El concepto de productividad describe la relación entre la producción y los insumos necesarios para generar dicha producción. Una empresa (y también una economía) se considera más productiva que otra si con el mismo número de insumos (incluidos bienes intermedios, capital humano y maquinaria) genera un nivel mayor de producción. La productividad explica la mitad de las diferencias en los niveles de PIB per cápita entre países (Cusolito y Maloney, 2018), por lo que políticas que fomentan su aumento son clave para el crecimiento y desarrollo económico.

En palabras de Easterly y Levine (2001): “En la búsqueda de los secretos del crecimiento económico a largo plazo, debería ser prioritario definir rigurosamente la productividad, diseccionarla empíricamente e identificar las políticas e instituciones que más favorecen su crecimiento”.

Existen importantes brechas de productividad entre hombres y mujeres a nivel empresarial. Específicamente, existe evidencia de que, a nivel agregado, las empresas cuyas dueñas son mujeres tienen en promedio una performance inferior (en términos de productividad) que aquellas cuyos dueños son hombres. Se ha analizado que, en general, esto se debe a que las mujeres empresarias enfrentan una serie de barreras que hacen que sus empresas estén infrarrepresentadas en las actividades más productivas y sobrerrepresentadas en el sector informal, que es menos productivo.

Las investigaciones muestran sistemáticamente que las empresas lideradas por mujeres muchas veces carecen de acceso a recursos y servicios necesarios para maximizar su potencial económico (De Haan, 2016). Como resultado, estas empresas se concentran en sectores de baja productividad, baja rentabilidad, baja tecnología y bajo crecimiento (Banco Mundial, 2021). Hay consenso en que aumentar la productividad de las empresas lideradas por mujeres es clave para potenciar la productividad agregada, empoderar a las mujeres y reducir las tasas de pobreza.

¿Qué factores explican de forma teórica la existencia de brechas de género en la productividad a nivel de empresa?

El entorno en el cual las mujeres trabajan (factores contextuales) juega un importante papel a la hora de determinar sus decisiones estratégicas, lo que impacta sobre la productividad de sus empresas. Se puede identificar restricciones que surgen de la discriminación legal o de las normas sociales dentro de estos factores contextuales. Si bien la mayoría de las leyes comerciales no tienen en cuenta las cuestiones de género, su impacto en la práctica puede no ser neutral si las mujeres enfrentan mayores limitaciones de tiempo y movilidad, existen restricciones culturales o están expuestas a acoso (Hallward-Driemeier, 2013).

Las mujeres también pueden experimentar importantes restricciones si el derecho consuetudinario (usos y costumbres) tiene prioridad sobre el derecho escrito, algo usual en muchos países en desarrollo. Más allá de la discriminación legal, las normas sociales influyen en la capacidad de las mujeres para hacer crecer sus negocios. Por ejemplo, en ciertos países, las mujeres pueden sentir miedo a sufrir represalias si contradicen las prescripciones sociales sobre el comportamiento femenino (Campos y Gassier, 2017).

Las limitaciones al acceso a recursos que surgen de estructuras institucionales formales e informales también afectan las decisiones estratégicas. Algunos de los obstáculos más comunes que enfrentan las mujeres empresarias incluyen el acceso limitado al crédito y la financiación bancaria. Por ejemplo, un amplio número de estudios encuentran que obtener capital financiero es usualmente más difícil para las mujeres que para los hombres (Bardasi et al., 2011). También existen barreras en términos de capital social, como por ejemplo dificultades de acceso a información especializada, redes de contacto, y garantías. Las mujeres empresarias encuentran, muchas veces, problemas para atraer capital humano masculino. También existen, en muchos países, diferencias de género en la posibilidad de acceso a bienes intermedios, factores de producción y servicios.

Las brechas de productividad pueden surgir de diferencias en las preferencias entre géneros. En general, existen diferencias fundamentales en las motivaciones y enfoques que el empresariado femenino y masculino tienen hacia sus negocios (Bardasi et al., 2011). Existen diferencias específicas de género en las motivaciones, la selección de industrias y los enfoques comerciales. Por ejemplo, las mujeres pueden optar por trabajar en un sector de baja productividad para equilibrar sus compromisos familiares. En general, las mujeres tienen una mayor aversión al riesgo (son más cautas), lo que también puede impactar en las decisiones estratégicas que toman (Islam et al., 2020). Las mujeres usualmente dedican más tiempo que los hombres a las tareas domésticas y al cuidado de los niños, lo que limita su tiempo para sus actividades empresariales. Al considerar la cuestión del uso del tiempo, es importante tener en cuenta no sólo la cantidad de tiempo disponible por las mujeres para las actividades comerciales, sino también la capacidad para organizar su tiempo. Por ejemplo, es probable que las mujeres tengan una mayor propensión a quedarse en sus casas a ciertas horas, aun cuando esas horas pueden ser las mejores para realizar negocios.

Todas estas barreras imponen límites a las elecciones femeninas. Las opciones estratégicas se relacionan con el nivel de inversión y de asunción de riesgos, la decisión de competir, el grado de sofisticación y formalización de su actividad y el tipo de actividades y sectores en los que participan. Dichas elecciones estratégicas, a su vez, impactan sobre los resultados de las empresas, incluyendo los niveles de ventas, beneficios y productividad. La figura resume este esquema conceptual.

Foto del artículo 'Brechas de género en la productividad a nivel de empresa'

¿Qué muestra la evidencia empírica?

Varios artículos académicos utilizan datos de encuestas para cuantificar las diferencias en productividad entre empresas de propiedad de (o administradas por) hombres y mujeres a nivel mundial.1 Esta literatura (resumida en Islam et al., 2020) muestra varios patrones dignos de mención.

En la mayoría de los países las diferencias incondicionales (es decir, sin tener en cuenta ningún otro factor de control) de género en la productividad laboral favorecen a los hombres. Sin embargo, las brechas de género en productividad se reducen o desaparecen si el análisis controla las características clave de las empresas, en particular el sector al que pertenecen y su tamaño. Las empresas de propiedad femenina o administradas por mujeres son significativamente más pequeñas y están menos representadas en los sectores intensivos en capital, y estos factores tienden a penalizar las ventas, ganancias y productividad laboral (OCDE, 2012).

Además, las empresas lideradas por mujeres están desproporcionadamente concentradas en ciertas industrias, con menores beneficios promedio o más competitivas (Sabarwal y Terrell, 2008). Otro factor clave en la brecha de género es que las mujeres empresarias utilizan menos capital (incluidos inventarios, equipos, propiedades y otros activos de la empresa) y mano de obra. Finalmente, se encuentra evidencia de que las brechas de género en productividad son menores en el sector formal que en el informal.

En la investigación para esta nota, no se encontró ningún estudio que analizase específicamente brechas de género en productividad a nivel de empresa para Uruguay.2 En cambio, sí existen estudios recientes que analizan las características de mujeres empresarias uruguayas en base a encuestas y análisis de bases de datos. A continuación, se resumen brevemente tres de estos estudios: Giuria (2018), De los Santos y Fernández (2020) y Regueira y Rovira (2023). Estos estudios permiten inferir ciertos patrones que podrían estar contribuyendo a generar brechas de género en productividad en nuestro país.

Giuria (2018) realiza una evaluación de los factores que afectan el desarrollo empresarial de Uruguay. La autora encuentra que 90% de las empresas dirigidas por mujeres son micro (de 1 a 4 empleados) y se encuentran principalmente ubicadas en el sector servicios (incluyendo enseñanza, servicios sociales y salud, artes y entretenimiento). El estudio también consigna que en general la principal dificultad para emprender es el acceso a financiamiento, siendo la principal barrera la falta de garantías. Un problema que afecta particularmente a las mujeres empresarias respecto a los hombres es la dificultad de conseguir proveedores. Todos estos hallazgos son consistentes con las tendencias a nivel mundial de que las mujeres empresarias se concentran en empresas pequeñas y en sectores con baja rentabilidad y pocas barreras a la entrada, y tienen dificultades de acceso a financiamiento, garantías e insumos intermedios.

Por su parte, De los Santos y Fernández (2020) presentan los resultados de la encuesta de mujeres empresarias (EME). Los resultados, si bien difieren en las cifras puntuales, están en línea con el estudio citado en el párrafo anterior. Según esta encuesta, la mayoría (80%) de las empresarias encuestadas lidera una micro o pequeña empresa (de hasta 19 empleados). Los servicios empresariales y el comercio minorista son los sectores de actividad más importantes entre las empresarias encuestadas. Los principales desafíos para poner en marcha una empresa son obtener clientes, lidiar con requisitos regulatorios y acceder a financiamiento. Al respecto, las principales barreras para acceder al crédito son las tasas de interés y los requisitos de garantía. Finalmente, sólo 11% de las empresas lideradas por mujeres empresarias encuestadas logra insertarse en mercados internacionales.

Por último, Regueira y Rovira (2023) analizan con más detalle la importancia económica que tienen las mujeres en las actividades exportadoras en Uruguay. Las autoras realizan una encuesta entre empresas exportadoras y encuentran que estas tienen un fuerte sesgo a favor de los hombres en sus máximos órganos de decisión. Únicamente 6,4% de las empresas exportadoras encuestadas son de propiedad mayoritaria (>50%) de mujeres, el 9% de los directorios está conformado mayoritariamente por mujeres, y en el 12,8% de las empresas los cargos gerenciales son ocupados mayoritariamente por mujeres. En la medida en que las empresas que exportan tienen en general niveles de productividad más elevados, la baja participación de mujeres en las mayorías accionarias sería consistente con la hipótesis de que las empresas lideradas por mujeres se ubican en sectores menos productivos.

Reflexiones finales

Este análisis permite sugerir ciertas recomendaciones de política tendientes a eliminar las brechas de género en la productividad a nivel de empresa. En Uruguay parece verificarse muchas de las características que provocan una brecha de género en productividad. Las mujeres son propensas a ser dueñas de (o tener participación mayoritaria en) empresas pequeñas, en el sector informal, y que atienden primordialmente mercados locales.

Esto se debe principalmente a sus preferencias respecto a la asignación de su tiempo entre negocios y familia, a las dificultades de acceder a créditos, proveedores y redes de contactos, y a una mayor aversión al riesgo. Por tanto, es necesario seguir implementando políticas que faciliten el acceso al crédito a mujeres emprendedoras, que les permitan acceder a conocimiento y redes de negocios, que castiguen severamente el acoso, que faciliten la formalización de empresas, que les permitan equilibrar su tiempo entre negocios y familia, y que estimulen su expansión a mercados más amplios. Todas estas medidas, muchas de las cuales ya existen, aunque pueden ser profundizadas, pueden tener un impacto notable sobre la productividad de empresas lideradas por mujeres, contribuyendo a reducir así las brechas de género y elevar la productividad agregada.

Pablo Fleiss es doctor en Economía por la Universidad Pompeu Fabra y especialista sénior en Economía en la Oficina de Evaluación y Supervisión del Banco Interamericano de Desarrollo.

Referencias

  • Amarante, V., Bucheli, M., Moraes, M. I. & Pérez, T., 2021. Women in research in economics in Uruguay. Cuadernos de Economía, Volumen 40 (84).
  • Banco Mundial, 2021. Gender and Energy Global Program: Concept Note, Washington, DC: Energy Sector Management Assistance Program (ESMAP).
  • Bardasi, E., Sabarwal, S. & Terrell, K., 2011. How Do Female Entrepreneurs Perform? Evidence From Three Developing Regions. Small Business Economics, Volumen 37.
  • Campos, F. & Gassier, M., 2017. Gender and Enterprise Development in Sub-Saharan Africa A Review of Constraints and Effective Interventions. World Bank Policy Research Working Paper, Volumen 8239.
  • Cusolito, A. P. & Maloney, W. F., 2018. Productivity Revisited: Shifting Paradigms in Analysis and Policy. Washington, DC: The World Bank.
  • De Haan, A., 2016. Enhancing the Productivity of Women-Owned Enterprises: The Evidence on What Works, And a Research Agenda, Ottawa, Canada: International Development Research Centre.
  • De los Santos, D. & Fernández, M., 2020. Encuesta de Mujeres Empresarias (EME), Montevideo: Programa Ganar-Ganar.
  • Easterly, W. & Levine, R., 2001. It's Not Factor Accumulation: Stylized Facts and Growth Models. The World Bank Economic Review, Volumen 15 (2).
  • Giuria, M., 2018. Diagnóstico y síntesis de factores que afectan el desarrollo empresarial de la mujer, Montevideo: Centro Ithaka, Universidad Católica del Uruguay.
  • Hallward-Driemeier, M., 2013. Enterprising Women : Expanding Economic Opportunities in Africa, Washington, DC: Agence Française de Développement and the World Bank.
  • Islam, A. M., Gaddis, I., López, A. P. & Amin, M., 2020. The Labor Productivity Gap Between Formal Businesses Run by Women and Men. Feminist Economics, Volumen 26 (4).
  • OCDE, 2012. Closing the Gender Gap: Act Now, Paris: OECD Publishing.
  • Regueira, P. & Rovira, F., 2023. Importancia económica de las mujeres en las actividades exportadoras en Uruguay (actualización), Montevideo: Cinve.
  • Sabarwal, S. & Terrell, K., 2008. Does Gender Matter for Firm Performance? Evidence from Eastern Europe and Central Asia. IZA Discussion Paper, Volumen 3758.

  1. Una disquisición importante es saber cómo calcular las brechas de productividad. Un primer problema radica en calcular la productividad a nivel de la empresa independientemente del género. Productividad es un concepto no directamente observable y se calcula como un residuo a partir de las variaciones de producción (o ventas) no explicadas por las variaciones en los factores. Asumiendo que se cuenta con información suficiente para este cálculo a nivel de empresa, discriminada por género, la metodología usual para encontrar brechas de género se basa en el denominado método de Oaxaca-Blinder. Este método permite identificar cuánto de la brecha de productividad se debe al acceso diferencial a los recursos y cuánto a los rendimientos diferenciales de estos recursos. Una explicación detallada de este método excede el alcance de esta nota. 

  2. El único estudio encontrado relacionado con brechas de género en productividad es el artículo de Amarante et al. (2021), que analiza brechas de género en publicaciones académicas en economía. Sin embargo, la productividad aquí es calculada a nivel individual y no a nivel de empresa.