Está bien que hay una acción y necesidad de marketing y de venta para instalar con tiempo, y justicia, que se trata de uno de los eventos más trascendentes, por historia y hasta por presente del fútbol mundial y latinoamericano. Pero también es cierto que si la historia y los hechos no respaldaran con enorme fortaleza y belleza presentar al Uruguay-Argentina del viernes 21 de marzo en el Centenario por las Eliminatorias mundialistas como “el clásico más antiguo del mundo”, la acción no quedaría más que como un intento de venta que apenas un día después pasaría al olvido.
Uruguay-Argentina no sólo es el primer partido de fútbol entre países independientes, sino que es el que más se ha jugado en la historia del fútbol entre selecciones. Factualmente eso es incontrastable, pero además esa historia construida desde pelotas de tiento, camisas, gruesas camisetas de algodón hasta globas con chip y calibre inteligente, nos ha paseado por la gloria de Nasazzi y Stabile, Obdulio Varela y Ángel Labruna, Pedro Rocha y Luis Artime, Diego Maradona y Ruben Paz, hasta llega a Luis Suárez y Lio Messi. Uruguayos y argentinos han hecho del fútbol nuestra vida.
Para que esto prenda y siga viviendo en cada generación con orgullo es necesario tomar contacto y convivir con una premisa que ciento y tantos años después ya es indiscutible: lo mejor que hicieron en su historia los ingleses fue el fútbol, pero el desarrollo, la madurez, el brillo son patrimonio del Río de la Plata, de aquellos criollos, hijos de gallegos, tanos, rusos, que dieron vida a la pelota, las camisetas y las banderas.
Uruguay-Argentina es único e inigualable, y, más allá de ser el primer clásico entre naciones independientes del mundo, es un clásico que se construye, porque la construcción del clásico está en la idoneidad de los deportistas, en la clase, en partidos que salían geniales y, sobre todo, en las dos o tres primeras décadas del siglo XX en que uruguayos y argentinos, donde estuvieran, resolvían ellos. Hombro con hombro y espalda contra espalda, uruguayos y argentinos fueron los antagonistas que forjaron la grandeza del fútbol de selecciones.
Como la primera vez
Desde el 16 de mayo de 1901, la primera vez que jugaron los combinados de Uruguay y Argentina, o desde el 20 de julio de 1902, la primera vez que se enfrentaron de manera amistosa pero oficialmente representando a las asociaciones de ambos países, uruguayos y argentinos no sólo han jugado 195 veces (más del 15% de los 1.246 partidos que jugó la celeste y más del 19% de los 1.044 partidos de los albicelestes), sino que hasta 1910, cuando apareció Chile en disputa, jugaron durante ocho años 14 veces sólo entre ellos. Uruguayos y argentinos definieron el primer torneo continental que se desarrolló en el mundo, el Sudamericano de 1916; el primer torneo intercontinental en el que coincidieron, los Olímpicos-Mundiales de 1928 en Ámsterdam; y también la primera Copa del Mundo, en Montevideo en 1930.
El primer partido “internacional” de la historia del fútbol no fue entre dos naciones independientes, sino entre países fuertemente vinculados por la monarquía de Reino Unido, y lo jugaron Inglaterra-Escocia en 1872. Siguieron jugando estos dos países varias veces hasta que en 1884 se empezó a jugar la British Home Championship, también entre países que dependían de manera formal y ejecutiva de la corona británica: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda.
Tampoco el primer partido europeo entre selecciones no británicas puede entrar en consideración como juego internacional entre naciones independientes y ni siquiera es anterior al primer partido en Montevideo entre uruguayos y argentinos, porque Austria-Hungría, que tampoco eran naciones independientes sino partes del Imperio austro-húngaro, se enfrentaron en Viena el 12 de octubre de 1902, meses después del partido en la cancha del Paso Molino del Albion, que está ubicada en la manzana delimitada por las calles Adolfo Berro, Hermanos Ruiz, Gaetán y 19 de Abril, justamente donde se encuentra la escuela pública de tiempo completo 163 Galicia. ¿Sabrán sus niños y niñas que ahí, en su patio, había un arco donde se convirtió el primer gol de la historia del partido de fútbol más antiguo y más jugado entre naciones independientes?
La historia del fútbol de “che” y “bo”
La orientación del conocimiento, el descuido de la información y el marketing de la vida contemporánea muchas veces nos encierran en el olvido o desconocimiento de algunos acontecimientos históricos que son insumos básicos de discusión acerca de nuestras vidas como sociedades, colectivos, grupos, a través de los cuales nos identificamos, nos asociamos, vivimos. Seguramente debe haber sido así en todas las épocas de la humanidad, en todas las sociedades más o menos agrupadas a través de bases fundacionales, de elementos identificatorios, como puede ser una extensión de tierra, una costa, una ondulación, un líder, una heroína, que alguien, a veces hasta sin saber por qué, cimenta esa idea de grupo ampliado que después, a través de sus ideas, sus luchas, sus reivindicaciones y fundamentalmente su vida cotidiana, termina conformando un entramado que se refuerza y cohesiona.
Hay historias del mundo contemporáneo que a veces por su inmediatez obsesiva y orientada, su foco desviado o su círculo vicioso de apurarse a escribir una historia con fallas no nos deja ver la importancia relativa de algunos acontecimientos.
Vuelve el más antiguo clásico del mundo y es maravilloso encontrarnos, y aún más en estos nuevos viejos tiempos, después de aquel último partido en Buenos Aires en 2023 que marcó el primer triunfo uruguayo en Argentina por Eliminatorias. Son, somos, la historia misma del fútbol, y cada partido entre uruguayos y argentinos tiene ese componente de tensión, emoción, expectativa, nervios, placeres, frustraciones y el inevitable “después qué” de nosotros los que estamos del otro lado de la línea de cal, y de los jugadores, los técnicos, los que tienen la concesión del alma del fútbol.
Fútbol es cultura
Desde que se inventó como tal el fútbol, ningunas naciones soberanas e independientes se enfrentaron tanto como Uruguay y Argentina. Pero, claro, no es sólo eso, no es sólo la cantidad de partidos jugados –195 si contamos exclusivamente los oficiales desde la creación de las dos asociaciones, pero más de 200 si contamos todos los partidos–. Los 15 partidos en línea que jugaron entre 1901 (el primero, el que no cuenta en la lista oficial porque lo organizó el Albion) y 1910, cuando por fin aparece Chile, el primer rival distinto de los países del Río de la Plata, enriquecieron el juego y la competencia. Brasil recién aparece en 1914 como rival de Argentina y en 1916 enfrentando a Uruguay. Pero fundamentalmente es, sin dudas, el encuentro que conforma el primer gran desarrollo del fútbol moderno, cuando en el Río de la Plata se desenvolvió el fútbol más rico del mundo. Según expresó Aldo Mazzucchelli, escritor del libro Del ferrocarril al tango. El estilo del fútbol, 1891-1930, Uruguay y Argentina, además de todo, generaron, desarrollaron e impusieron la cultura futbolística.
“Uruguay tiene una cultura futbolística, así como otros países tienen una cultura culinaria. Es decir, una cultura o subcultura de una actividad determinada y que el país hace relativamente bien. En aquellos años se construyó esa cultura futbolística, se construyó una forma de practicar el juego que se hizo en un ida y vuelta permanente con Argentina, porque el concepto rioplatense era muy fuerte. El fútbol reafirma eso. Ambas ciudades al margen del Río de la Plata ocuparon esos espacios de la competencia: quién jugaba mejor, quién ganaba. Y quién ganaba qué también. En eso hubo una hermandad y una competencia que fueron fundamentales para crear esa cultura”, dijo Mazzucchelli a la diaria.
Por eso hay mucho en un partido de fútbol entre Argentina y Uruguay, muchísimo más que lo que un potencial y desprevenido escroleador de redes, telespectador o radioescucha del partido puede pensar. El más viejo clásico del fútbol del mundo ha determinado símbolos tan trascendentes como nuestro color celeste, que algunos hasta creen que es parte de nuestros símbolos patrios, pero también una forma de entender el juego con tanta intensidad y determinación que nos ha heredado el fuego para la forja de los futboleros del mañana, que han sido los de ayer y los de siempre.
De toda la vida
Desde el 20 de julio de 1902 (el primer clásico oficial ya con las dos asociaciones fundadas), o desde el 16 de mayo de 1901, cuando entre la dirección y el comedor de la escuela 163 Bolívar Céspedes hizo el primer gol uruguayo en aquel partido que organizó el Albion en su cancha, orientales y argentinos se han enfrentado más de una centena de veces en Montevideo y Buenos Aires, pero también en la mayoría de los países de América del Sur. El segundo continente donde jugaron fue Europa, y Ámsterdam la ciudad europea que más albergó el enfrentamiento: dos veces en tres días en las finales de los Juegos Olímpicos de 1928. En el siglo XXI volvió el clásico a Europa, y por primera vez se jugó en Italia. Fue un amistoso en Florencia el 20 de agosto de 2003. También se jugó en América del Norte. Fue en México, en el Mundial de 1986, en Puebla, hasta llegar a Asia, al Medio Oriente, cuando en 2019 se enfrentaron amistosamente en Israel.
La FIFA en 2002 adaptó los calendarios mundiales para establecer las llamadas fechas FIFA, reglamentando cientos de amistosos, pero desde 100 años atrás se venían jugando miles de amistosos, y justamente una vez más son Uruguay y Argentina los países que más veces han jugado entre sí en partidos en cualquier circunstancia.
Cómo no pensar en Uruguay y Argentina como nociones de sociedad, de patrias aluvionales, de desarrollos tan tempranos como impensados, en iniciaciones, en el Indio Pedro Arispe, en identidades, adhesiones, sueños y frustraciones fundidos en una identificación popular tan racional como la educación y el desarrollo, tan irracional como proyectar que un color legado por unos hombres que corrían detrás de una pelota conforma la noción de patria.
Un padre, una madre, una hija, un hijo, un nieto, la mano, el abrazo, una camiseta, una bandera, la convicción del aprestamiento, la conmoción emocional y la enormidad de un Uruguay-Argentina.
Único, inigualable y para siempre. El clásico más antiguo del mundo.