La transformación de la matriz energética durante el siglo XXI, particularmente de la matriz eléctrica, es un hecho histórico de magnitud que le permitió a Uruguay posicionarse como el país con mayor porcentaje de energía eólica per cápita de América Latina, ubicándose próximo al líder mundial –Dinamarca–, al conseguir generar más de un tercio de su energía eléctrica a partir del viento.

La instalación de 1.500 MW de potencia eólica en menos de diez años, en un país en que la capacidad instalada total para la generación eléctrica se ubica en torno a 4.900 MW, constituye un fenómeno extraordinario. Extraordinario por su alcance, pero también por su rapidez. Una década es nada en términos históricos y muy poco en el contexto de la dinámica de las transiciones energéticas. El mundo ha hablado de Uruguay, y lo sigue haciendo, como un ejemplo a seguir. Ante el desafío global de implementar acciones para la descarbonización de las matrices energéticas, el caso uruguayo cuestiona las afirmaciones de algunos especialistas y analistas que estiman en décadas el tiempo de las transiciones necesarias para lograr una matriz global más “verde”.

Pero, detrás de las cifras y los titulares, es posible identificar al menos tres factores claves más allá de una coyuntura global favorable, resultado de la crisis económica en el centro (2008) y de la posibilidad de acceder a tecnología eólica madura a precios razonables. Esos tres factores son:

1) Solidez institucional, que permitió diseñar, consensuar e implementar una política pública para la transformación.

2) Capacidad para articular a diversos actores de forma de llevar adelante un proyecto común.

3) Disponibilidad de conocimiento útil y recursos humanos capacitados para sustentar el cambio tecnológico y resolver los problemas emergentes.

No cabe ninguna duda de que el tercer componente ha tenido a la Universidad de la República (Udelar) como protagonista. Si bien la política energética 2005-2030 acordada en 2010 por todos los partidos políticos con representación parlamentaria fue el catalizador, el gran repositorio de conocimientos y vínculos académicos y profesionales de la Udelar fue fundamental para potenciar el desarrollo de capacidades locales que permitiera la apropiación y el desarrollo del cambio tecnológico. El extraordinario cambio sociotécnico procesado es imposible de explicar sin considerar décadas de investigación, enseñanza y extensión universitaria. Complejos procesos, senderos y trayectorias posicionaron a la Udelar en diálogo, tensión y acción con diversos gobiernos y con el sector privado. Es desde esta interacción que surge lo que en el plano internacional se ha definido como “la revolución eólica en Uruguay”.

Un poco de historia

La investigación en torno a la energía eólica en Uruguay hunde sus raíces en el siglo XX. En 1952 fue confeccionado el primer mapa de vientos de Uruguay, obra del ingeniero Emanuele Cambilargiu. En las décadas de 1950 y 1960, Óscar Maggiolo y Agustín Cisa lideraron equipos que indagaron en el desarrollo de tecnología apropiada para la explotación del viento como fuente de energía. Pero fue en las últimas dos décadas del siglo pasado que la generación de conocimiento relevante en la materia llegó a articularse con una larga lista de proyectos, convenios e instituciones. Fue entonces que se asistió a la construcción de un espacio colaborativo, que puede calificarse sin dudas de “estratégico”, entre el Instituto de Ingeniería Eléctrica y el Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Udelar. Este espacio generó sinergias muy importantes y contribuyó a la creación del Grupo de Trabajo en Energías Renovables. Fue en ese contexto que, en 1988, un acuerdo firmado entre UTE y la Udelar posibilitó la ejecución de un proyecto para la evaluación del potencial eólico y su aprovechamiento integrado a la red eléctrica. El otro hito de la última década del siglo pasado (entre 1993 y 1996) fue la concepción, la construcción y la puesta en funcionamiento del túnel de viento. Esto permitió investigar fenómenos relacionados con el viento atmosférico mediante la técnica de la modelación física. Allí, entre más de una docena de líneas de investigación y asesoramiento, se estudió y evaluó el potencial eólico nacional para generar energía eléctrica. La dinámica propia de la investigación, en diálogo y tensión con las demandas de conocimiento útil, alimentó procesos que dieron lugar a una abundante producción académica en energías renovables no convencionales, particularmente energía eólica, durante los años 90. El cambio de siglo traería más novedades. La acumulación académica y la vinculación con actores claves extrauniversitarios culminó en el año 2000 con la instalación de un generador NORDEX 27 en Sierra de Caracoles. Su ubicación fue seleccionada a partir de estudios realizados sobre el potencial eólico en diferentes zonas de Uruguay. Su instalación, por parte de la Facultad de Ingeniería, se realizó con el apoyo del programa BID-CONICYT, UTE y la Intendencia de Maldonado.

La crisis: una oportunidad

En el marco de la severa crisis que afectó al país al comienzo del siglo XXI, el Poder Ejecutivo –entonces encabezado por el doctor Jorge Batlle– convocó a un ejercicio de “Prospectiva energética 2015”, que fue liderado por la Facultad de Ingeniería, entre 2001 y 2002. Pero, además, la Udelar estuvo en la primera línea para buscar caminos de superación ante la crisis. Para ello se constituyó una Comisión Social Consultiva que trabajó en los años 2003 y 2004, y bajo ese marco, se organizó la Mesa de la Energía, coordinada por el Grupo de Trabajo de Energías Renovables de la Facultad de Ingeniería, que elaboró un diagnóstico y posibles estrategias de desarrollo en el sector. La importante acumulación generada en este primer lustro del siglo XXI quedó registrada en una publicación que tuvo por autores a Ventura Nunes –del Instituto de Energía Eléctrica– y José Cataldo –del Instituto de Mecánica de Fluidos e Ingeniería Ambiental–: Prospectiva tecnológica 2015 en el área energía: nuevo análisis en la situación actual de crisis energética.

La trascendencia de la transformación de la matriz eléctrica en Uruguay quedó reflejada en el artículo publicado por el Institute for Energy Economics and Financial Analysis (http://www.ieefa.org) en abril de 2018 en que se enfatizaba: “Una revolución de energías renovables en Uruguay para que todo el mundo la vea... un ejemplo profundamente instructivo que se puede aplicar en muchos otros países”.

Manos a la obra...

En 2008-2010 se impuso en la agenda pública la política energética 2005-2030. Para entonces, ya había un sendero recorrido desde la Udelar que brindaba una sólida base para definir líneas estratégicas, desplegar acciones y articular esfuerzos interinstitucionales con actores públicos y privados. Fue entonces que se “juntaron” los saberes y la política pública. Se celebró un convenio en el marco del Programa de Energía Eólica en Uruguay, en el que intervino el Grupo de Trabajo de Energías Renovables de la Facultad de Ingeniería como apoyo a la labor del equipo técnico conformado en la –entonces denominada– Dirección Nacional de Energía y Tecnología Nuclear del Ministerio de Industria, Energía y Minería. Uno de los resultados relevantes de este convenio fue la elaboración del mapa eólico en el año 2009, que permitió contar con un perfil de todo el territorio nacional y dio lugar a la identificación de zonas con mayores recursos y a la caracterización del clima de vientos. Es de destacar que no fue necesario recurrir a expertos extranjeros, lo que revela el grado de acumulación conseguido durante las dos décadas precedentes. Como luce en la web de la Facultad de Ingeniería, “El desarrollo eólico se ha basado en el conocimiento generado en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República a lo largo de décadas de investigación sobre las características del viento, la tecnología necesaria para explotarlo, las regiones más adecuadas, los problemas de interconexión con la red eléctrica y la interacción con el sistema energético. También en esta institución se formaron los técnicos que lideraron la incorporación de la energía eólica a la matriz energética del país”. Desde allí se propició a veces, y se acompañó siempre, el proceso de cooperación interinstitucional que involucró a actores públicos y privados (UTE, Dirección Nacional de Energía, Asociación Uruguaya de Energía Eólica, Agencia Nacional de Investigación e Innovación, Cámara de Industrias del Uruguay, entre otros) en el desarrollo de la “revolución eólica”.

En el cierre, una reflexión necesaria

¿Cuál es el valor de este relato? Su valor radica en que permite visualizar cómo la investigación, la enseñanza y las diversas formas de vinculación de la Udelar con el medio proveen a la sociedad uruguaya de conocimiento científico relevante y útil para entender y resolver problemas, así como de recursos humanos de primera calidad capaces de desarrollar y aplicar ese conocimiento. Esto constituye un activo social que es resultado de una interacción dinámica entre diversos actores, de procesos de acumulación definidos muchas veces por la lógica de la ciencia, pero siempre en diálogo y tensión con las necesidades públicas (del pueblo). Y es lógico que esto sea así, porque la Udelar es “de la República”, es decir, “asunto del pueblo” (como lo refería Cicerón en la antigua Roma); la cosa pública no tiene signo político, es un asunto concerniente al público, al pueblo. Así como en el caso de la energía eólica, son muchos los senderos o las trayectorias transitados por la Udelar orientados por la brújula de su ley orgánica. Las funciones universitarias, definidas en esa norma, son la garantía del rol de la Udelar como espacio de generación y democratización de conocimiento para, desde allí, contribuir a la ampliación de las capacidades individuales y colectivas de forma de mejorar la calidad de vida de los habitantes de este país. En este sentido la Udelar es un recurso digno de cuidar y potenciar como res publica, como asunto del pueblo, y así poder contar, como ciudadanos, con ciencia para el desarrollo, conocimiento para el desarrollo y, en definitiva, universidad para el desarrollo.