Nacional alcanzó su novena victoria de forma consecutiva. No es un dato menor, son muchos puntos conseguidos entre el Apertura que ya se fue y el Intermedio, que está en su zona media. Atrás quedó el pasado que lo tuvo a los tumbos –con una cantidad así de triunfos al hilo podría haber ganado el primer título, que, sin embargo, se lo llevó Liverpool–, ahora atraviesa un presente que lo tiene arriba en las dos tablas que se miran en el momento.
Fue 2-1 el triunfo del tricolor, pero cuando empezó el partido pareció que podía ser una goleada. En un abrir y cerrar de ojos, antes de llegar a los 15 minutos, los de Pablo Peirano ya estaban 2-0 ante un Boston River que miraba atónito, como aturdido, en el Gran Parque Central. Los dos Nicolás, López y Rodríguez, habían metido la bocha adentro. Y si no cayó ningún tanto más fue porque un ratito después, en un ataque aislado de Facundo Rodríguez, el delantero del sastre pateó de 35 metros y se la metió a Ignacio Suárez por arriba. Ese descuento sacudió a propios y extraños y otro partido se armó con el 2-1 y casi 70 minutos por jugar.
Pudo ampliar distancias Nacional, pudo ser empatado. No supo cerrarlo el tricolor y debió sufrir en un par de situaciones claras, una de ellas con buena tapada de Suárez, que se repuso –de alguna manera– de su falla en el descuento de Boston River, aunque también hay que decir que hubo gran mérito del delantero en colársela.
Más allá de eso, del sufrimiento por estar pegados en el marcador y sabiendo que cualquier error es un empate, Nacional ganó de forma merecida.
1. Habilidad para pegar
Dado el estado sanitario de Lucas Villalba, que no llegó al cien por ciento al partido, el DT aprovechó y mandó de titular a Exequiel Mereles, un pibe descarado, rompedor por naturaleza, con buen pie y pique explosivo, inteligente para mover la guinda. Al lado suyo estaban los de siempre: el venezolano Rómulo Otero, que la mueve –tal vez haya sido el mejor de Nacional–; el Diente López, que ya sabemos; Gonzalo Petit, que juega de 9, pero es todo menos eso. Con ese grupete era de esperar que los tricolores movieran bien la pelota. Lo hicieron. Y con goles de arranque.
Corrió Boston River atrás de la pelota como corre el galgo a la liebre. Nacional la movía de lado a lado, pero siempre le imprimía verticalidad, el sello del DT. A los tres, una serie de rebotes le dejó la pelota en los pies a Petit, la atajó Hernández y el Diente andaba al acecho. El sastre, perdido.
Diez minutos después el segundo, otra jugada por un lado y que fue definida por el otro, la teoría del caos del pizarrón a la cancha. El Ojito Rodríguez, que jugó de lateral izquierdo, ganó de cabeza. Si estaría perdido Boston River.
2. Ganar o qué
Se frotaban las manos en Nacional. Por el frío y por los goles. Lo primero continuó, lo segundo casi termina congelado, si no fuera por el descuento de Facundo Rodríguez, que mostró su oficio: sus compañeros de defensa se la dieron poco más que rogándole que se la llevara lejos, donde no hubiese peligro. Pero el pillo es pillo y el delantero la apretó antes de que le llegara la marca. Había visto a Suárez adelantado y la puso justo entre él y el arco. Es un golazo, no hay que quitarle méritos. También hay responsabilidad del arquero, aunque no para condenarlo ni nada por el estilo. Cosas a secas, simples, situaciones de juego. Pelota al medio y saque.
El primer tiempo pudo terminar con un gol más para Nacional. El comienzo del segundo no sorprendía a nadie si era con el tercero del bolso. La realidad era que parecía más un 3-1 que un 2-2.
Boston, a base de aguantar, de controlar como pudo y de algún contragolpe, fue haciendo pasar el tiempo con el marcador a tiro. Los cambios hicieron bien a ambos, pero la tónica no cambió. Entró Villalba en Nacional y todos prepararon la moto, pero Villalba estuvo un poco entreverado y las que tuvo, que tampoco fueron muchas, no las terminó con su característico pique y desborde o tiro. Cerró mal las jugadas, los compañeros no lo entendieron.
Y así las cosas, en un ataque rápido Agustín Anello lo tuvo, pero Suárez le ganó la cuereada, lo mismo Valentín Adamo, que encontró al arquero bien parado haciéndose grande. No fueron dos, sino tres, porque Anello casi la encuentra tras el córner del final, pero se la llevó puesta y la pelota se fue cerquita del palo.
Está ganar y está lo otro. Nacional ganó. Lidera la anual, en la que se le habían puesto cerca, y comanda su grupo en el Intermedio. Va como quiere.