¿Los números que mostró el censo son positivos o negativos? Porque la población crece menos, aunque eso puede responder a factores positivos.

No son ni buenos ni malos per se. Lo que encontramos es que hay un estancamiento de la población, con un crecimiento sólo de 1% entre 2011 y 2023. Pero además, cuando uno mira el momento actual, estamos con unos 32.000 nacimientos en 2022 y unas 39.000 defunciones –en parte afectado todavía por lo que fue la covid-19–, pero aun cuando vayamos a niveles más normales sin pandemia del orden de las 33.000 [muertes por año], están por debajo [los nacimientos]. Ya estamos con una tasa de crecimiento natural de la población que es negativa. Todo indica que entramos en una fase potencial de decrecimiento poblacional, al menos por el componente natural; resta ver si el saldo migratorio ayuda o no a futuro. Más allá de eso, lo que es un hecho es que esto va a generar desafíos, y dependiendo de cómo los gestionemos, la balanza puede ir hacia lo positivo o hacia lo negativo. El punto fundamental es cómo abordamos una cosa que es distinta a lo que teníamos antes. Estamos justo en el punto de inflexión. Por tanto, creo que tiene que haber un debate sobre estos resultados del censo y que encaucemos esa discusión hacia algunos elementos que son claves.

¿Por qué entendés que es un punto de inflexión?

Porque estamos muy avanzados en la transición demográfica. Según los modelos, estaríamos en el estadio 4, que es cuando pasás de tener una tasa de crecimiento natural positiva a una negativa, y el estadio 5 es cuando ya está cayendo. En Uruguay se esperaba que hacia 2047 la población comenzara a decrecer, es decir, 20 o 25 años hacia adelante; todo se adelantó respecto de las proyecciones de 2013. Lo más sorprendente es la velocidad con la cual ocurrió, porque teníamos 49.000 nacimientos en 2015 y pasamos a 32.000 siete años después, es brutal la aceleración del proceso. El tema ahora es el desafío que genera eso.

¿Qué factores son los que explican esa aceleración de los tiempos del cambio demográfico?

El crecimiento poblacional depende de cuatro elementos: nacimientos, defunciones, inmigración y emigración. Si uno mira el componente natural –nacimientos y defunciones–, lo que explica esta aceleración va por el lado de los nacimientos, que fue lo que cayó más fuerte. Hay un componente vinculado a la caída del embarazo adolescente, un asunto que a veces se habla como si fuera algo particular de Uruguay, y en la región también cayó el embarazo adolescente en los últimos diez años. Los nacimientos han sido el elemento fundamental, porque cuando mirás las defunciones, lo que se proyectó en 2013 fue acertado, excepto para los años de pandemia. Hoy estamos con aproximadamente 1,3 nacimientos por cada mujer, cuando para asegurar la tasa de reemplazo deberían ser 2,1 hijos por mujer; estamos muy lejos, casi en la mitad. Además, lo que se sabe a nivel internacional es que revertir completamente el tema demográfico por el lado de los nacimientos es una misión casi imposible.

Uruguay está ingresando en el estadio 5, ¿qué se dice en el mundo sobre cómo gestionar un crecimiento negativo de la población?

El decrecimiento de la población es algo que todavía estamos entendiendo cómo va a funcionar en términos de la humanidad. Está previsto que a partir de 2100 comience a caer la población mundial, probablemente África sea el único continente que en esa fecha tenga algo de crecimiento, y no sabemos muy bien cómo gestionar eso. Estamos experimentando cosas que no ocurrieron antes, lo que había pasado era cierto estancamiento de la población hasta que las condiciones de vida comenzaron a mejorar posrevolución industrial, y desde ahí fue todo explosivo. Pero ahora estamos viendo una cosa que nunca vivimos, de ir hacia abajo [en el crecimiento de la población], pero no por una cuestión de hambruna o enfermedad, como pasaba antes, sino por decisión de la humanidad. Estamos todos aprendiendo, es un cambio de paradigma global.

¿Ya hubo otros países que se adelantaron en los plazos de la transición demográfica?

Sí. Cuando uno mira los países de la región que tuvieron censos, todos tuvieron una población por debajo de la proyectada, lo que es una señal de que el proceso se adelantó. Siguen todavía creciendo en su población, por ejemplo, Brasil, Paraguay y Ecuador, es decir, todavía tienen tasas positivas, pero mucho menos de lo que estaba previsto que fueran.
Lo que ha ocurrido en Uruguay no es muy distinto a lo visto en la región, sí que vamos por delante de las tendencias, llegamos antes. Somos bastante similares por lo que está ocurriendo en términos del decrecimiento poblacional, lo único que nosotros llegamos al cero antes.

¿El censo llegó al 100% de la población?

No falta quien diga que los números del censo no son certeros porque él nunca contestó a la encuesta. Entonces, Aboal detalló que el relevamiento “recorrió todas las zonas censales de todo el país, aunque, por supuesto, siempre hay un pequeño porcentaje de hogares que no son censados, pasa en Uruguay y en lo universal”. Ante esto, explicó que los números que divulga el INE “están ajustados por una estimación de la omisión censal, que sería un plus que se agrega sobre lo efectivamente contado, como si fuera un margen de error”. De acuerdo a los resultados preliminares, la omisión fue de 3,89% del total de personas, y a su vez hubo un 5% de los hogares con personas viviendo que “no respondieron” la encuesta.

¿El principal desafío es cómo logramos atravesar como sociedad esta nueva realidad?

Hay dos formas de pensarlo. Una es el mero elemento de la cantidad, y si querés alterar la cantidad, tenés que tocar uno de los cuatro elementos que ya mencioné –reducir las defunciones, aumentar la natalidad, aumentar la inmigración o reducir la emigración–. El debate sobre el bienestar trasciende el elemento puramente de la cantidad, también importa la calidad o la productividad. Entonces mi opinión es que el debate más importante es por la productividad, cómo cada uno de nosotros podemos ser lo más productivos posible. Eso tiene que ver con dar herramientas a cada niño, a cada adolescente y a cada joven, hablo desde la política educativa, algo que es cada vez más importante, porque somos pocos y debemos lograr con menos hacer más. Ese es el debate fundamental, y por supuesto no perder ningún niño, adolescente o joven, porque por los poquitos que somos cada uno es muy valioso en este contexto demográfico.
Además, trae algunas oportunidades, porque si te fijás lo que está ocurriendo, en 2021 tenías entrando a Primaria la cohorte de niños nacidos en 2015 que eran aproximadamente 49.000; siete años más tarde, en 2028, tendrás 32.000 niños, entonces vas a tener más recursos por cada alumno. Se genera una oportunidad que podrías aprovechar en el corto plazo, viendo cómo hacer que esos mayores recursos per cápita vayan para darles más y mejores herramientas.

¿Qué otras áreas abarca el debate por la productividad aparte de lo educativo?

El empleo es fundamental. Podés dar todas las herramientas que quieras, pero tiene que estar la oportunidad para que puedas emplearlas; esto no es trivial, porque si no va a haber una fuga de cerebros. En parte es algo que ya tuvo Uruguay, si bien no tenemos números buenos de emigración porque el censo no llega allí, sabemos que hubo decenas de miles de emigrantes y probablemente varios puedan asociarse a una fuga de cerebros. Allí hay un debate sobre cómo hacemos para tener los mejores trabajos que podamos en el país, y se abre a cuestiones más amplias como la inserción internacional o la integración a cadenas de alto valor agregado. Tiene que ver con qué trabajos el país es capaz de generar para aprovechar a las personas que formó, porque no sirve dar altas capacidades y competencias para que después la gente se vaya porque no encuentra oportunidades acá.

¿Ves interés del sistema político por dar esos debates?

Vi que de forma inmediata surgieron algunos debates ligados probablemente a lo más visible del censo. Se fue más por la cantidad que por el elemento calidad. Esa segunda vuelta de rosca, de decir “veamos cómo hacer para lograr la mayor productividad posible en los trabajos”, esa mirada más indirecta, fue la que menos se dio. Ligado a esto, he visto algunos analistas o intelectuales que mencionaban que el debate más académico de estos temas tampoco está, que era algo ignorado. Entonces es más difícil que permee en la sociedad y el sistema político, o en los programas de los partidos. Creo que se dio un primer paso y estas reflexiones más complejas ahora van a empezar. Porque se entendió que estamos en un punto de quiebre y estas reflexiones que ya eran relevantes pasan a serlo mucho más.

Decías antes que las medidas para que crezcan los nacimientos no mueven la aguja. ¿Por el lado de la inmigración sí hay mayor margen de acción?

Es una buena interrogante. Primero, conviene entender qué ocurrió en Uruguay en términos históricos. En el censo de 1908 teníamos al 17% de la población que eran personas nacidas en el exterior; ese porcentaje fue cayendo de forma continua hasta 2011 cuando llegamos a un 2%. Ahora, por primera vez en más de 100 años, pasamos de 2% a 3%; hay una reversión de esa tendencia de largo plazo de cada vez ser más uruguayos y menos gente nacida en el exterior. Hago esta reflexión porque si uno observa los últimos tiempos, parece muy simple atraer inmigrantes, y creo que la pregunta hay que tomarla con más precaución en el sentido de que no es algo obvio. Este fenómeno en Uruguay se dio en el contexto de una Venezuela en crisis, el 27% de los 62.000 [extranjeros] estimados preliminarmente provienen de allí; 22% de Argentina, que también tiene un contexto complejo y 20% de Cuba. Por tanto, mucho de esto parece depender de los países de origen y no de nosotros. No es tan obvia la respuesta. De todas formas sí creo que sin que esté asegurado el éxito deberías hacer un poco más [para captar inmigración], sobre todo en áreas donde creemos que necesitamos gente, pienso en la informática, donde no logramos formar a la gente necesaria. Pueden pensarse planes atractivos para que la gente se radique acá, pero no hay que creer que es algo simple, sino que ocurre a veces por razones más ajenas a nosotros.

Diego Aboal, archivo, diciembre de 2023.

Diego Aboal, archivo, diciembre de 2023.

Foto: Camilo dos Santos

¿Esa captación debería ser selectiva entonces?

Sí. En la medida que uno piense en planes de atracción, hay que ser selectivos en términos de los sectores en los que uno más necesita. Eso lo hacen otros países, donde es mucho más fácil entrar si tenés, por ejemplo, cierto nivel educativo o vas a dar clases. No soy experto en estos temas, sí me parece claro que debemos hacerlo en este contexto. Tenemos menos jóvenes, menos niños y adolescentes; pasamos de tener 28% de menores de hasta 14 años en 1963 a 18% en 2023, o en el mismo período de 8% de personas de más de 65 años a 16%. Teníamos un ratio de tres por uno, de niños y adolescentes de hasta 14 años por cada adulto mayor de 65 años, y ahora pasamos a estar casi uno a uno. Por supuesto, necesitamos traer gente que aporte en su edad activa y en los trabajos más productivos que podamos.

¿En qué medida el envejecimiento de la población tensiona la financiación de un Estado de bienestar?

Ese es el principal desafío que ya atraviesan algunos países que van muy avanzados en la transición demográfica: cómo administrar esas tensiones. Uno de los datos del censo es que hay más de 800 personas mayores de 100 años, cuando 20 años atrás teníamos 440, se duplicó. Además, hay más de 26.000 personas mayores de 90 años. Ante esto, por supuesto que la seguridad social se ve desafiada, y otras políticas también, como la de cuidados. Allí tal vez tengamos que ser creativos, porque capaz que llegamos a 65 años bien –pensando de acá a diez o 20 años–, y algunos capaz que no queremos irnos completamente para nuestra casa. Puede que no queramos trabajar cinco días a la semana, pero se podría comenzar a pensar –algunos cambios normativos recientes van en esa dirección– en un sistema más flexible, y que las personas de más de 65 años puedan, por ejemplo, trabajar dos días a la semana. No hay que pensar en elementos dicotómicos –que sólo la franja de activos de hoy deben sostener todo–, se puede alargar la actividad de forma opcional o part time. Ver la forma de dar más flexibilidad en las edades más altas, porque si hay cada vez más gente de 90 o 100 años, puede que con 65 años estés bien.

El censo también relevó el nivel de acceso de la población a ciertos servicios básicos. ¿Hay inequidades en ese rubro entre la población?

Si bien el análisis desagregado por zona geográfica aún es poco, sí vimos qué pasó con la cobertura de electricidad y agua potable por cañería en cada departamento, donde además es posible una visión de largo plazo. Es bien interesante de ver, porque en 1985 había dos Uruguay muy diferentes; uno que era el de Montevideo, con una cobertura muy amplia de ambos servicios, y otro, el interior, donde tenías departamentos con niveles por debajo del 50% de cobertura de agua potable por cañería. Por ejemplo, recuerdo que el acceso a la electricidad estaba en los departamentos del norte en el orden del 60% y en Montevideo era casi universal. Pasados los años, esos números se mueven hacia un proceso de convergencia muy fuerte a los niveles de Montevideo. Ya para 2011 ese proceso estaba casi completo y en 2023 vemos que los números son casi iguales [entre la capital y los demás departamentos]. Esto quiere decir que en servicios muy básicos Uruguay ha logrado achicar las distancias entre sus regiones. Se trata de una muy buena noticia y es parte de los motivos por los que estamos viviendo más. Otro dato que mostramos está ligado a la disponibilidad de servicios higiénicos que desagotan en una red general o en una cámara séptica, que era más del 80% en 1985 y ahora tenemos el 99%. Eso también es más salud y más años de vida. Entonces, cuando uno mira en un horizonte largo, es optimista viendo estos indicadores.

¿Es un buen punto de partida para los desafíos que mencionabas?

Sí, sin dudas. Escuché a un economista argentino que decía algo así como que lo más importante era ser rápidamente ricos, en el sentido de un país desarrollado, antes de llegar a la zona de complejidad demográfica. Esto porque si llegamos en buenas condiciones lo vamos a poder gestionar mejor. Yendo a la pregunta, desde el nivel actual es más fácil, porque si llegás a un punto en el que te falta mucho en términos de acceso a esos servicios, y encima estás amenazado porque perdiste la ventana demográfica, es todo más difícil. Uruguay al menos en el contexto latinoamericano ha logrado en cuestiones básicas tener una cobertura muy amplia.

Volviendo a la pregunta inicial, ¿hay esperanzas de que los datos muestren un futuro positivo?

Sí, porque estamos llegando a un punto de desafíos con la casa en orden. Y no es poco eso, implica que nuestro país, aunque ha tenido situaciones más o menos complejas en lo económico, logró una estabilidad de largo plazo, porque hay países que hace diez o 15 años tienen su PIB estancado. Uruguay logró crecimiento y aprovechó eso para brindar servicios públicos casi universales a su población, o pienso también en la alta cobertura que hay de internet o cómo se cerró la brecha digital entre los quintiles de ingresos. Siempre uno puede ver el vaso medio vacío, pero Uruguay hizo cosas muy positivas para llegar ahora a un momento desafiante en una buena posición. Ojalá que podamos aprovechar a futuro esas buenas decisiones que fuimos tomando.

Superar “la tumba de los cracks”

El último Censo Nacional, en 2011, provocó debate a nivel político y una convocatoria de las autoridades del INE al Parlamento por las demoras en finalizar el relevamiento. “En la previa, decía que los censos suelen ser la tumba de los cracks. Si no se encaran con mucha humildad y espíritu de aprendizaje, estando abierto a los cambios, las posibilidades de fracasar no son menores. Todo nuestro equipo lo internalizó a eso. Vimos otros censos de la región, cuáles cosas funcionaron y cuáles no, para desde ahí armar un proyecto sólido”, evaluó Aboal.

Para dimensionar el cambio que implicó para el organismo, señaló: “Pasamos de ser un instituto de 260 personas a ser uno de 4.000 o 5.000 personas, que están interactuando con cientos de miles de personas en las calles; eso ocurrió en cuestión de semanas”. Como principal virtud, destacó “la capacidad de gestión de los problemas” que fueron surgiendo. “No fue simple porque lo habitual es trabajar con cuestiones más previsibles. Necesitás que los equipos tengan resiliencia para saber que la incertidumbre es lo normal”, añadió.

En particular, Aboal mencionó cuando el 1º de mayo se generó “un encolamiento” en el servicio de las empresas “brokers” de mensajería, es decir, “una cola de SMS que provocaba demoras de dos horas” en las comunicaciones a quienes completaban el censo de forma digital. “Jamás creímos que ahí podría haber un cuello de botella. Hubo que actuar rápido y se redirigió la comunicación hacia el mail”, recordó.

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