En el artículo anterior1 reflexionamos sobre algunos aspectos metodológicos concretos de la Economía: el individualismo metodológico y el objeto de estudio de la disciplina. En este artículo aterrizamos estas reflexiones centrándonos en un área particular de la disciplina: la macroeconomía. Pero vayamos por partes

La cuestión de los microfundamentos

Podríamos definir al “dogma de los microfundamentos” como la afirmación de que todas las proposiciones en macroeconomía pueden reducirse a proposiciones microeconómicas, es decir, a declaraciones sobre el comportamiento individual de los agentes.2 Este dogma, vale la pena resaltar, no es nada raro en la macroeconomía moderna. Desde la década de los ochenta, economistas mainstream y heterodoxos han apelado a los microfundamentos como señal de rigurosidad de sus teorías. El filósofo Alan Nelson reconoció a la doctrina de los microfundamentos como un ejemplo de microreducción, concluyendo que era muy poco probable que el proyecto tuviera éxito: había muchos precedentes de su fracaso, ya que los debates sobre la posibilidad de reducir una ciencia a otra comenzaron en la antigüedad clásica. En cierto sentido, este piramidismo científico adolece de dos cuestiones: la falacia de composición y la causalidad descendente.

A través de un ejemplo, John King plantea en términos bastante intuitivos el problema. Pensemos, ¿qué es un auto? ¿Cuáles son sus propiedades? Podemos conocer todas las piezas del auto, pero es imposible inferir las propiedades de un vehículo a partir del conocimiento (por completo que sea) de todas sus partes: el auto tiene una importancia social, económica, cultural. Negar esto implica, según King, una falacia de composición. Pensémoslo así: cambios culturales, económicos, ambientales y sociales afectan directamente al auto en tanto máquina, y afectan también a sus distintas piezas. La causalidad, en este caso, va desde las unidades más grandes a las más pequeñas (es descendente), y no sólo de abajo hacia arriba. Podemos saber absolutamente todo sobre las piezas, pero esto no nos permitiría explicar el significado social, económico y cultural del auto.

Volviendo a lo estrictamente económico, podemos decir que los principios antirreduccionistas de la falacia de la composición y la causalidad descendente tienen una relación muy directa con la cuestión de si necesitamos o no microfundamentos cuando estudiamos la macroeconomía. El dogma de los microfundamentos es un claro ejemplo de la falacia de la composición: algo que es verdadero y válido para un agente considerado individualmente puede no serlo cuando miramos al conjunto de individuos. Sobran ejemplos en Economía.

Lo anterior, de todas formas, no quiere decir que haya que eliminar los microfundamentos de la macro y, además, imponer macrofundamentos para la micro. Lo importante es que las teorías económicas, sean micro o macro, tengan bases sociales. Las teorías económicas, más que microfundamentos, precisan fundamentos sociales.3 Por supuesto, estos fundamentos sociales distan mucho de elucubraciones teóricas tan alejadas de la realidad como el agente representativo, que, como demuestra Kirman,4 no representa a la sociedad como tal. Apostar a los microfundamentos y negar la necesidad de fundamentos sociales implica no sólo una mala teoría macroeconómica, sino también muy malas políticas económicas.

A esta altura, quienes tengan formación en Economía posiblemente estén pensando en uno de los principales pilares de los microfundamentos en macroeconomía: superar la crítica de Lucas. La idea básicamente consiste en que los modelos macroeconómicos deben basarse en parámetros estructurales que reflejen las reglas fundamentales e inmutables del comportamiento individual y, por lo tanto, no cambien cuando cambie la política macroeconómica. Estos microfundamentos garantizarían que los modelos puedan utilizarse para realizar predicciones sólidas de los efectos de las políticas macroeconómicas. Con esta lógica, los modelos macro que no tengan microfundamentos no serían útiles, dado que no podrían generar predicciones que superen la crítica de Lucas.

Al respecto, vale la pena señalar el planteo del economista poskeynesiano Servaas Storm:5 el requisito de que los modelos macroeconómicos deban superar la crítica de Lucas es, en cierto sentido, una falacia. Hay dos formas de interpretar la crítica de Lucas: (i) verla como una afirmación positiva (en el sentido de la “economía positiva”, que busca describir e interpretar la realidad objetivamente) sobre la aplicación de un modelo, es decir, tomarla como una crítica a los modelos utilizados para realizar análisis contrafácticos, o (ii) interpretarla de manera prescriptiva, como una norma metodológica “purista”.

Respecto a (i), Storm sostiene que, si bien no hacer lugar a la crítica de Lucas entraña un riesgo, son muy pocos los cambios en la formulación de políticas pasibles de generar estas modificaciones. La evidencia empírica ha mostrado que el impacto de los cambios en las políticas sobre los parámetros de los modelos macro es, generalmente, insignificante. Por otro lado, los modelos DSGE (dinámicos estocásticos de equilibrio general) microfundados tampoco superan generalmente a la crítica de Lucas (autoimpuesta).

En cuanto a (ii), puede señalarse que es la postura que se ha adoptado en los modelos DSGE, defendidos por la macroeconomía ortodoxa. De acuerdo a Storm, el razonamiento detrás de este planteo es tautológico, ya que, en el fondo, los microfundamentos del modelo de los que resultaron los parámetros estimados siempre son potencialmente afectables por las políticas. Ante esto, ha habido en los últimos años esfuerzos significativos para identificar microfundamentos más “profundos” para los modelos DSGE, pero, en el fondo, estos siempre podrían criticarse a partir del planteo de Lucas.

Ante este “callejón sin salida”, Storm argumenta que en realidad los parámetros estimados en un modelo cambian y evolucionan continuamente y, además, es imposible predecir el futuro sin modificarlo; en el fondo, los modelos robustos a la crítica de Lucas no existen, las reglas de comportamiento de individuos o grupos de individuos (como las clases sociales) siempre se verán afectados por los cambios en las políticas implementadas.

Podríamos concluir que no es recomendable que la macroeconomía insista en que los modelos sean robustos a la crítica de Lucas; al fin y al cabo, tampoco sería un problema dado que el impacto de los cambios políticos sobre los parámetros de los modelos macro son, generalmente, insignificantes. La clave parece ser tener cautela a la hora de extraer de un modelo matemático conclusiones y recomendaciones de política. Respecto al “dogma de los microfundamentos”, algo que queremos discutir especialmente es el uso de un agente representativo en los modelos macroeconómicos.

El agente representativo en macroeconomía

Quienes sean economistas o estudiantes de Economía seguramente se hayan encontrado muchas veces con modelos macroeconómicos de tipo “Robinson Crusoe”, que analizan cómo un individuo en soledad toma decisiones de producción sujeto a sus recursos y/o tecnología disponible, para maximizar su utilidad (su felicidad, digamos) a partir del consumo de lo que produce. Si bien en el análisis económico estos modelos suelen ser un primer paso hacia otros modelos de mayor complejidad, nos serán de utilidad para ilustrar la utilización de un “agente representativo” en problemas de macroeconomía. Importa entender que los modelos que especifican un agente representativo pretenden estudiar el comportamiento agregado de la economía a partir del comportamiento de un solo individuo. En otras palabras: pretenden abordar el análisis de fenómenos sociales asumiendo que sólo hay un individuo y, por tanto, que no existen las relaciones sociales entre individuos.

Una pregunta que puede surgirnos de forma más o menos inmediata al estudiar estos modelos, es si realmente podemos analizar y entender el comportamiento de los agregados macroeconómicos a partir del comportamiento individual de este Robinson Crusoe hipotético. Al fin y al cabo, el propio Frank Ramsey, cuando introdujo en 1928 sus microfundamentos para el análisis macroeconómico, resaltó que estaba modelizando las decisiones de un gobierno socialista planificador, no de agentes económicos individuales en un sistema capitalista.6

El agente representativo puede definirse en dos aspectos. Por un lado, como representación de todo el agregado de la economía, en donde la economía tendría una población total de una persona, como en el caso de Crusoe. Y, por el otro, como representación de un agente “promedio” que podemos definir a partir de la suma de comportamientos individuales idénticos (bajo determinados supuestos). Antes de proseguir, aclaramos que, siguiendo los planteos de Kirman7 y Hands8, lo que tenemos en mente es un agente representativo optimizador, cuyo objetivo es maximizar su bienestar (o beneficios en caso de empresas).

En el primer caso puede afirmarse que, si intentamos aproximar seriamente el comportamiento de un agregado social a partir de un solo individuo en aislamiento, no tendremos mucho éxito. Si bien la modelización en sí misma es una tarea que nos ayuda a plantearnos problemas, ensayar respuestas y repreguntas, para obtener resultados aceptables necesitamos que estos modelos tengan cierta representatividad. En particular, no podemos asumir que la racionalidad individual conlleva una racionalidad agregada o viceversa, ni que los cambios que puedan operar a nivel de un individuo también puedan hacerlo a nivel agregado.

Por otro lado, si asumimos a nuestro agente representativo como un individuo promedio, del cual obtendremos el comportamiento macroeconómico sumando voluntades individuales, también nos enfrentaremos inmediatamente a otros dos problemas: el de la agregación y el de la heterogeneidad. En la teoría del consumidor, por ejemplo, necesitaremos establecer condiciones bastante restrictivas sobre las demandas individuales para obtener una demanda agregada que cumpla con el axioma débil de las preferencias reveladas, pese a que las demandas individuales lo cumplan.9 Como indican Kirman y Hands, este y otros problemas pueden eludirse asumiendo que la economía se comporta como un único agente representativo (lo cual nos devuelve al primer caso que comentamos). Y, de esta forma, podremos seguir explicando el comportamiento agregado a partir de microfundamentos.

Vale la pena preguntarse cómo se explica el surgimiento del uso generalizado del agente representativo en el mainstream. Una de las razones, para el caso de la macroeconomía, es la insistencia en el uso de microfundamentos. Por otra parte, si situamos el desarrollo de modelos de agentes representativos dentro de una corriente más general de modelos de equilibrio general,10 tendremos otra parte de la respuesta.

Es complicado derivar soluciones de equilibrio general estables y únicas, y para ello el supuesto de una economía representada por un único agente es fundamental. El agente representativo constituye una gran ayuda en la tradición de los modelos macroeconómicos de equilibrio general con microfundamentos, particularmente en los modelos DSGE mencionados anteriormente: la solución alcanzada será la que maximizará el bienestar social en la medida en que trabajemos con un solo agente.

Finalmente, podemos pensar que la simplificación es algo bueno y necesario para poder trabajar con teorías económicas. Esto nos trae a la discusión sobre la manejabilidad de los modelos (tractability), que aquí no profundizaremos.11 Nos limitaremos a comentar que, si bien el uso de un agente representativo brinda la posibilidad de trabajar cómodamente en los modelos de equilibrio general con la formalización matemática conocida por la mayoría de los economistas, no genera programas de investigación que traten al individuo incrustado en relaciones sociales, cuya conveniencia comentamos en el artículo anterior.

¿Qué consecuencias puede tener todo esto sobre la política económica?

Más allá de la discusión teórica académica, el dogma de los microfundamentos es particularmente relevante por los errores de política que conlleva. Como señala John King, este dogma jugó un papel muy importante en la reacción de los economistas frente al estallido de la crisis internacional de 2008. La estrategia sugerida por el mainstream de “seguir como siempre” ejerció una influencia política muy importante; la recomendación acabó en muchos países en medidas de consolidación fiscal, donde los servicios públicos fueron recortados en nombre de la reducción de la deuda. Esto acabó reduciendo la demanda efectiva y, a través de esta, generó un mayor desempleo e incluso mayor deuda pública.

El de la crisis de 2008 no es un caso aislado. Incluso si centramos el análisis en características estructurales del funcionamiento de las economías capitalistas el individualismo metodológico y el dogma de los microfundamentos puede llevarnos a cometer serios errores de interpretación y, en consecuencia, serios errores de política económica. La paradoja kaleckiana de los costos es un ejemplo muy claro al respecto. Los aumentos salariales son vistos por los empresarios como una mala noticia en general, dado que son un costo importante para la producción; sin embargo, a nivel agregado, el aumento de salarios puede ser muy positivo incluso para el empresariado: si la suba de salarios genera un mayor consumo de los hogares, acabará aumentando la demanda agregada y el nivel de actividad económica. En última instancia, si esto sucede, aumentarían también los beneficios a nivel agregado y a nivel de cada empresario. Este resultado no es inmediatamente obvio, no podría inferirse únicamente desde los microfundamentos; es una muestra de la existencia de una causalidad descendente, de lo macro a lo micro.

Respecto a esto, cabe preguntarse: ¿Siempre que aumenten los salarios mejorarán los beneficios de los empresarios? La respuesta a priori, como casi todo en Economía, es “depende”. Todo depende de los valores de los parámetros relevantes.12 Dejando de lado la teoría y pasando al terreno de las investigaciones empíricas, sin embargo, la evidencia sobre este tema es bastante concluyente: a nivel global, redistribuir en favor de los salarios ha sido favorable para el crecimiento económico, e indirectamente también para los beneficios.

En el caso concreto de Uruguay, la evidencia muestra los mismos resultados.13 En otras palabras: es cierto que, a nivel micro y en una primera instancia, cuando aumentan los salarios se reducen los márgenes de beneficios de las empresas, pero también es cierto que a nivel agregado el efecto positivo de los salarios sobre el consumo genera mayor crecimiento y mayores beneficios. La miopía de los microfundamentos no permitiría ver ni analizar estos fenómenos.

Más allá del interés académico que estas conclusiones podrían tener, ¿qué implican en términos de recomendaciones de política económica? Básicamente, que para entender el crecimiento económico (y fomentarlo, si se entiende pertinente), consideraciones sobre la distribución de ingresos y la demanda agregada son sumamente relevantes. Las políticas que busquen estimular el crecimiento deben tener en cuenta los efectos macroeconómicos (además de los micro, que por supuesto no hay que olvidar) que tendrían los aumentos (o caídas) de los salarios. Este ejemplo ilustra claramente que apostar exclusivamente a los microfundamentos puede implicar no sólo una mala teoría macroeconómica, sino también malas políticas económicas.

A modo de cierre

En esta serie de artículos caracterizamos y discutimos dos elementos centrales de la corriente dominante en Economía: el individualismo metodológico y la búsqueda de microfundamentos para explicar aspectos macroeconómicos. También mencionamos algunos enfoques de la economía heterodoxa que proponen alternativas para dar cuenta adecuadamente de los aspectos sociales en las interrelaciones entre individuos, y vimos algunas posibles consecuencias macroeconómicas de omitir estos aspectos sociales.

Estos aspectos sobre los que intentamos reflexionar son parte de la práctica diaria de la profesión de economista. Nuestro objetivo fue destacar la existencia de posiciones encontradas en la ciencia económica, y para ello optamos por brindar un repaso de los aspectos vinculados al individualismo metodológico vistos desde un punto de vista particular, desde la macroeconomía, y tratando de ilustrar con ejemplos prácticos. Existen otros debates que apenas hemos mencionado o que hemos pasado completamente por alto, y también existen otras formas (seguramente mejores) de abordarlos en mayor profundidad.

Es nuestra intención mostrar que la reflexión sobre los edificios intelectuales de esta disciplina tiene valor en sí misma, para realizar una lectura crítica y formar una opinión propia sobre las herramientas teóricas y metodológicas que utilizamos en nuestra práctica cotidiana y que, más de una vez, tienen fundamentos sumamente cuestionables. Confiamos en que tener esta reflexión a nivel personal y cuestionar algunos aspectos que generalmente se toman como inamovibles podrá generar un mejor desempeño profesional de los economistas, y, a la larga, una mejor Economía.


  1. La Economía: ¿una ciencia (anti)social? la diaria

  2. King, J E (2012). The microfoundations delusion: metaphor and dogma in the history of macroeconomics. Edward Elgar Publishing. 

  3. (King, 2012) Op. cit. 

  4. Kirman, A P (1992). Whom or what does the representative individual represent? Journal of Economic Perspectives, 6(2), 117-136. 

  5. Storm, S (2021). Cordon of Conformity: Why DSGE Models Are Not the Future of Macroeconomics. International Journal of Political Economy, 50(2), 77-98. 

  6. (King, 2012) Op. cit. 

  7. Kirman (1992). Op. cit. 

  8. Hands, D W (2016). Conundrums of the representative agent. Cambridge Journal of Economics

  9. El cumplimiento de este axioma es lo que asegura la derivación de funciones de demanda compensada “bien comportadas” en la teoría del consumidor (si sube el precio de un bien, baja su demanda). 

  10. Hallar una solución “de equilibrio general” implica que todos los agentes involucrados se encuentran maximizando su bienestar dadas las restricciones que enfrentan, por lo que no presentan incentivos para moverse de la asignación de cantidades consumidas, horas trabajadas, etc., que dicho equilibrio indica. 

  11. Cherrier, B (2021). The Cost of Virtue: Some Hypotheses on How Tractability Shaped Economics profundiza en estas cuestiones. 

  12. Ver Blecker, R A (2002). “Distribution, demand and growth in neo-Kaleckian macro-models”. En Setterfield, M (2002, ed.). The Economics of Demand-Led Growth

  13. Aquí un resumen (de divulgación): https://bit.ly/3PKI1Lc