Según indica la teoría económica, los bienes públicos son aquellos que son no-rivales (que yo los disfrute o utilice no impide que el lector también lo haga) y no-excluibles (a ningún usuario le puede ser negado su disfrute o utilización). Algunos de los ejemplos de este tipo de bienes más referenciados en la literatura son, por ejemplo, el aire limpio -de buena calidad-, las carreteras, o incluso la luz que brinda un faro. En mi opinión, el periodismo de calidad también representa uno de ellos, dado que toda la sociedad se beneficia de su existencia, pero no todos tenemos necesariamente incentivos para contribuir con su desarrollo y fortalecimiento.
Este tipo de bienes genera distintos problemas filosóficos. El más común de ellos quizá sea el de la “tragedia de los comunes” -tragedy of the commons-, que postula que los recursos naturales de uso colectivo son siempre sobreexplotados, fenómeno que beneficia al explotador en el corto plazo, pero que resulta dañino para la sociedad en su conjunto en el mediano y largo plazo. Esto se da por un hecho básico de teoría de juegos: un sistema sólo será óptimo socialmente (sin coacción) si la estructura del juego está construida de forma tal que el incentivo personal se alinea con el óptimo social (en este caso, la no-sobreexplotación o el cuidado de los recursos naturales). Si fuéramos un planificador social, probablemente propondríamos un impuesto a la sobreexplotación que sea mayor al beneficio percibido por sobreexplotar. Luego nos veríamos, posiblemente, inmersos en problemas de control, sanción y aplicación. Es decir, la vida, que tercamente insiste en confrontar las ideas.
Otro de los problemas más comunes que surgen de este tipo de bienes es el problema del free rider. ¿Si otros pagan por el bien público, para qué debería pagar yo también si ya lo estoy aprovechando? ¿Si otros se suscriben a este suplemento, porque lo haría yo si puedo leer alguna nota gratis? ¿Si los demás se vacunan, para qué lo voy a hacer yo si ya está todo el resto vacunado? La respuesta, intuitiva, es señalar: dale, no seas malo. Pero siglos de historia demuestran que es prácticamente imposible crear sistemas a largo plazo apostando a la bondad de las personas.
Con esto no digo que el hombre sea el lobo del hombre. No concibo que la gente sea intrínsecamente mala. El humano es, valga la redundancia, profundamente humano, con todas las contradicciones que eso contrae. Por eso, los sistemas que más tienen éxito de mantenerse en el largo plazo son los que se construyen de manera tal que las acciones “buenas” sean también las que benefician individualmente a la persona (o entidad) que las ejecuta.
Cómo financiar estos bienes públicos resulta un tema clave en la sociedad, particularmente cuando parecen existir más “externalidades negativas” que nunca y los esfuerzos de internalizar estos costos se quedan cada vez más cortos (los bonos de carbono, por poner un ejemplo).
El mundo cripto y web3 está ensayando una respuesta, todavía experimental, a este problema: el financiamiento cuadrático. Este mecanismo funciona a través del ya conocido sistema de matching. Es decir, un sistema por el cual por cada monto donado a una entidad determinada, un agente externo (que puede ser un fondo de inversión, una ONG, etcétera) dona una cantidad equivalente. Sin embargo, este sistema de financiamiento cuadrático tiene una particularidad muy importante: no hace matching de las donaciones linealmente, sino que lo hace de manera cuadrática. Es decir, recompensa de manera exponencial a los proyectos que reciben donaciones pequeñas de muchas personas, en contraposición a los que reciben pocas donaciones de montos muy grandes.
Por ejemplo, si donamos un dólar a través de Gitcoin, que es la principal plataforma de financiamiento cuadrático, esta puede hacer un match de 85 dólares, dependiendo de otras variables, como pueden ser el monto total de la ronda de financiamiento y la cantidad de personas que apoyan la iniciativa. Pero si donamos 1.000 dólares, Gitcoin también matcheará, aunque en proporciones menores. Digamos, por ejemplo, unos 3.000 dólares al proyecto. De esta manera, la donación pequeña se multiplica 85 veces y la grande tan sólo tres veces.
Lo que busca este sistema es recompensar a los proyectos con gran impacto comunitario, pero cuyos receptores y donantes son de poco poder adquisitivo, buscando hacer más fácilmente financiables proyectos de alto impacto social pero poco monetizables. En otras palabras, buscando aliviar, tan sólo un poco, los costos de hacer el bien.
Un ejemplo uruguayo: el Proyecto Toninas
El Proyecto Toninas es el único proyecto uruguayo en esta ronda de matching. Al momento de cerrar esta columna, esta iniciativa había levantado 392 dólares de 41 personas y más de 3.519 en matching de Gitcoin.
Este proyecto tiene dos objetivos principales: estudiar a la tonina Tursiops truncatus gephyreus, una subespecie del delfín nariz de botella Tursiops truncatus que ocurre únicamente en la zona costera del sur de Brasil, Uruguay y Argentina, y promover la educación ambiental costera, la conciencia sobre los efectos del cambio climático y a la tonina como especie centinela de la costa.
Se trata de un proyecto impulsado por Yaqu Pacha Uruguay, una organización civil sin fines de lucro dedicada a implementar y promover proyectos para la protección, conservación y estudio de los mamíferos acuáticos en Uruguay y el océano Atlántico Sur Occidental.