Los NFT (Non Fungible Tokens o Elementos No Fungibles)1 han estado en boca de todos, principalmente a raíz del mercado del criptoarte, que ha batido varios récords en el último año. Por ejemplo, el artista estadounidense Beeple vendió, en una subasta realizada en Christie’s, la empresa especializada en arte y artículos coleccionables, una obra titulada Everydays: The First 5,000 Days en 69,3 millones de dólares. El comprador, un inversor de Singapur, pagó por la obra en Ether, la criptomoneda nativa del protocolo de Ethereum.

Y sí: todo este revuelo fue causado por una obra digital, que cualquiera de nosotros podría guardar, ver y usar como fondo de pantalla. También reproducirla, imprimirla y colgarla.

Esto es especulación, ¿no?

La respuesta es compleja. Es indudable que la cantidad de liquidez y capital de inversión disponible, en parte generada por el crecimiento real y orgánico del ecosistema cripto, y en parte por las políticas laxas que inundaron al mundo de dólares en los últimos dieciocho meses, juegan un rol importante en “inflar” los precios de estos criptoactivos, así como el de tantos otros rubros considerados como “inversiones alternativas” (por ejemplo, cartas coleccionables de baseball o incluso el mercado de arte tradicional). Ante esta saturación, el capital busca nuevas formas para rentabilizarse y este tipo de mercados se ven beneficiados. Sin embargo, vale preguntarnos, ¿es tan diferente el criptoarte del arte tradicional?

El lector puede “guardar” la imagen que el coleccionista compró por casi 70 millones de dólares. De forma análoga yo también puedo, al salir de un museo, comprar la lámina de la pintura que me gusta y exponerla en el living de mi casa, y solo un ojo muy entrenado podría notar la diferencia. Esto abre una pregunta de fondo: ¿por qué pagamos cuando compramos arte? Sin duda no es por una cualidad objetiva de la pintura, ya que si no, compraríamos la lámina; lo que estamos comprando es la proveniencia, la historia detrás de la pintura y su artista, y, principalmente, el valor social que genera tener el original. Lo mismo puede decirse del criptoarte. Podemos guardar la imagen, pero si la compramos y mostramos que somos dueños del original (cosa que, como veremos, es demostrable a un nivel mucho más potente y objetivo en el mundo del criptoarte que en el mundo del arte tradicional), vamos a impresionar mucho más a nuestros amigos. Animal curioso, nosotros.

¿Criptoarte o NFT?

Habrán notado que durante toda la sección anterior me referí al criptoarte y no a los NFT, y eso me sirve de excusa para aclarar un punto importante: NFT no significa criptoarte, el criptoarte es una aplicación particular, aunque por mucho la más conocida, de los primeros. Vamos a lo interesante. Lo que la tecnología de NFT logra es crear, por primera vez en la historia, la escasez digital y un registro de propiedad objetivo. Lo que la era del internet generó fue la infinita reproducibilidad: yo te mando una imagen y vos la guardás en tu computadora, la pasás al celular, la compartís con un amigo por WhatsApp y la posteás en Facebook.

Ese componente viral, junto con la velocidad a la que se puede intercambiar información (sea esa información un texto, una foto o un documento), fue lo que hizo que el internet crezca y sea exitoso. Sin embargo, en la cascada de fotos de gatos y cadenas que hay que compartir con cinco contactos para tener suerte el año que viene, nos olvidamos de un elemento importante: la propiedad. ¿Quién es dueño de esa foto graciosa de un gato cayéndose que te pasó tu tía? No hay un método, ni tecnológico ni social, para determinar la originación de ese archivo y eventualmente recompensar a su creador. Y, honestamente, en ese caso en particular la respuesta correcta sería: ¿a quién le importa quién lo creó?

No resulta tan fácil descartar la cuestión cuando estamos hablando de, por ejemplo, arte. ¿No es injusto que encontremos una pintura hermosa en un foro y la compartamos sin que el artista sea recompensado por eso? ¿O que descarguemos una canción que nos gusta y la compartamos infinitamente sin que el artista reciba nada? Claro, es fácil escudarse en la excusa de que los artistas reciben la siempre difusa “difusión”, que luego por mecanismos mágicos deberían (no sabemos por qué ni cómo) ser capaces de monetizar.

Y a pesar de que esto tiene algo de verdad, la realidad es que Spotify paga fracciones de centavos por stream, lo que genera una dinámica que en economía se llama “winner takes all” (el ganador se lleva todo): los artistas más reconocidos recaudan una fracción más que proporcional de las ventas. Esto genera una estructura de incentivos perversa, en la que no sólo la única manera de vivir cómodamente de la música online es lograr la masividad y llegar al tope de la profesión, sino que las mismas plataformas tienen incentivos de promover a los artistas que ya son exitosos en vez de ayudar a la promoción de nuevos talentos. Y el panorama en las artes visuales es aún más gris.

Los NFT resuelven este problema.

Entendí qué hacen, pero ¿qué son?

Los NFT son elementos que están en una blockchain y pueden ser transaccionados, generando un registro (objetivo y descentralizado) de su historial de movimientos. Bien, creo que eso no ayudó. Vamos de nuevo. De blockchain ya hemos hablado en otras columnas pero, resumiendo, es una especie de libro contable digital en el que todos los participantes podemos escribir (es decir, agregar nuevos elementos o registrar transacciones) y validar (es decir, verificar que las transacciones que hacen otros son correctas). Estos libros son muy seguros porque no tienen un agente central que los administre, que puede eventualmente tener incentivos para mentir o ser presionado por agentes externos para validar transacciones que son válidas o legítimas. Por el contrario, es administrado de manera descentralizada por sus usuarios.

Uno de los protocolos más conocidos, y el más utilizado para NFT, es Ethereum. En Ethereum, como usuario, puedo crear un elemento (en un proceso que se llama “minting” del NFT) que puede ser una imagen, un gif, un video, un archivo o incluso un contrato, y luego puedo poner este artículo a la venta o transaccionar con otros usuarios. Cada vez que se crea un NFT se le asigna una “dirección”, que es un conjunto de números específicos, mediante el cual se puede saber exactamente quién lo generó y todo su historial de movimientos. Toda esa información es pública y todos pueden verla. Esto resuelve un problema endémico del arte: la proveniencia. Uno de los aspectos más complejos de determinar en obras de arte antiguas es su proveniencia, es decir, determinar por qué manos pasó antes de llegar al dueño actual, que es un aspecto clave a la hora de determinar la originalidad de la pieza. Este problema desaparece en el mundo de los NFT.

¿Qué cosas pueden ser NFT y qué puedo hacer con ellos?

Básicamente cualquier cosa que deba ser única y registrarse de manera digital es “nfteable” (sí, acabo de crear el verbo y no voy a pedir disculpas). ¿Por qué único? Ahí es donde entra la parte de “no fungible”. Por ejemplo, las monedas son fungibles. Un billete de 20 pesos es igual a cualquier otro billete de 20 pesos. Sin embargo, una tarjeta coleccionable o una cédula de identidad no es igual a cualquier otra tarjeta coleccionable o cédula de identidad, por lo que estos son “no fungibles”.

Dominios
Un dominio, es decir, una dirección como copelmayer.eth, puede ser un NFT (y de hecho lo es). El servicio ENS2 (Ethereum Name Service) permite registrar dominios en forma de NFT. Son no fungibles porque copelmayer.eth no es lo mismo que kopelmayer.eth, y la propiedad de cada uno de ellos está registrada en Ethereum a mi nombre, pudiendo cualquiera, en cualquier momento, verificar que mi wallet (mi “billetera electrónica”) es la propietaria de copelmayer.eth.

Arte
Como vimos, el arte puede ser NFT, y ésta es la aplicación más común de la tecnología. Hay muchos portales, como OpenSea3 y Rarible4, que permiten la compraventa de criptoarte. Los artistas incluso pueden establecer una regalía cuando hacen el “mint” del NFT (del porcentaje que ellos decidan) y recibir más ingresos de manera automática cada vez que su obra es vendida, en perpetuidad y sin necesidad de abogados ni contratos. También se pueden asociar derechos a las obras, como es el caso de la colección Bored Ape Yatch Club5, que ofrece los derechos comerciales de cada una de las piezas a sus compradores (y, de hecho, ya se están produciendo remeras, accesorios e incluso películas utilizando dichos derechos).

Música
Sound XYZ6 es una empresa que recientemente obtuvo cinco millones de dólares de inversión en una ronda liderada por la prestigiosa firma Andressen Horowitz y que permite a los músicos lanzar sus canciones como NFT. En tan sólo 10 minutos llegó a pagar más de 100.000 dólares a artistas, el equivalente a más de 30 millones de reproducciones en Spotify. Además, se invierten los incentivos y se empuja a los usuarios a descubrir nueva música, ya que si compran los primeros NFT de un músico desconocido al que luego le va bien, esas copias tempranas que compraron se valorizarán mucho, alineando los incentivos entre los artistas y su comunidad de primeros fans.

Préstamos
Como la propiedad de los NFT es verificable en Ethereum (y en las demás blockchain que utilizan esta tecnología, como Solana) y los NFT tienen un valor determinado, generalmente de acuerdo a la oferta y demanda y lo atractivo que resulte cada uno, estos se pueden usar como garantía a la hora de tomar préstamos. Por ejemplo, yo puedo entrar a NftFi7, listar un NFT como garantía (como mi dominio copelmayer.eth) y solicitar un préstamo de 100 dólares. El lector puede hacerme una oferta de prestarme ese dinero a una tasa de 10% con ese dominio como garantía, y yo aceptarla o negociar. De aceptarla, se registra la transacción en la red Ethereum y yo contraigo la obligación. De fallar en mi obligación de pagar, automáticamente se ejecuta esa cláusula de la transacción y mi dominio pasa a la propiedad de mi prestamista, sin necesidad de intermediación ni posibilidad de impago de ningún tipo. De esta manera, mediante los llamados “contratos inteligentes” y los NFT, se abren por primera vez en la historia los préstamos sin intermediación, demoras de ningún tipo y, a pesar de que la posibilidad de default permanece, deja de existir el riesgo de no recibir o de demora en recibir el activo puesto en garantía.

¿En qué quedamos?

La respuesta a la pregunta que dispara la columna —si los NFT son un vehículo de especulación o una nueva tecnología que permite la propiedad digital— tiene una respuesta contundente e inequívoca: sí. Es innegable que gran parte de la actividad económica en el espacio es con objetivos especulativos, y de hecho considero muy posible que haya una corrección en el mercado, en parte debido a la proyectada restricción en la política monetaria estadounidense. Pero lo que es innegable —aún— es que ésta es una tecnología real, que aporta valor a usuarios reales y resuelve problemas reales.

Es útil mantener esta aparente contradicción en mente para evitar caer en la manía y arriesgar dinero de manera poco prudente. Por otro lado, tampoco podemos ser ciegos e ignorar la que probablemente sea la revolución tecnológica más importante desde la creación del internet.


  1. La acepción tradicional traduce “token” como “moneda”. Prefiero el uso de “elemento” ya que es más abarcativo y representa mejor la realidad de la utilización de la tecnología. Ver también artículo: “La exuberancia irracional y la búsqueda del sentido común” (la diaria

  2. ens.domains 

  3. opensea.io 

  4. rarible.com 

  5. https://opensea.io/collection/boredapeyachtclub 

  6. sound.xyz 

  7. nftfi.com