El escenario externo

Con la pandemia como leit motiv del mundo, 2020 empieza a quedar atrás. A nivel económico, el año estuvo marcado por el mayor parate productivo y del comercio global desde 1929 y por un ingrediente extra: una incertidumbre inusitadamente alta en perspectiva histórica. La conjunción entre la imprevisibilidad asociada a la evolución del virus y las dificultades para avizorar en el horizonte algo medianamente parecido a la antigua normalidad seguirá marcando el escenario global en 2021. Así y todo, en el plano extrarregional emergen algunas señales positivas que podrían contribuir a la recuperación de la economía uruguaya durante el próximo año.

Por un lado, las tasas de interés continuarán en niveles excepcionalmente bajos por un tiempo no menor. Esto implica, en clave de economías emergentes, acceso a crédito barato en los mercados internacionales. Pero no sólo eso: las agresivas medidas de estímulo desplegadas por los principales bancos centrales del mundo configuran un escenario de abundante liquidez en el mundo. Con rendimientos muy bajos en la órbita de las economías avanzadas, los países como el nuestro vuelven a ofrecer un balance atractivo entre riesgo y retorno para atraer algo de ese exceso de liquidez que anda dando vueltas. Entonces, considerando tanto el costo (tasas) como las condiciones de acceso (mucha liquidez), el escenario financiero que parece tomar forma hacia 2021 se revela como benigno o, al menos, no tan restrictivo. A su vez, desde la mirada de los fundamentos, el dólar debería continuar debilitándose en tendencia (“hay muchísimos dólares en el mundo”). Esto nos permite dar un paso más y sugerir que, desde el costado financiero, el precio de las materias primas podría tener soporte (el dólar es la unidad de cuenta de los commodities). Pero no sólo eso: desde el costado real también parece que habrá soporte para los precios, dado el dinamismo esperado de China.

Al día de hoy, China parece mirar con algo de distancia estos problemas desde su nuevo posicionamiento geopolítico. La nación que se encamina a liderar la economía mundial. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), en contraste con el resto del planeta, el país crecería 1,9% este año y rebotaría hasta 8,2% el próximo.

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De alguna manera, pese a los matices y las alertas, lo anterior constituye un combo extrarregional similar al que impulsó a Uruguay y a la región durante la década que se extendió hasta 2014; aquel “viento de cola”. La única diferencia, obviamente, es la imprevisibilidad que nos asalta desde el frente sanitario ante el nuevo rebrote de la covid-19, la emergencia de una nueva cepa en Inglaterra y las dudas en torno a qué tan rápida y efectiva será la difusión de la vacuna. La necesidad de endurecer los confinamientos en el mundo desarrollado ante el agravamiento de la pandemia no sólo perjudicaría el timing de la recuperación, sino que además podría volver a activar procesos de vuelo hacia la calidad por parte de los inversores: mayor riesgo asociado a emergentes (condiciones más restrictivas de acceso a financiamiento), fortalecimiento global del dólar (en su condición de moneda refugio) y repliegue de los flujos de capital en detrimento de economías como la nuestra. Son todos estos factores los que marcarán el rumbo de los mercados financieros y de la actividad económica mundial durante los próximos meses; algunos empujan hacia un lado más luminoso; otros, no.

Ahora bien, bajando un escalón en la geografía, y como ocurre al menos desde hace cinco años, poco puede esperar Uruguay de sus socios regionales. Si bien el escenario desde Brasil luce menos amenazante que el de Argentina, ambas economías continuarán arrastrando dificultades en el corto plazo. De acuerdo a los relevamientos respectivos de cada Banco Central, el año cerraría con una retracción del Producto Interno Bruto (PIB) de 4,4% en Brasil y de 10,9% del otro lado del Plata. Además, los desequilibrios de precios relativos que mantenemos con ambos países dificultarán el panorama una vez que comiencen a replegarse las restricciones de frontera.

El escenario doméstico

Con este panorama internacional, las señales sobre el rumbo de la economía uruguaya son variadas, aunque la incertidumbre va en aumento ante las invocaciones en el frente sanitario. Como todo en estos tiempos, esto será el condicionante central de la recuperación prevista hacia 2021. En virtud de esto, el Banco Central del Uruguay (BCU) anunció medidas en los últimos días.

Números y expectativas para la economía local

El Comité de Política Monetaria (Copom) del BCU se reunió el último jueves y evaluó que, tal como “se esperaba, la actividad económica local se recuperó en el tercer trimestre un 7,8% en términos desestacionalizados, luego de la fuerte caída en el segundo”, donde se concentró el grueso del impacto de la pandemia y el PIB cayó 10,6%. Sin embargo, en el cuarto trimestre la economía “enlentece su recuperación, mientras se espera una temporada turística que se verá seriamente afectada por el cierre de fronteras y otras medidas sanitarias”. Es decir, existen dudas de que se pueda mantener el repunte que comenzó en el tercer trimestre.

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En línea con la anterior visión, los agentes que participan en la Encuesta de Expectativas Económicas del BCU estiman que la actividad caerá 5,15% este año (la proyección en noviembre era de 4,3%). De un total de 24 respuestas, la más optimista prevé una caída de 3,5% (como está contemplado en el Presupuesto) y la más pesimista apunta a una contracción de 6%.

Pese al registro negativo, con una retracción en torno a 5%, Uruguay terminará bastante mejor que el promedio de América del Sur, que según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) caería 7,7%. Para 2021, la expansión prevista por los analistas para Uruguay asciende a 2,95% (también en contraste con las previsiones del Presupuesto, que contemplaban un crecimiento de 4,3%). A su vez, los agentes consultados por el BCU no esperan que la economía mejore sus registros hacia adelante, ya que el promedio de respuestas para 2022 es 2,7% y a cinco años, 2,6%.

En vistas de esas perspectivas, el Copom decidió mantener la política monetaria expansiva, procurando “evitar restricciones de liquidez”. Esta decisión implica mantener la tasa de interés de referencia, instrumento implementado en setiembre para gestionar la política monetaria, en 4,5%. Desde aquel momento “se ha observado un mayor desarrollo del mercado de dinero a nivel interbancario”, analizó la autoridad bancaria. ¿Qué implica esta decisión? Pone valor al precio del dinero, en el entendido de que la tasa de referencia (lo que se cobran entre bancos por prestarse a un día de plazo) determina las tasas de interés en pesos que cobrarán estas entidades a quienes soliciten crédito. Una política monetaria expansiva busca que el crédito fluya para dar soporte a la economía con mayor circulante de dinero para familias y empresas. Igualmente, el Copom aclaró que esta decisión responde a la coyuntura de la pandemia y que, superada la crisis sanitaria, el objetivo volverá a ser el control de la inflación: “cuando las condiciones así lo permitan, y en tanto las expectativas de inflación continúen bajando, la evolución hacia un sesgo contractivo podrá realizarse en base a una corrección moderada del instrumento”.

Pero este no fue el único movimiento del BCU para impulsar el crédito, ya que también anunció una baja gradual del nivel de encajes en pesos, es decir, el porcentaje de depósitos que reciben los bancos y que deben mantener inmovilizado. En otras palabras, significa una liberación de dinero a las entidades para que puedan prestarlo: se busca “llevar a niveles muy reducidos las alícuotas para los depósitos a mayor plazo, fomentando su captación”, debido a que “el sistema muestra una marcada liquidez de los depósitos, lo que dificulta la posibilidad de los bancos de otorgar crédito en moneda nacional a mayor plazo”, explicó la autoridad monetaria. El BCU estableció que desde enero baje el porcentaje de los encajes, pero en distintos niveles según el plazo, llegando a inicios de 2022 a 1% –desde el 5% actual– lo inmovilizado en el caso de los depósitos mayores a un año. El objetivo es que los bancos brinden mejores tasas a los depositantes a largo plazo y obtengan así dinero para dar créditos también a más de un año. Según comunicó el BCU, se estima que la medida provocará “una liberación total de fondos cercana a los 20.000 millones de pesos, lo que equivale a un 1% del PIB”. Este conjunto de decisiones vinculadas al crédito busca fomentar un mayor nivel de inversión de las empresas, factor relevante para apuntalar la economía.

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Bajo la incertidumbre actual, los empresarios no tienen las mejores perspectivas para el año próximo: sólo 9% prevé contratar personal, 20% invertir más y 16% obtener mayor rentabilidad, según una reciente encuesta que divulgó la Cámara de Comercio y Servicios. En contraposición, la última semana sumó un dato alentador: la recaudación de la Dirección General Impositiva repuntó 3,2% interanual en noviembre, de la mano de los tributos al consumo y de un aumento de 10,6% en el IVA importaciones. Una posible interpretación de esto sería que ante mejores perspectivas de producción se compran insumos, aunque también hay que contemplar que los pagos al Estado suelen tener un mes de rezago, es decir, estos números podrían no estar recogiendo la intensificación de los casos positivos y las nuevas medidas. Con este panorama, habrá que esperar para ver si el repunte se consolida y qué letra nos terminará tocando para describir la dinámica de la recuperación; ¿será una U o será una W? Como telón de fondo positivo ante tanta incertidumbre, los vientos externos podrían hacer más llevadero el 2021.