvía loca por él. Pero como en la vida, no siempre se puede cumplir esto. Entonces algunas veces el enojo lo llevó a acciones no tan buenas. Más allá de si fueron injustos o no, Luis tuvo que aprender a convivir con eso.
Salando las heridas
La situación más difícil llegó previo a Brasil 2014 y su expectativa con la celeste, tras una fuerte entrada que ocasionó la primera lesión de su carrera y su llegada al máximo torneo del fútbol se veía imposible para varios. El orgullo y las ganas de no dejar tirado al país hicieron posible lo imposible. Suárez pudo jugar el Mundial para el cual luchó mucho durante tres años en Eliminatorias. Allí llegó entre algodones y en su debut eliminó a Inglaterra con un doblete que probablemente hayan sido los goles de selección más gritados de varios. Tras tocar el cielo con las manos, Uruguay tenía que ganar ante una Italia que seguía con chances de entrar. El partido fue cerrado y peleado, como marcan las dos identidades, bien aguerrido, podía ser para cualquiera. En el minuto 65 Luis quedó mano a mano, oportunidad hermosa para Uruguay, y definió con su tiro de tres dedos característico. Gianluigi Buffon se estiró e hizo un atajadón que gritó como un gol. La sangre hirvió, “vamos a quedar afuera y es por mi culpa”, pensó Luis, apareciendo la idea del insoportable fracaso. Suárez explica: “Algunos jugadores en esa situación habrían dicho: ‘Bueno, quedamos afuera, pero anoté dos goles bárbaros contra Inglaterra. Soy la estrella’. Podría haber pedido que me sustituyeran: ‘La rodilla me duele otra vez, anoté dos el partido pasado, hice lo mejor que pude’. Pero yo no pienso así. Quería más. Es un sentimiento muy difícil de explicar. Después de todo lo que hiciste, no querés parar ahí, querés más, no soportás la idea de fracasar”. Todo esto hacía ruido en la cabeza mientras estábamos quedándonos fuera del Mundial. El desenlace fue la tercera mordida. El pospartido fue complicadísimo para cualquier uruguayo. Se apagó enseguida la alegría de haber obtenido el pase a octavos porque nuestra mayor figura fue expulsada del torneo y alejada de todo recinto deportivo por cuatro meses. Una sanción bastante desmedida para el hecho, pero internamente Luis supo que algo debía cambiar. Gracias a una iniciativa de Sofía, comenzó terapia. Al principio, como todos, temía, pensaba que podía llegar a perder la rebeldía, el carácter y la pasión si el psicólogo le enseñaba a tranquilizarse. No quería ser un jugador que le diera lo mismo ganar o perder ni tampoco enorgullecer o defraudar a los suyos.
No quedó sueño por vengar
Con el trabajo mental, contención familiar, el apoyo del maestro Tabarez, la confianza del plantel y directivos en su nuevo club, el Barcelona, Luis salió adelante de esa dura sanción. Esa misma temporada con los catalanes conquistó Europa, la siguiente el mundo y además una nueva bota de oro marcando 59 goles en una temporada. Siguió creciendo, como jugador y persona. Cuando le tocó irse del club donde soñó estar no guardó ningún rencor y demostró con hombría, valores y goles, quién es Luis Suárez, ganando su quinta liga en siete disputadas, esta vez, con el Atlético de Madrid.
Pero más allá de títulos y goles que podría uno estar horas viendo, Luis Suárez es una persona importantísima en lo que transmite. Cayó y se recuperó infinitas veces, siempre piensa en los suyos, familia e hinchas, vive con seriedad y ambición su profesión. Felicita y reconoce a varios compatriotas en lo que hacen, ya sean deportistas, streamers o periodistas. Siendo la máxima figura de la selección, se tomó un vuelo para festejar con los campeones del mundo sub 20. Es guía y consejero de los nuevos en su rol, como Darwin Núñez y Luciano Rodríguez, por citar dos, quienes siempre expresan admiración por él. Además, se ha involucrado en causas sociales importantes como la Mutual y los derechos de futbolistas o los detenidos desaparecidos de la dictadura.
Suárez no solamente es uno de los mejores futbolistas de la historia, sino que también es un ejemplo de valores, pasión, amor, respeto y rebeldía en la vida de todos nosotros.