De todos los terremotos geopolíticos de los últimos años, puede que el más asombroso sea el veloz declive de Occidente como fuerza en la gobernanza climática internacional. Durante la segunda presidencia de Donald Trump, Estados Unidos se ha vuelto más agresivo y aislacionista. En tanto, la Unión Europea (UE) ha perdido la confianza y está fragmentada y ensimismada. ¿Podrá el Sur global (en particular Brasil, Sudáfrica, India y China) llenar este vacío de liderazgo climático?
En 1972, en la primera gran conferencia de las Naciones Unidas sobre medioambiente, que tuvo lugar en Estocolmo, la entonces primera ministra india Indira Gandhi declaró: "La pobreza es la peor forma de contaminación". El Sur global todavía enfrenta el desafío de lograr un desarrollo sostenible y al mismo tiempo promover la responsabilidad medioambiental. Muchos países en desarrollo siempre han temido que las políticas climáticas puedan reforzar las desigualdades históricas o ponerle trabas al crecimiento. Pero ahora el Sur global tiene una oportunidad de garantizar que la agenda internacional refleje sus prioridades.
Muchos en el área de la formulación de políticas reconocen la necesidad de cambios. La cooperación internacional ha producido numerosos compromisos climáticos importantes, como los de la Cumbre de la Tierra celebrada en Río en 1992 y los del Acuerdo de París de 2015, pero en gran medida siguen sin cumplirse. Además, el apoyo financiero de los países ricos ha sido muy insuficiente, lo que obstaculiza la acción climática en los países en desarrollo, menoscaba la confianza en la dirigencia occidental y limita las aspiraciones globales.
En el Sur global no faltan visionarios del clima (desde Wangari Maathai hasta Vandana Shiva y Chico Mendes) que han vinculado la protección del medioambiente con el empoderamiento de las comunidades. Pero Occidente lleva décadas controlando la narrativa climática, porque domina la producción científica que informa al Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU sobre el Cambio Climático, los bancos multilaterales de desarrollo que financian la acción climática y los medios de comunicación globales que influyen en la opinión pública.
Esto vale sobre todo para Estados Unidos. Más allá de sus vaivenes (por ejemplo, cuando en 2001 el presidente George W Bush retiró al país del Protocolo de Kioto), la ambición retórica de otros presidentes estadounidenses (como Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden) preservó el liderazgo occidental en la definición de la agenda climática, aunque no siempre estuviera acompañado por acciones.
Pero el regreso de Trump ha puesto fin a esa era. Su gobierno se burla de la ciencia del clima, defiende a la industria de los combustibles fósiles y repudia la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible (por no hablar de la desestabilizadora guerra comercial que lleva adelante). La UE, debilitada por el ascenso de la ultraderecha y absorta en reforzar sus defensas, carece de voluntad política, y no ha habilitado recursos económicos que le permitan liderar al mundo en materia de cooperación y financiación para el clima.
Este colapso destruyó la idea de un "Occidente" coherente (si alguna vez existió cosa semejante). Pero puede ser la ocasión para que el Sur global (principal afectado por las perturbaciones climáticas) asuma el liderazgo de una transición a las energías limpias más equitativa e inclusiva. A pesar de los obstáculos inmediatos, reducir la dependencia de los combustibles fósiles (algo cada vez más factible conforme aumentan la escalabilidad y fiabilidad de las energías renovables) puede a largo plazo ayudar a estabilizar las economías y generar mejoras en salud pública.
Muchos gobiernos del Sur global ya han tenido un papel fundamental en la definición de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París. China también se ha convertido en el líder mundial indiscutido en tecnología verde, superando a Occidente en la transición a las renovables. Frente a las barreras comerciales estadounidenses, el excedente chino de paneles solares, baterías y turbinas eólicas podría redirigirse a los países en desarrollo para reforzar su soberanía energética.
Hay indicios de que Brasil, India, Sudáfrica y China están aprovechando este punto de partida para forjar una agenda climática coherente en preparación para la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP30) que tendrá lugar en Belém (Brasil) y que estará centrada en la acción colectiva o mutirão. En abril, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y el secretario general de la ONU, António Guterres, reunieron a 17 jefes de Estado del Sur global y de la UE en una cumbre con el objetivo de aumentar la ambición climática de los países de cara a la COP30.
Brasil también ha aprovechado la presidencia del grupo BRICS+ para darle ímpetu a la COP30, con la elaboración de una hoja de ruta que amplíe la cooperación en seguridad energética y la creación del Laboratorio de Comercio, Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de los BRICS. A principios de julio, la cumbre de presidentes y jefes de Estado del BRICS+ aprobó una Declaración Marco de los Líderes sobre Financiación Climática. Pero todavía no es seguro que estas iniciativas den resultados tangibles, en vista de la divergencia de intereses de los países del grupo BRICS+ (por ejemplo, algunos de sus miembros, entre ellos Rusia y los Emiratos Árabes Unidos, son económicamente dependientes de los combustibles fósiles).
Por su parte, Sudáfrica está usando la presidencia del G20 para amplificar las voces africanas e impulsar el alivio de deudas, la industrialización verde y la financiación accesible; es decir, está tratando de responder a los obstáculos estructurales que impiden a los países vulnerables invertir en mitigación y adaptación frente al cambio climático. Con apoyo financiero y tecnológico adecuado, la transición verde puede impulsar la prosperidad compartida en el mundo en desarrollo.
Los costos de la tecnología limpia registran un enorme abaratamiento, debido en gran parte a la capacidad industrial de China, que genera un contexto material más favorable para el liderazgo climático del Sur global. Además, China tiene capacidad para financiar proyectos de descarbonización en otros países mediante préstamos en yuanes, créditos para exportaciones y canjes de deuda por energía limpia. Si los intentos de desdolarización de los miembros del BRICS+ prosperan, pueden resolver las estrecheces financieras y reducir la dependencia respecto de los bancos occidentales.
En el fragmentado mundo actual, el multilateralismo sigue siendo esencial, y la cooperación sur-sur en torno a objetivos climáticos consensuados puede ser una poderosa plataforma para revitalizarlo. El Sur global también está bien posicionado para liderar iniciativas plurilaterales para la promoción de soluciones climáticas. Coaliciones de voluntarios de esta naturaleza son cruciales para contrarrestar las tácticas intimidatorias de la administración Trump (en concreto, su uso de las negociaciones comerciales para influir en las prioridades de inversión de otros gobiernos y debilitar sus políticas de descarbonización).
Por supuesto, los países occidentales deben rendir cuentas en la COP30 por su historial de emisiones y sus promesas de financiación climática incumplidas. Pero la cumbre es una oportunidad vital para que el sur global demuestre que los objetivos climáticos y de desarrollo no son incompatibles. Para aprovecharla, los dirigentes de estos países deben dejar de lado diferencias y anteponer el objetivo principal de presentar una visión clara para una transición energética que mejore la situación de sus pueblos y proteja el planeta.
Maiara Folly es cofundadora y directora ejecutiva del think tank brasileño Plataforma CIPÓ. Jayati Ghosh, profesora de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, forma parte de la Comisión de Economía Transformadora del Club de Roma y es copresidenta de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional. Jörg Haas es el director de la división de Globalización y Transformación en la Fundación Heinrich Böll. Copyright: Project Syndicate, 2025.