De un lado, festejo como un triunfo. Del otro, insultos de la tribuna a los jugadores y al cuerpo técnico. Pablo Peirano se fue sin hacer declaraciones y con la hinchada enardecida mientras se retiraba el plantel del Prado.
Si bien Wanderers mantuvo la racha de partidos sin victorias, el punto sirve desde lo anímico y desde lo numérico de cara a la recta final tras la noticia del triunfo de Plaza.
El tricolor no aprovechó la derrota de Peñarol, no cerró la anual y desperdició la chance de acortar más en el Clausura.
Desde lo táctico y lo físico
Wanderers jugó mejor el primer tiempo, en gran medida, porque dominó la mitad de la cancha. Un gran acierto fue colocar a Bruno Veglio a batallar junto a Pablo Lima y Nicolás Queiroz, sin jugar como carrilero por derecha, como lo había hecho por momentos ante Peñarol. El locatario dominó por arriba, gracias a la envergadura física de sus zagueros, y también puso más pierna en la zona media, con volantes que corrieron y lucharon muchísimo.
Nacional buscó permanentemente a Maximiliano Gómez con pelotazos. El delantero ganó y perdió, pero nunca apareció un compañero para pelear la segunda pelota. En ese sentido, el bohemio se sintió más cómodo, le faltó claridad cuando llegó al área, sobre todo con Mateo Acosta, que sorprendió bien por derecha, pero no terminó bien las jugadas. Además, los delanteros no fueron punzantes en la definición.
Sin brillar, el bolso tuvo situaciones aisladas para convertir. Hubo dos remates lejanos que pasaron cerca, uno de Rómulo Otero y otro de Diego Romero. La más clara fue de Gómez, que recibió un pase fenomenal de Nicolás Lodeiro para quedar mano a mano con Jhonny da Silva, al sanducero se le fue ancha la definición cuando en la tribuna se palpitaba el grito.
El público tricolor despidió al equipo al descanso con recriminación a Pablo Peirano. Nacional no tuvo funcionamiento colectivo y las individualidades claves para atacar no estuvieron en buen nivel durante la primera mitad.
Del verbo desaprovechar
Nacional jugó muy mal en el primer tiempo, pero, al menos, generó algunas situaciones de gol. En el segundo, no pasó nada. No fueron efectivos los cambios de nombres ni de figura, tampoco el empuje de la gente en la tribuna.
El bolso se repitió en el juego directo hacia Gómez y no tuvo otra alternativa. Fueron constantes los pelotazos sin que nadie, en cancha o en el banco, se diera cuenta que ese no era el camino para inquietar el arco defendido por Da Silva.
Wanderers siguió dominando la mitad de la cancha e, incluso, tuvo algún remate lejano de Jonás Luna, el más movedizo de la ofensiva del locatario. Pese al dominio, el bohemio nunca puso en peligro a Mejía.
Si alguno podría considerar que el bolso desaprovechó 45 minutos de fútbol al ver el primer tiempo, quedó confirmado que en el complemento perdió una buena chance de descontarle tres puntos a Peñarol en el Clausura.
Nacional tuvo ganas y actitud, en los siete minutos de descuento empujó sobre el área rival la obligada desesperación que impuso su historia y su camiseta. Si bien se acordó tarde, con el crecimiento de Exequiel Mereles, se llevó puesto al rival y tuvo aproximaciones. El clima del cierre en el Viera fue de absoluto nerviosismo. A veces, en el fútbol moderno, eso alcanza, esta vez no fue la ocasión.
Wanderers igualó la línea de Progreso en la zona roja y decretó el descenso de Miramar Misiones, el segundo equipo en perder la categoría. Pese a mantener la racha de ocho encuentros sin ganar, el punto fue muy valioso para los del Prado, que lo festejaron como un triunfo.