Malvín,
vieja barriada sin fin.
Junto al Buceo sientan el latir,
Viejo Palermo, Barrio Sur gentil,
Jacinto Vera es nuestra voz,
el Pantanoso con amor...

Cuando una persona se imagina en qué zona de la ciudad le gustaría vivir, tiene en cuenta varias cosas. Por ejemplo, la distancia al lugar de trabajo, a la escuela de los hijos o a la casa de los padres (para seguir llevando la ropa a lavar o asegurarse alguna vianda). También se fija en el entorno del barrio: si hay plazas, parques, servicios, si es tranquilo o si tiene más movida. Incluso pueden existir intereses en cuanto a las características de los vecinos del barrio.

Ahora bien, a la hora de decidir en qué zona vivir, a ese conjunto de preferencias hay que agregarle restricciones. Es acá donde entran en el juego la capacidad de pago de los hogares y el precio de los inmuebles (ya sea para comprar o alquilar), que varía de acuerdo a su ubicación.

¿Cuál es el resultado final de la combinación de decisiones residenciales de todos los hogares? El resultado es cierta distribución de esos hogares en la ciudad, que no suele ser aleatoria. Generalmente se observan zonas donde residen determinados grupos de población con características similares (por ejemplo, nivel de ingresos, nivel educativo o ascendencia étnica), que a su vez se diferencian de otros grupos de población que residen en otras partes de la ciudad (rápidamente, cualquier lector podría identificar una zona rica y otra zona pobre dentro de su ciudad). Es entonces cuando estamos ante la presencia de segregación residencial.

¿Por qué existe segregación residencial?

...Cordón, Cerrito lindo, hermosa Comercial,
Reducto franco y la Villa Muñoz,
entrelacemos el cantar,
Punta Carretas se unirá...

Son varios los factores que determinan la forma en que se distribuye la población en el espacio urbano. Un conjunto de factores está relacionado con características propias de los hogares: edad de sus integrantes, tamaño y composición del hogar, preferencias, capacidad de pago y disposición a pagar por determinados bienes y servicios que se encuentran en las distintas zonas.

Además, existe otro conjunto de factores que determinan esta distribución y que son ajenos a los hogares: la dinámica del mercado inmobiliario y las políticas públicas. En la medida en que las reglas del juego permitan que los hogares se ordenen en la ciudad con base en sus preferencias y capacidad de pago, va a existir segregación residencial. ¿Por qué? Porque aquellos hogares con mayor capacidad de pago tendrán la posibilidad de elegir dónde vivir y se concentrarán en los barrios de “mejor calidad”, mientras que los hogares con menor capacidad de pago tendrán menores –o no tendrán– chances de elegir “los mejores barrios” como lugar de residencia. Estos hogares también se concentrarán en determinadas zonas, distintas a las del grupo anterior, y... colorín colorado, los hogares se han segregado.

“Vecina, ¿tendrá un poco de azúcar?”

...En Carrasco será,
tal vez Nuevo París,
uniremos el canto adquirido.
Goes, Brazo Oriental,
capurrense feliz,
llegaremos al Sayago amigo...

“Vecina, ¿tendrá un poco de azúcar?”. Este tipo de frases pueden sonar cada vez menos familiares, así como el picadito en la calle o las charlas de almacén. El barrio ya no es el espacio de interacción social por excelencia, como probablemente lo fue hace algunas décadas. Aun así, existen más chances de interactuar con personas que viven en la misma cuadra que con personas que viven en la otra punta de la ciudad. Es decir, la cercanía espacial no garantiza la interacción social, pero al menos la hace posible.

Existe amplia evidencia en cuanto a la relevancia del barrio de residencia como espacio de socialización de las personas.1 Lo que hace la segregación, al definirse zonas en las que los hogares son muy parecidos entre sí en sus características socioeconómicas, es concentrar un conjunto de condiciones que generan un entorno social al cual los habitantes del barrio se adaptan. Es en ese entorno en el que las personas desarrollan un conjunto de comportamientos, códigos, actitudes y expectativas que definen “lo normal” y pueden diferir del resto de la población. Esto se conoce en la literatura como “efecto barrio”.

En particular, el efecto barrio es más potente en la etapa de la niñez: el barrio de residencia en la etapa de la niñez tiene efectos en las oportunidades y los logros futuros de las personas, lo cual puede manifestarse en varios planos.

Pongamos un ejemplo asociado a la educación. Imaginemos un barrio en el que la mayoría de los adultos cuentan con escasos logros educativos. Esto constituye una referencia o un modelo a seguir para los niños de ese barrio –“lo normal”– y probablemente incida en la formación de las aspiraciones educativas de esos niños, o de las expectativas de los adultos respecto del nivel educativo que pueden alcanzar sus hijos. Esto a la larga puede traducirse en menores logros educativos, en una peor inserción en el mercado laboral y en un nivel bajo de ingresos futuros. Ejemplos como estos podrían pensarse en el plano del mercado de trabajo o de situaciones de violencia.

Por su parte, grupos de población de estratos socioeconómicos más altos también generan su entorno, en el que las posibilidades de interacción se reducen a un conjunto de personas con características socioeconómicas similares. De hecho, existe evidencia en cuanto a que la población de estratos socioeconómicos más altos suele presentar mayores niveles de segregación en comparación con los estratos más bajos.2 Pensemos, por ejemplo, en la conformación de barrios privados.

Así, la separación que introduce la segregación residencial en términos geográficos se agrava por la reducción de los ámbitos de interacción de los diferentes grupos socioeconómicos, dando lugar a la creación de círculos viciosos de reproducción de la pobreza por un lado y de la riqueza por otro, que son favorecidos y perpetuados por la propia segregación residencial.

Segregación residencial según ingresos: ¿qué pasa en Montevideo?

...y en el Paso Molino hemos de recordar
su verde Prado que nos vio pasar,
algún domingo que faltó
la chiquilina del lugar...

Los estudios sobre segregación residencial en Uruguay son bastante recientes y la mayoría se han concentrado en Montevideo y el Área Metropolitana. Para el caso de Montevideo, los estudios pioneros fueron los de Katzman (1999)3 y Cervini y Gallo (2001),4 que aportaron evidencia en cuanto a la existencia de segregación, observando distintas características de los hogares, como nivel de ingresos, nivel educativo y variables asociadas a la inserción en el mercado laboral. En términos generales, todos los estudios coinciden en que Montevideo presentó un incremento en el grado de segregación al menos hasta mediados de la década de 2000.

Ahora, cabe preguntarse qué pasó con los niveles de segregación durante el último período de sostenida recuperación económica, reducción de la desigualdad de ingresos y mejoras en los indicadores socioeconómicos: ¿la segregación residencial acompañó esas mejoras?

Para responder esta pregunta, realizamos mediciones de la segregación residencial para el período 2006-2017. Utilizamos algunos indicadores tradicionales y también otros más novedosos, que presentan varias ventajas frente a los tradicionales para la medición de la segregación por ingresos en particular. La fuente de datos son las Encuestas Continuas de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y la unidad de análisis son los barrios de Montevideo.

¿Qué encontramos? En uno de los trabajos (Vázquez, 2018)5 se encuentra que durante los primeros años del período de análisis la segregación residencial por ingresos habría continuado con la tendencia de crecimiento verificada en años anteriores y alrededor de los años 2010-12 habría presentado un quiebre de tendencia, para comenzar una reducción sostenida hasta el final del período, como puede observarse en el gráfico.

El CGI, o Índice de Brechas por Centiles, es uno de los indicadores novedosos que se utilizaron para medir la segregación por ingresos. Varía entre 0 y 1, siendo 1 el valor que representa un nivel de máxima segregación.

El CGI, o Índice de Brechas por Centiles, es uno de los indicadores novedosos que se utilizaron para medir la segregación por ingresos. Varía entre 0 y 1, siendo 1 el valor que representa un nivel de máxima segregación.

El Índice de Disimilitud de Duncan es uno de los indicadores tradicionales, que clasifica a la población en dos grupos: minoritario y no minoritario. En este caso, se interpreta como la proporción de población en situación de pobreza (grupo minoritario) que debería cambiar de barrio para alcanzar una segregación nula en la ciudad. Varía entre 0 y 1, siendo 1 el valor que representa un nivel de máxima segregación. Los valores para períodos previos a 2006 son tomados de Bercovich y Gallo (2004).[*]

El Índice de Disimilitud de Duncan es uno de los indicadores tradicionales, que clasifica a la población en dos grupos: minoritario y no minoritario. En este caso, se interpreta como la proporción de población en situación de pobreza (grupo minoritario) que debería cambiar de barrio para alcanzar una segregación nula en la ciudad. Varía entre 0 y 1, siendo 1 el valor que representa un nivel de máxima segregación. Los valores para períodos previos a 2006 son tomados de Bercovich y Gallo (2004).[*]

(*) Bercovich, I y M Gallo (2004). Los procesos de exclusión social en Montevideo: ¿continúa la tendencia creciente de la segregación residencial? Observatorio Montevideo de Inclusión Social. Documento realizado en el marco del Programa URBAL, Red 10 “Lucha contra la pobreza y la exclusión”.

Es importante destacar este resultado por dos motivos. Por un lado, la segregación no es algo fácil de mover: cuando existen cambios, suelen darse de forma muy lenta y con cierto rezago a otros avances. Es un fenómeno que, al verse afectado por cuestiones que van más allá del ciclo económico, como las preferencias de los hogares o las políticas públicas, suele tener su propia dinámica. Por otro lado, este resultado es alentador porque es la primera vez que vemos una mejora de esta variable en Montevideo. Aun así, con una perspectiva de largo plazo, la segregación en Montevideo todavía se ubica en niveles superiores a los de finales de los años 80.

Segregación residencial según otras características de los hogares: otra historia

...llegar a nuestro hermano grande Belvedere,
la misma brisa impulsa el Cerro fiel,
Villa Española y Peñarol.
Aduana hermosa que acunó
en su pecho el soñar
de aquel que ha de emigrar,
no esperaba ser tan bienvenido...

Cuando se estudia la segregación residencial no a través del ingreso de los hogares, sino atendiendo características más estructurales, la historia cambia. Cuando hablamos de características estructurales nos referimos a variables que fluctúan menos en el corto plazo y por lo tanto son menos sensibles ante cambios coyunturales. Por ejemplo, el hecho de que la economía crezca de un año para el otro puede impactar rápidamente en el ingreso de los hogares, pero probablemente no modifique de forma significativa el nivel educativo de las personas.

En este caso, se analizó la segregación tomando en cuenta características de educación, de inserción en el mercado laboral y de ascendencia étnico-racial (Rodríguez Vivas, 2019).6 Uno de los hallazgos es que las personas con mayor nivel educativo tienden a estar más concentradas en ciertos barrios de Montevideo que aquellas con menor nivel educativo, que se ubican en la ciudad de forma más dispersa. Se encuentra, además, un aumento significativo de la segregación residencial de los adultos con más de 12 años de educación entre 2006 y 2017.

Respecto de las características asociadas a la inserción en el mercado laboral, se encuentra un aumento de la segregación de las personas desempleadas y de los hogares con jefe o jefa con una ocupación de alto estatus (siguiendo el criterio de Kaztman 1999, son profesionales, científicos, gerentes, directores, entre otros), mientras que para los trabajadores por cuenta propia no se encuentran cambios significativos. Sin embargo, al comparar estos resultados con los obtenidos por Cervini y Gallo (2001), se encuentra que los niveles de segregación residencial de los trabajadores por cuenta propia y de personas en hogares de alto estatus ya son considerablemente mayores en 2006 que lo estimado por las autoras para 1996-1998.

Por último, atendiendo la ascendencia étnico-racial de las personas, se encuentra que los niveles de segregación residencial de la población afrodescendiente oscilan entre 2006 y 2013, pero a partir de entonces comienza una tendencia decreciente.

En resumen, durante el período analizado se encuentra una baja de los niveles de segregación residencial a nivel de ingresos y también para las personas afrodescendientes. Las personas se distribuyen en la ciudad de forma más pareja cuando miramos estas características, están más mezcladas que hace unos años. Sin embargo, cuando miramos características de los hogares asociadas al nivel educativo y a la inserción en el mercado de trabajo, ocurre lo contrario: la segregación continuó aumentando.

Y con todo esto, ¿qué hacemos?

...y a Maroñas triunfal,
con la Aguada total,
nuestros lazos ya están definidos.
Borro, Piria y La Unión,
Aires Puros, Colón,
Piedras Blancas sentirá el latido.

Desde las políticas públicas puede llegar a ser muy difícil reducir la segregación de forma directa. Podríamos imaginar medidas como la construcción de vivienda orientada a hogares de estratos socioeconómicos bajos en barrios de mayores ingresos, aunque este tipo de medidas podrían llegar a ser muy costosas.

Lo que sí se puede hacer desde las políticas públicas es, en primer lugar, cuidar de no generar un aumento de la segregación de forma involuntaria. Por ejemplo, si al momento de dar soluciones habitacionales para población más vulnerable las viviendas que se facilitan se ubican en zonas periféricas, entonces podemos tener una política muy efectiva desde el punto de vista de satisfacer una necesidad básica, como es la vivienda, pero al mismo tiempo generar un aumento del nivel de segregación.

Por otro lado, es importante que exista una estrategia clara en cuanto a hacia dónde se quiere proyectar la ciudad, qué zonas se busca revitalizar, hacia dónde se quiere generar movimientos. Entonces, una vez definida esta estrategia, desde la política pública pueden generarse incentivos que permitan que los movimientos deseados sucedan.

Por ejemplo, puede pensarse en incentivos para que el sector privado dinamice ciertas zonas de la ciudad mediante la construcción de vivienda nueva. Un ejemplo de este tipo de instrumentos en Uruguay es la Ley de Vivienda Promovida, que ha permitido la construcción de vivienda nueva en barrios que hace unos años estaban más deprimidos (recordemos cómo era la calle Constituyente hace 15 años y démonos una vueltita por ahí ahora). Lo importante es que estos instrumentos sean flexibles; en la medida en que se vayan consolidando ciertas zonas de la ciudad, entonces se puede ir moviendo los incentivos hacia otras zonas. Este tipo de instrumentos podría tener efectos tanto en las preferencias de los hogares como en la dinámica del mercado inmobiliario y, por tanto, tener un impacto en las decisiones residenciales. Otro mecanismo podrían ser subsidios a los alquileres, y de esa manera incidir en la capacidad de pago de los hogares para acceder a una vivienda en determinadas zonas de la ciudad.

Cualquiera sea la combinación de instrumentos, deben ser diseñados de forma cuidadosa, para efectivamente lograr una distribución más equitativa de la población en la ciudad y no, por el contrario, fomentar la consolidación de zonas aún más segregadas o generar procesos de gentrificación.

En resumen, no se espera que mediante políticas públicas se reduzca de forma directa la segregación, pero sí que se diseñen los incentivos (o desincentivos) para que se generen los movimientos deseados en la ciudad. Pero antes que nada tienen que estar claros cuáles son esos movimientos que necesita nuestra ciudad.

Este artículo surge a partir de lo trabajado en el colectivo Lado F. Este y otros contenidos generados por integrantes del colectivo se pueden ver en economialadof.wordpress.com.


  1. Jencks, C y SE Mayer (1990). The Social consequences of growing up in a poor neighborhood. En: Lynn, L. y M. McGeary (Eds.), Inner city poverty in the United States. National Academy Press, Washington, pp. 111-186; Massey, DS y NA Denton (1993). American apartheid: Segregation and the making of the underclass. En: Grusky, DB y S Szelényi (2006). The Inequality Reader: Contemporary and Foundational Readings in Race, Class, and Gender pp. 153-164; Kaztman, R (1999). El vecindario también importa. En: Activos y Estructuras de Oportunidades, PNUD, Uruguay; Sampson, RJ, Morenoff, JD Y T Gannon-Rowley (2002). Assessing “Neighborhood Effects”: Social Processes and New Directions in Research. Annual Review of Sociology, Vol. 28, pp. 443-478; CEPAL (2014). Panorama Social de América Latina. LC/G.2635-P, Santiago de Chile, Chile; Chetty, R y N Hendren (2015). The Impacts of Neighborhoods on Intergenerational Mobility: Childhood Exposure Effects and County-Level Estimates. Harvard University and NBER; Chetty, R, Hendren, N y Katz, LF (2015). The effects of exposure to better neighborhoods on children: New evidence from the Moving to Opportunity experiment. Harvard University and NBER. 

  2. Reardon, SF y K Bischoff (2011). Income inequality and income segregation. American Journal of Sociology, vol. 116 (4), pp. 1092-1153; Reardon, SF y K Bischoff (2016). The Continuing Increase in Income Segregation, 2007‐2012. Stanford Center for Education Policy Analysis; Watson, T (2009). Inequality and the measurement of residential segregation by income in American neighborhoods. National Bureau of Economic Research, Working Paper, Nº 14.908. 

  3. Kaztman, R (1999). Activos y estructuras de oportunidades. Estudios sobre las raíces de la vulnerabilidad social en el Uruguay. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 

  4. Cervini, M y Gallo, M (2001). La segregación residencial entre los barrios de Montevideo: 1986-1998. Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, Universidad de la República. 

  5. Vázquez, L (2018). Segregación residencial en Montevideo. ¿Cuál fue su evolución en un contexto de recuperación económica, mejoras distributivas y crecimiento del ingreso real? Universidad de la República, Facultad de Ciencias Económicas y de Administración. 

  6. Rodríguez Vivas, M (2019). “Segregación residencial en Montevideo: su evolución por variables estructurales para el período 2006-2017”. Serie Documentos de investigación estudiantil, DIE 04/19. Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Universidad de la República, Uruguay.