Cuánto dice un minuto de silencio.

El destino a veces se empeña en darnos razones para creer en él. Quiso que fuera un domingo, el día cuando suenan las campanas. El ritual fue en una cancha de fútbol, acaso el templo más grande que existe. En el medio de la cancha, el lugar donde fue feliz, sus seres queridos no pudieron esconder sus emociones. A los costados, los dos equipos. Pero no dos al azar: el destino quiso que fueran las dos últimas camisetas que vistió, las dos con las que se consagró campeón, con las que vivió la gloria entera que hoy es eterna. Sus dos equipos con camisetas azules y su nombre: Juan Izquierdo.

En un estadio colmado de emociones, el pitazo del árbitro marcó un momento tan único como atroz. La multitud, en un acto colectivo que trascendió el partido, se unió en un pacto de respeto y sensibilidad. Las trompetas, los cánticos, hasta la ingenuidad de los niños, se desvanecieron lentamente para darle paso a un silencio abrumador que envolvió con lágrimas cada rincón de quienes estaban allí.

Jugadores que fueron sus compañeros, entrenadores e hinchas se sumieron en ese minuto como si el tiempo mismo se detuviera. Las miradas perdidas, los suspiros en el pecho y las palabras escasas crearon una atmósfera cargada de emotividad. Sepulcral silencio como puente a una conexión fuerte entre seres humanos unidos en un mismo sentimiento: el dolor irreparable de lo que ya no será.

Cómo recordar a los que ya no están, cómo recordar a Juan Izquierdo si hace un tiempo estaba al lado del otro zaguero, del volante o lateral, en el área esperando el córner, en la voz de mando, en el orden para mejorar al otro, que era su compañero, y ahora no sólo que no está, sino que dejó el espacio vacío. Cómo recordar a los que ya no están nos refleja la fragilidad de la vida.

Al finalizar el minuto de silencio, los ojos al cielo fueron multitud. Los aplausos, enérgicos pero respetuosos, rompieron la quietud. El fútbol, siempre generoso en emociones, demostró, una vez más, su poder como caricias al alma.

Cuánto dice un minuto de silencio cuando es silencio.

La crónica más triste del fútbol mundial no hablará de la cancha como un campo de batalla, sino como un santuario en el que recordar y homenajear lo importante.

1. Como resultado

El rigor periodístico me obliga, y debo decir que terminó ganando Nacional 1-0. No pidan crónica. Sigo buscando cómo recordar a los que ya no están. En este caso, tal vez un partido de fútbol sea una buena manera.

Detalles

Estadio: Gran Parque Central Árbitros: Esteban Ostojich, Martín Soppi y Alberto Píriz

Nacional (1): Luis Mejía, Leandro Lozano, Emiliano Velázquez, Diego Polenta, Gabriel Báez, Christian Oliva, Lucas Sanabria, Mauricio Pereyra (46’ Alexis Castro), Diego Zabala (67’ Guillermo López), Rubén Bentancourt (46’ Antonio Galeano) y Nicolás López (70’ Diego Herazo). Entrenador: Martín Lasarte.

Liverpool (0): Sebastián Lentinelly, Jean Pierre Rosso (73’ Renzo Machado), Bryan Bentaberry, Edgar Elizalde, Enzo Castillo (85’ Agustín Cayetano), Luciano Aued (80’ Lucas Acosta), Diego Rodríguez, Hugo Quintana (73’ Lucas Wasilewsky), Kevin Amaro, Diego García (80’ Alfonso De Luca) y Sergio Núñez. Entrenador:* Emiliano Alfaro.

Gol: 43’ Nicolás López (N).