La energía solar, que ha sido la estrella de la transición hacia la energía limpia, ofrece grandes beneficios en lo referido al clima, el costo de vida y la seguridad energética. Con una tasa de crecimiento anual promedio de casi un 30% durante la última década, el mercado de la energía solar ha experimentado una veloz transformación. Esta otrora muy subsidiada tecnología de energía renovable se ha convertido en una solución estándar y fácil de adoptar, ya sea para proveer electricidad a un rascacielos en una gran ciudad o a una pequeña empresa en una zona rural.

La energía solar se ha convertido en una opción cada vez más atractiva para productores y consumidores de electricidad. El incremento de la capacidad mundial de generación a partir de fuentes renovables en 2023 fue 50% más que en el año previo, y la mayor parte de ese adicional correspondió a la energía solar fotovoltaica. La energía solar tiene políticas de apoyo en más de 130 países, lo que le augura un papel protagónico por el resto de la década. Se prevé que el despliegue de la energía solar fotovoltaica en grandes economías como Estados Unidos, China, la Unión Europea, India y Brasil, de aquí a 2030, será más del doble que en los últimos cinco años.

Un factor clave de este crecimiento ha sido la disminución de costos; en 2023, los precios de los paneles solares se redujeron casi un 50%. La combinación de abaratamiento, escalabilidad de la fabricación y rapidez de instalación implica que, en la mayoría de los mercados, la energía solar fotovoltaica es más barata que construir nuevas centrales impulsadas por combustibles fósiles. Además, sus beneficios se pueden amplificar combinándola con sistemas de almacenamiento de energía (por ejemplo, baterías) o conectándola a través de redes con sistemas flexibles más grandes para un suministro de energía confiable.

Pero a pesar del crecimiento inédito de la energía solar en los últimos años, el mundo necesita triplicar antes de 2030 la capacidad de generación a partir de fuentes renovables. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) celebrada en Dubái el año pasado hubo consenso unánime en que dicho objetivo es requisito para evitar un aumento mundial de temperaturas de más de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. La tarea de las autoridades es ofrecer certeza regulatoria al sector privado; aumentar las inversiones en energía solar y otras fuentes renovables, en sistemas de almacenamiento de electricidad y en la infraestructura de redes; reducir la burocracia y eliminar barreras administrativas; y mejorar el acceso a financiación, sobre todo para proyectos en economías emergentes y en desarrollo.

El incremento de la capacidad mundial de generación a partir de fuentes renovables en 2023 fue 50% más que en el año previo, y la mayor parte de ese adicional correspondió a la energía solar fotovoltaica.

Felizmente, ni la alta inflación ni las restricciones en las cadenas de suministro han impedido el enorme abaratamiento de la energía solar fotovoltaica. Pero como esta tendencia se debe en gran medida a la masiva inversión de China en la producción de paneles solares, la cadena de suministro internacional de la energía solar ha quedado muy concentrada. Conforme continúe el crecimiento de la energía solar fotovoltaica, es necesario diversificar más la fabricación para asegurar la resiliencia de las cadenas de suministro. Iniciativas como la Ley de Reducción de la Inflación en Estados Unidos, el programa de incentivos vinculados a la producción en India y la Ley sobre la Industria de Cero Emisiones Netas en la Unión Europea serán cruciales para formar y revitalizar industrias locales de la energía limpia.

La energía solar será esencial para satisfacer la creciente demanda, sobre todo en economías emergentes y en desarrollo, cuyas autoridades tienen que ayudar a la ciudadanía a hacer realidad sus aspiraciones económicas y al mismo tiempo limitar la emisión de gases de efecto invernadero. Además, en muchos países las fuentes de energía renovables como la solar pueden reducir la dependencia de la importación de energía, limitar la exposición a alteraciones en el suministro global y mejorar la seguridad energética a largo plazo. Pero conforme evolucionen las tecnologías y las conductas de los consumidores, crecerá la necesidad de infraestructuras energéticas más complejas.

En la situación actual, las inversiones en ampliación de la infraestructura de redes no siguen el ritmo de crecimiento de las tecnologías de energía limpia, y esto retrasa el despliegue de nuevos proyectos, incluidos los de energía solar. La planificación y el tendido de una nueva red eléctrica suelen demorar entre cinco y 15 años, mientras que un nuevo proyecto de energía renovable sólo lleva entre uno y cinco años. Para colmo de males, la inversión en redes (que en 2030 debería superar los 600.000 millones de dólares al año) no está fluyendo hacia las regiones que más la necesitan. En muchas economías emergentes y en desarrollo, la inversión en redes se mantiene muy por debajo de los niveles necesarios para satisfacer el firme crecimiento de la demanda de electricidad y ampliar el acceso.

Para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, la inversión anual en energía limpia en las economías emergentes y en desarrollo tiene que crecer a más del triple de la actual durante la próxima década.

Pero este déficit ofrece una oportunidad que no hay que desaprovechar. La energía solar fotovoltaica tiene un enorme potencial para la provisión de electricidad a los muchos millones de personas que hoy carecen de ella (y que en su mayoría viven en África). Pero en esto es crucial el acceso a financiación. Muchas economías emergentes y en desarrollo (con excepción de China) se están perdiendo la ola actual de inversión en energía limpia, por los altos costos de capital que deben enfrentar los nuevos proyectos. La prima de riesgo que demandan los inversores a cambio de entrar a mercados menos establecidos es un obstáculo directo a la competitividad de la energía solar.

Para eliminar ese obstáculo se necesitan acciones de los gobiernos, de los bancos de desarrollo multilaterales y de otros actores que reduzcan el costo del capital en esos mercados. La situación es urgente. Para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, la inversión anual en energía limpia en las economías emergentes y en desarrollo tiene que crecer a más del triple de la actual durante la próxima década.

El crecimiento de la energía solar es una prueba de las posibilidades. Si las autoridades consiguen resolver las barreras tecnológicas, regulatorias y financieras remanentes, el objetivo de la COP28 de triplicar la capacidad de energía renovable de aquí a 2030 será alcanzable; y la energía solar llevará la delantera. Pero si no allanamos estas barreras, la transición energética dejará a muchos países rezagados y estará muy lejos de lo que el mundo necesita.

Fatih Birol es el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía. Ajay Mathur es el director general de la Alianza Solar Internacional. Copyright: Project Syndicate, 2024. Traducción: Esteban Flamini.