Uruguay se está jugando su desempeño económico y su desarrollo en los próximos años en función de cómo adopte la inteligencia artificial (IA), explicó a la diaria Diego Aboal, investigador del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) y profesor grado 5 de la Universidad de la República (Udelar).

“En Uruguay todavía no existe una discusión fuerte sobre este tema. Uno de nuestros objetivos centrales es que entendamos que en este tema [la adopción de la IA] se juega el desempeño de la economía uruguaya en los próximos años, no dentro de 50 años”, afirmó Aboal, que es doctor en Economía por la University of Essex (Reino Unido) y se desempeñó como director del Instituto Nacional de Estadística durante el período de gobierno anterior.

El experto sostuvo que Uruguay tiene una “oportunidad” porque la IA se está convirtiendo en una “nueva infraestructura económica” y el país figura entre los primeros de América Latina en este terreno. Sin embargo, advirtió que, si no se actúa “rápido”, Uruguay va a “perder pie”. “Las brechas entre los países en el futuro se van a explicar fundamentalmente por la capacidad de incorporar la IA, tanto en las empresas y en el sector público como en la fuerza de trabajo y, por lo tanto, en la educación”, afirmó.

En este contexto, la IA forma parte de la respuesta a los desafíos futuros en materia económica que enfrentará Uruguay, dijo Aboal, y remarcó que esta tecnología podría resolver el reto demográfico que enfrenta el país. “La población va a envejecer de forma dramática. [...] En 2070 vamos a tener tres adultos mayores por cada persona de menos de 14 años. O sea que va a haber más gastos en cuidados, en salud. Necesitamos que el país siga produciendo mucho más, y creo que la tecnología es una de las grandes respuestas al desafío poblacional de Uruguay”, explicó.

El especialista consideró que la incorporación de la tecnología en los últimos 300 años ha sido el “gran factor explicativo” del aumento de la productividad y del crecimiento de los países, lo que ha redundado en un aumento del bienestar a nivel mundial.

“[Todo eso] ha ocurrido con cambios tecnológicos graduales, revoluciones tecnológicas que tardaban años en materializarse. La gran diferencia ahora es que los cambios van a ser mucho más bruscos. Estamos conversando como si fuera un tema de futuro y en realidad es un asunto del presente. Si antes la tecnología explicaba las diferentes capacidades de los países y de las personas, ahora esto se redobla”, alertó.

En este contexto, Uruguay tiene que “invertir decididamente” en materia de IA y convertirse en un líder de esta tecnología en América Latina, añadió. “Uruguay no tiene, por ejemplo, un centro de supercómputos con capacidades para que desarrollemos iniciativas y las testeemos directamente dentro del país. Hay que utilizar servidores de otros lados; estamos entrando en la cola, porque otros tienen la prioridad. Debemos arrancar desde la infraestructura para que podamos incorporar mejor la tecnología e incentivar de forma muy decidida y muy fuerte el uso de esta tecnología en el sector público, en las pequeñas y medianas empresas”, señaló.

Aboal insistió en que, si el país “no hace nada”, habrá “nuevos excluidos digitales”. “Esa exclusión no sólo afectará a quienes hoy están en los estratos socioeconómicos más bajos, sino que se transmitirá a las próximas generaciones si no logramos cerrar parte de la brecha vinculada a la capacidad de acceder y usar estas tecnologías, especialmente para desarrollar habilidades necesarias en el mundo del trabajo”, concluyó.

¿Se puede decir que la IA constituye una nueva infraestructura económica?

Sí, es parte de las economías modernas y creo que, frente a este contexto, Uruguay tiene una oportunidad. Nuestro país está en el tercer lugar en el ranking de economías de América Latina con mayores capacidades para su incorporación, pero creo que si no actuamos rápido vamos a perder pie. En el futuro, las brechas entre los países se van a explicar fundamentalmente por la capacidad de incorporar la IA, tanto en las empresas y en el sector público como en la fuerza de trabajo y, por lo tanto, en la educación.

Yo creo que, en los próximos años, la diferencia entre países más o menos desarrollados estará marcada por su capacidad de incorporar esta tecnología. Y dentro de cada país las brechas de desigualdad –entre regiones, sectores y personas– van a estar fuertemente determinadas por el acceso y la habilidad que tengan los ciudadanos para utilizar estas herramientas, tanto en su vida cotidiana como en su trabajo.

¿Considera entonces que la IA es parte de la respuesta a los desafíos futuros en materia económica que enfrentará Uruguay?

Sí, Uruguay tiene un desafío adicional importante que esta herramienta podría contribuir a resolver, que es el reto demográfico; vamos a bajar de un pico de 2.300.000 personas en edad de trabajar a 1.700.000. Si queremos seguir produciendo la misma cantidad de bienes y servicios en el país, cada una de esas personas que va a trabajar de aquí a 2070, que son 600.000 menos, tiene que ser más productiva, teniendo en cuenta que vamos a tener un mayor gasto, por ejemplo, en salud, porque la población va a envejecer de forma dramática.

Imaginate que hoy en día tenemos, básicamente, un adulto mayor de más de 65 años por cada niño o adolescente de menos de 14, pero en 2070 vamos a tener tres adultos mayores por cada persona de menos de 14 años. O sea que va a haber más gastos en cuidados, en salud. Necesitamos que el país siga produciendo mucho más, y creo que la tecnología es una de las grandes respuestas al desafío poblacional de Uruguay.

¿Considera que el nivel de adopción de IA puede llegar a condicionar el crecimiento y el desarrollo de un país?

Sí, no tengo dudas. La incorporación de tecnología durante los últimos 300 años, desde la revolución industrial, ha sido el gran factor explicativo del aumento de la productividad y del crecimiento de los países. El bienestar mundial ha mejorado de forma dramática gracias al cambio tecnológico. Ha ocurrido con cambios tecnológicos graduales, revoluciones tecnológicas que tardaban años en materializarse. La gran diferencia ahora es que los cambios van a ser mucho más bruscos.

Estamos conversando como si fuera un tema de futuro y, en realidad, es un asunto del presente. Si antes la tecnología explicaba las diferentes capacidades de los países y de las personas, ahora esto se redobla. No tengo la menor duda de que el país tiene que invertir decididamente en esto, tiene que ser líder en América Latina. Hoy estamos en el tercer lugar, por encima de nosotros se encuentran Chile y Brasil, pero Uruguay no tiene, por ejemplo, un centro de supercómputos con capacidades para que desarrollemos iniciativas y las testeemos directamente dentro del país. Hay que utilizar servidores de otros lados; estamos entrando en la cola, porque otros tienen la prioridad.

Debemos arrancar desde la infraestructura para que podamos incorporar mejor la tecnología e incentivar de forma muy decidida y muy fuerte el uso de esta tecnología en el sector público y en las pequeñas y medianas empresas. Las empresas grandes generalmente lo van a hacer solas, pero las pequeñas y medianas deben incorporar esta herramienta rápidamente para dar un salto de productividad. Todo esto implica capacitar a la gente.

Creo que el sistema educativo con Ceibal está a buen resguardo. Ceibal tiene una visión de innovación, tiene una visión en la que estas ideas se están incorporando. Donde hay menos desarrollo y menos políticas es en la gente que ya pasó por el sistema formal de educación, por lo tanto, hay que recapacitar a los ciudadanos. Inefop [Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional], por ejemplo, tiene que jugar un rol fuerte en esto, porque de lo contrario se creará una gran desigualdad.

¿Cómo se espera que la IA afecte la demanda de empleo en el corto y mediano plazo?

Es una excelente pregunta. En estos días estuvimos haciendo un proyecto de investigación. Nuestro objetivo es lograr financiamiento y poder ejecutar la investigación el año que viene con el objetivo de entender el caso de Uruguay. La IA va a permear a las diversas empresas y sectores económicos, pero no hay investigaciones que permitan inferir cuál es el potencial impacto de esto en el mercado laboral y en la productividad de las empresas. Seguramente, la IA va a afectar, sobre todo, a algunos tipos de trabajos, pero luego también se van a producir efectos positivos a través de una mayor productividad, un mayor crecimiento de las empresas, que puede compensar parcialmente la menor demanda de trabajo porque crece el negocio.

Archivo, febrero de 2022.

Archivo, febrero de 2022.

Foto: Ernesto Ryan

En la medida en que la tecnología se incorpore de forma masiva, el país podrá vender más, los negocios crecerán y, por ende, la demanda de trabajo aumentará. La verdad es que todavía no hay estudios que cuantifiquen el efecto de esta tecnología, así que es parte de la agenda que queremos desarrollar a partir de 2026 en esta área.

Me imagino que tampoco hay un estudio sobre el impacto que podría tener en los salarios...

No, tampoco hay un estudio sobre el impacto en esa dimensión. Hay investigaciones más a nivel internacional, incipientes, pero todavía no hay estimaciones concretas de los potenciales impactos que esto puede tener en el país. En principio, estimamos que podría tener impactos positivos, en la medida en que los trabajadores tengan capacidades aumentadas con el uso de IA. Un trabajador que utilice una herramienta de apoyo va a producir mucho más que antes, sin esa tecnología.

Por ejemplo, la IA está impactando en las investigaciones y en el conocimiento, ya que ahorra muchísimas horas de revisiones, de literatura bibliográfica internacional, y una persona puede tener un panorama muy completo de un área específica del conocimiento en pocos minutos. Eso potencia el trabajo y genera una mayor productividad, por lo que podría tener un impacto positivo en algunos salarios.

Asimismo, nos interesa generar algunos espacios de debate para conocer la visión de la industria. Algunas empresas comienzan a estar preocupadas por el impacto de esta tecnología sin saber muy bien cómo adaptarse a estas nuevas reglas de juego. Queremos entender qué hace que algunas empresas incorporen o no estas tecnologías, qué factores habilitadores hacen que un pequeño o mediano negocio decida incorporar o no. Por lo tanto, hay que incentivar el debate y también la sensibilización en este tema. Es necesario dialogar sobre cuán lejos queremos ir y cuán rápido queremos avanzar hacia la incorporación de la IA, formar capacidad y educar.

Además, hay otro gran capítulo de debate: ¿cómo el Estado se apoya en esta tecnología para brindar servicios de forma mucho más eficiente? Seguramente organicemos discusiones públicas sobre estos ejes: educación, empresas, Estado y mundo del trabajo.

En Uruguay todavía no existe una discusión fuerte sobre este tema. Uno de nuestros objetivos centrales es que entendamos que acá se juega el desempeño de la economía uruguaya en los próximos años, no dentro de 50. Las desigualdades del futuro cercano van a tener una dimensión tecnológica muy marcada. Así como Ceibal buscó cerrar la brecha digital en los sectores socioeconómicos más bajos, que tenían poco acceso a tecnologías básicas, ahora se abren brechas nuevas vinculadas a la IA. Y estas brechas son más profundas y complejas que las que logramos reducir en aquel momento.

Los sectores más vulnerables serán los que sufrirán más estas nuevas brechas.

Sí, sin dudas. De hecho, hace unos cuantos años nosotros hicimos un análisis sobre la educación en matemática utilizando algunos programas informáticos de Ceibal. El plan tenía algunos instrumentos para ayudar a los alumnos, y lo que veíamos era que se había logrado acortar la brecha de desempeño sobre todo en un tercio de los jóvenes que provenían de contextos socioeconómicos más bajos.

Hay una brecha que va a seguir existiendo y, si no hacemos nada, va a generar nuevos excluidos digitales. Esa exclusión no sólo afectará a quienes hoy están en los estratos socioeconómicos más bajos, sino que se transmitirá a las próximas generaciones si no logramos cerrar parte de la brecha vinculada a la capacidad de acceder y usar estas tecnologías, especialmente para desarrollar habilidades necesarias en el mundo del trabajo.

Basta recordar que, hace 200 años, el mundo tenía entre 90% y 95% de su población en situación de pobreza y que esa cifra cayó a alrededor del 15% a comienzos de este siglo gracias al cambio tecnológico. Lo mismo ocurrió con la esperanza de vida y muchos otros indicadores. Es decir, la tecnología es positiva, pero el Estado y las políticas públicas cumplen un rol clave para evitar que la pobreza y la exclusión se reproduzcan, precisamente porque algunos sectores no logran subirse a tiempo a estas transformaciones y, en particular, a esta revolución tecnológica que avanza a una velocidad nunca antes vista.

¿Por qué cree que no se está analizando lo suficiente este tema?

Hace nueve meses que asumió el gobierno, por lo que creo que todavía hay muchas cosas que están en planes. Creo que la creación de esta especie de secretaría en Presidencia llamada Uruguay Innova, que va a tener una visión global de todo el sistema de innovación y que va a coordinar a muchos actores públicos va a generar proyectos en los años que vienen. Actualmente se está en ese proceso, pero yo aspiraría a que los motores deberían estar al 200% en 2026.

Espero que, más allá de algunas iniciativas puntuales, haya una concientización respecto de este tema y una discusión global de todo el país como una meta súper importante. No puede pensarse como un tema en el que se están tomando algunas iniciativas, sino que se debe abordar con muchísima fuerza.

Yo diría que, si Uruguay se concentrara con verdadera determinación en dos grandes desafíos –la pobreza y la exclusión social, por un lado, y la incorporación profunda de la tecnología en el aparato productivo, por el otro– y les dedicara atención prioritaria mañana, tarde y noche, hablando de ellos al 100%, el país ya daría un salto muy significativo. Por supuesto que hay otros problemas que deben seguir avanzando en agendas paralelas, pero estos dos deberían estar en el centro.

Si el gobierno, de aquí a cuatro años, logra dejar un país mejor sólo en estos dos frentes, creo que ya podría ser recordado como un buen gobierno. Tengo la expectativa de que este debate gane fuerza a partir de 2026, pero eso requiere liderazgo político y una comprensión clara de la magnitud del cambio tecnológico y social que estamos enfrentando. Estos temas tienen que estar en lo más alto de la agenda; lo demás, aunque importante, puede avanzar después.