Cuando se confirmó la noticia del cierre de la negociación por Leonardo Fernández entre Peñarol y Toluca, con la cifra exorbitante de siete millones de dólares que invertirá el club carbonero para quedarse con el 80% de la ficha del mejor futbolista de la temporada en Uruguay y con notable incidencia en la participación internacional, fue grande el impacto de la operación, pero además aparecieron otras ideas colaterales como futuros insumos de discusión.
Lo primero, más allá de la alegría de que un futbolista de tales quilates enriquezca la competición interna, es pensar en el monto, el más alto en números absolutos que un club uruguayo haya invertido en un futbolista, y en su comparación por distintos elementos con Fernando Morena, por la cuantía económica del pase, por la condición de máximo ídolo del Nando y por la idea de la inversión, proyectando, según el presidente Ignacio Ruglio, un nuevo ídolo por varios años: “Ya habíamos dicho lo importante que era para nosotros todo lo que generó Leo, en el nivel de juego, en la cantidad de gente que se hace socia, las nuevas generaciones que juegan a ser Leo, y por la edad que tiene [26 años], consideramos que es importante tener un nuevo ídolo por muchos años. Hay una coyuntura del club que está en deuda cero y que si había que tomar un riesgo estábamos convencidos de que este era el jugador”.
Esto se conecta con las colectas para financiar la llegada de un crack. El caso más notorio por más próximo y porque la campaña se basó en el mensaje de “lo traemos todos” es nuevamente Morena, pero en los últimos 50 años -y más también- han existido varias movidas para que la gente financie cracks y campañas. Por ejemplo, en 1968 y 1969 Nacional lanzó una gran rifa que se llamó “La Gran Jugada”, con la que entre otras cosas pudo costear el pase del argentino Luis Artime, tal vez uno de los más grandes ídolos de la historia del club tricolor, cuyo costo fue de 200.000 dólares. Esa cifra, como la del millón de dólares por el que se vendió y después se compró a Morena, no es comparable en cuanto a lo que representaban en capacidad de compra.
Comprando a lo millonario
En los años 60, una década signada por los enormes triunfos clubísticos internacionales de Peñarol, y la enorme competencia que le planteó Nacional, que demoró unos pocos años más en conseguir la Libertadores y la Intercontinental, pero que además jugó tantas finales como las que había ganado el carbonero, los clubes uruguayos participaban y lograban grandes contrataciones de futbolistas certificados en importantes equipos argentinos y brasileños, y además barrían con futbolistas destacadísimos de mercados menos reconocidos de Sudamérica.
No valieron ni un millón de dólares de la época Alberto Spencer, el más crack de la historia del fútbol ecuatoriano, que llegó a Peñarol en 1960 por 10.000 dólares, ni Juan Joya Cordero, el peruano que llegó desde River Plate. Tampoco Rogelio Domínguez, el golero mundialista argentino que había atajado años en Real Madrid y que en 1966 llegó a Cerro y un año después atajó en Nacional para en 1968-1969 hacer pasar vergüenza a los mercados futboleros del mundo porque entre otros se volvieron a traer al Centenario a cracks como Luis Alberto Cubilla, que había jugado en Barcelona y en River Plate; Roberto Matosas, que también llegaba de los millonarios; Hamilton Correia de Arruda, Manga, que era el último golero mundialista de Brasil y llegó desde Botafogo; y los internacionales y absolutamente cracks Ermindo Onega, que venía de River Plate, y el enorme goleador Artime, que para el caso venía de Palmeiras. También habían llegado El Tanque Rojas de Boca Juniors y el catamarqueño Juan Carlos Mamelli, que llegaba desde Belgrano de Córdoba, los cracks chilenos Elías Ricardo Figueroa e Ignacio Prieto, y Celio Taveira Filho, el goleador de Vasco da Gama, había venido un año antes. Todos esos futbolistas venían en plenitud y se pagaron bien o muy bien.
Lo que se dice un ídolo
Muchos de ellos se transformaron en ídolos eternos de los clubes, pero ninguno era contratado con ese fin como uno de los ítems principales, como se ha expresado y se pretende construir con Leonardo Fernández después de una temporada inolvidable. Ni siquiera con Morena, sin la menor duda el más grande ídolo aurinegro de los últimos 50 años, hubo un plan de transformarlo en ídolo con la imagen del club, aunque justo es decirlo que a su retorno con el eslogan de “A Morena lo traemos todos” Washington Cataldi, histórico presidente carbonero, hizo de Morena y de la situación un hecho con valor en sí mismo para siempre. De todas maneras, todo se capitalizó en el retorno triunfal del Nando, los títulos y las entradas: no había merchandising, no se vendían camisetas y apenas algunos niños de los 80 habrán tenido de Garo’s o de Casa Sanz una aurinegra con el número en pantasote cosido atrás.
Unos años después se dio la llegada de muchos cracks argentinos, pero ya en una instancia de segunda etapa, lejos del momento de plenitud que los había hecho llegar a tope y al fútbol europeo. Primero se dio el caso de Víctor Rodolfo Marchetti, que a los 30 años llegó a Nacional desde el River argentino, en 1979, y después Miguel Ángel Brindisi, que había brillado en la selección, Huracán y el Boca de Maradona, y a los 33 años también llegó a los tricolores.
Ya en el siglo XXI llegaron un montón de futbolistas con un pasado poderoso internacional y mundialista, pero ninguno de ellos significó un pase o transferencia similar a la cifra que se pagará por Leo Fernández.
El mayor fenómeno de contratación del siglo XXI fue y seguramente será la vuelta por unos meses de Luis Suárez. Ninguna figura del fútbol mundial del tamaño de Lucho generó en los 2000 el fenómeno que implicó su retorno a Nacional en julio de 2022. Los albos hicieron caja de todo tipo con miles de nuevos socios, decenas de miles de camisetas vendidas y además un encuentro con la gente pocas veces visto.
Juntar y juntarse
Cuando un club -un club genuino y no una sociedad anónima deportiva o un gerenciamiento- decide embarcarse en Uruguay en una inversión tan grande para la contratación de un futbolista que tiene como antecedente una temporada extraordinaria, surgen opiniones y visiones acerca de si es correcto apostar a una ficha por casi la mitad del presupuesto, o si vale comprometerse con un pago superior a los 14 millones de dólares (la erogación total del pase más los tres años de contrato de Fernández) y no invertir parte de ese dinero en jóvenes futbolistas propiedad del club.
Una parte de esa inversión la harán los hinchas del aurinegro a través de una colecta o acción de financiamiento colectivo (crowdfunding), que contará con un piso de 5.000 pesos y un extraño tope de 50.000 dólares, que seguramente debe responder a las regulaciones y reglamentaciones para este tipo de colectas.
La idea había sido lanzada en noviembre por el dirigente Guillermo Varela, que lo planteó cuando no había terminado la temporada y se presumía que Toluca iría al mejor postor y no a la que se pensaba que sería una inversión sensiblemente inferior de Peñarol. El tiempo, pero sobre todo la temporada que empieza, dirá dónde está parada la inversión y cuánto rédito -cuali o cuantitativo- tendrá.