En Minas, en medio de una fiesta en la tribuna y también en la cancha a pesar de la ausencia de goles, Lavalleja y Minas empataron 0-0 y dejaron la primera mitad de la definición con paridad absoluta y con posibilidades abiertas para los dos de levantar la copa, el sábado, en el Casto Martínez Laguarda de San José.

Otra final del mundo

Los uruguayos cada día que estamos atrás de la pelota seguramente sentimos que estamos jugando una final del mundo. En la vereda, en la calle, en el campito, en donde sea, desde que nos escolarizamos y antes también. Jugamos con todo nuestro saber y entender dejando todo en cada jugada, como uno imagina que es una final del mundo.

Este domingo de noche, en el teatro de los sueños, el Juan Antonio Lavalleja, en la final de nuestro Mundial, en esta final de la Copa Nacional de Selecciones 2025 que jugaron en la ida en Minas Lavalleja y San José se sabía, se veía, se sentía que los 22 futbolistas estaban jugando la final del mundo más importante que hasta este día habían tenido en sus vidas. Pero no sólo ellos, sino los miles y miles que estaban en la tribuna en una escenografía inolvidable y única que tiene que ver con vecinos y con desconocidos de otro pueblo, que están allí intentando defender con su juego a otros vecinos.

Una cosa única, inolvidable, irrepetible

Como sentenció nuestro compañero Santiago Castro Heredia en estas mismas páginas: “La Copa es un mojón para saber que hay un ‘nosotros’, una identidad conjunta del interior que se exacerba y se expone en cada verano, que hace encolumnar en indignación a los pueblos cuando la mayoría de los medios masivos, privados y de carácter presuntamente nacional ponen en escena su desconocimiento informativo y conceptual sobre el devenir de la vida –y el fútbol– y el día –y la Copa– más allá del centro del mundo”.

El partido empezó con todo conforme a una final del mundo, de su mundo, de estos canarios que viven en Minas o en San José y que tienen en ese lugar sus vidas, las vidas que trascienden sus canchas, sus calles, sus amores.

Ambos equipos salieron a toda máquina; minutos antes habían visto una recepción de la gente que realmente era propia de una final. Así, ataque tras ataque, ida y vuelta, el primero que avisó fue Lavalleja con un tiro libre de Marcelo Martínez que reventó el caño derecho de Francisco Paredes.

Conforme fue avanzando el tiempo, el juego se empezó a concentrar en el campo sintético que defendía San José, porque Lavalleja se hizo un vendaval sobre el arco que da a la calle Aiguá, en el teatro de las sierras, en Minas.

No le salió, o bien porque no pudo finalizar como quería o bien porque Pancho Paredes, con un montón de minutos imbatido en el arco josefino, resolvió lo que tenía que resolver.

La tribuna empujaba, un grupo de muchachos a pura percusión y la tensión de la gente viendo a sus héroes de la noche sin poder consumar lo que buscaban.

Una primera final tiene una coyuntura especial y hay especulaciones, proyecciones, riesgos que se asumen con una red que es la segunda y definitiva final. En la primera no se define todo, no se define nada, pero es una baza singularísima a la hora de esperar el momento (de la) final.

Cambiar para ver si cambia

Para el segundo tiempo, Heber Noya, el técnico josefino, sorprendió con cuatro cambios que supusieron una sorpresa para los lavallejinos, porque no sólo entraron cuatro futbolistas que tal vez en el vestuario local no esperaban, sino que también cambió la estructura táctica y pasó a jugar con línea de cuatro respecto a la de tres con la que ha jugado buena parte de los últimos 25 partidos sin perder. Apareció en cancha el goleador floridense Ronaldo Barrios suplantando al goleador del campeonato Franco Zanoni, que estaba sentido; salió el determinante e inteligente Leandro Navia y entró el joven Kevin Torena. También Lavalleja cambió, pero menos; colocó en la delantera a Martín Goñi por Gabriel Chaine.

Los cambios fuertes que hizo Gerardo Cano fueron a la media hora, cuando colocó la alerta Pelo al dar ingreso a Andrés Berrueta, el héroe inextinguible de 43 años y muchos más goles y episodios épicos, y al determinante Germán Fernández. Y otra vez, después de un período de tiempo que San José corrió rápido y con peligro la cancha, la tribuna se encendió y con razón. Berrueta demandó cuidados extremos de la defensa josefina, pero al final la pelota no entró. Pancho Paredes extendió su invicto a 602 minutos, y lo más trascendente, como ya sabíamos: todo se definirá en el Casto Martínez Laguarda de San José, con la expectativa de los locales de poder tomar este empate como punto de lanzamiento hacia la copa, y los visitantes con la seguridad de que pueden ir por el triunfo y la gloria.