Un empate no se festeja en el desarrollo de una competencia regular de todos contra todos, a menos que tenga alguna situación muy particular y final, como determinar un título, una clasificación o evitar un descenso. No, nadie festejó al término del partido en el Roberto entre Racing y Progreso, que terminó 0-0. Sin embargo, es seguro que por más de una razón el vestuario visitante quedó más satisfecho: el gaucho sigue fuera de la zona roja de los tres descensos. Esa sensación se refuerza porque debió jugar bastante más de una hora con diez futbolistas, tras la expulsión de Mateo Copelotti.

Los lunes al sol

Antes de comenzar a analizar el desarrollo del partido, quiero señalar un punto que no es menor: los clubes que mantienen su vínculo directo y estrecho con el barrio o con la masa que los acompaña son los que promueven los mejores espectáculos, ya no por lo que hagan los jugadores, sino por la gente que acompaña con su ilusión.

En cualquier otra circunstancia, un partido a las cuatro de la tarde sería nada más que un programa de televisión. Sin embargo, unos cientos de hinchas del local y otros cientos que llegaron desde La Teja acompañando a Progreso le dieron al encuentro las luces que los futbolistas no pudieron encontrar en el campo.

La observación, que surgió antes de que la pelota se pusiera en juego, tal vez sirva como capa protectora para disimular el juego que los equipos mostraron en el primer tiempo. En ese período el partido no logró armarse debidamente y tal vez cuando estaba en eso y Progreso intentaba apoderarse del campo contrario, llegó la expulsión de Copelotti, por doble amarilla –en ambos casos por el uso indebido de sus brazos–, y se descarriló la posibilidad de ver buen juego en la cancha.

Progreso debió rearmar su estrategia. Empezó con la idea de jugar con un grandote que cabeceara en el área y el resto de sus compañeros habilitándolo desde atrás, pero con la roja de Copelotti el cuerpo técnico de los gauchos debió hacer una variante y colocar desde el banco al también grandote Rodrigo Hernández.

Aunque el elenco local no pudo hacer pesar el hombre de más, fue el que tuvo la mejor jugada del primer tiempo: un regate y remate del riverense Yuri Oyarzo le sacó lascas al caño izquierdo de Nicolás Gentilio.

En el segundo tiempo, Racing salió con mayor ambición ofensiva –tal vez, incluso, por una cuestión teórica por estar jugando 11 contra diez–, pero siguió sin poder avasallar a su rival. A esa frustración se sumó otra, que molestó a los protagonistas y a los cuerpos técnicos, una molestia que pudo haberse evitado: cerca de los 9 minutos del complemento, una pelota cruzada sobre el zurdo Thiago Espinosa permitió al coloniense meterse en el área ante la salida de Gentilio, que se tiró para intentar quedarse con la pelota, Espinosa siguió, se le fue larga y cayó. El árbitro pitó penal, pero, ante la duda, la revisión del VAR demostró que Espinosa había saltado y se había caído –por ser bueno con el futbolista, porque dejó la sensación de que se había tirado–. El árbitro hizo toda la liturgia de la ejecución del penal, se formaron remolinos de protesta y de protección hacia lo que había cobrado, y pasaron tres minutos hasta que, por fin, lo llamaron desde la cabina de videoarbitraje y sólo tuvo que revisar la jugada una vez para darse cuenta de que Gentilio no lo había tocado, por lo que desistió de cobrar el penal.

En adelante, el trámite siguió entorpecido por la falta de acierto, por la posición disminuida de los aurirrojos y por la falta de acierto en la construcción de las jugadas en el área rival.

Terminó en empate. Para Racing, de mal Clausura en relación con el resto de la temporada, fue desperdiciar la oportunidad de afirmarse en la pugna por un cupo para las copas internacionales; a Progreso el punto le rindió para seguir apenas por encima de los tres que perderían la categoría.