¿Qué es la verdad? ¿Sirve para controlarnos? ¿Funciona como una utopía para mantenernos con un propósito? Las preguntas iban y venían en los tres subgrupos en que estaban divididos los 42 estudiantes que eligieron participar en el segundo Campamento Filosófico, organizado por la Inspección de Filosofía del Consejo de Educación Secundaria y la Asociación Filosófica del Uruguay, en el campamento Artigas de la Asociación Cristiana de Jóvenes, en el departamento de Colonia. Participar era gratuito y voluntario, y los jóvenes que fueron buscaban “aprender filosofía de otra manera”, ya que “está re bueno involucrarse de otra forma, con gente que no conocés y afuera del salón de clases”, explicó a la diaria Camila, de 15 años, estudiante del liceo de Colonia Valdense.
Sentados en el pasto, a la sombra de varios árboles, los pensamientos filosóficos se generaban a partir de unos fragmentos de texto del que se iban olvidando a medida que dialogaban y reflexionaban sobre sus propias ideas. “Más allá de conocer personas, se tocan temas que están buenos, la forma de trabajar es muy cooperativa: si vos decías algo otros podían agregarle cosas o discrepar y justificar por qué, y se llegaban a conclusiones mejores”, comentó Germán, de 21 años, estudiante de la UTU de Melo.
La dinámica del campamento estaba dada por los tres talleres: “Uno sobre leyendas y mitos, otro sobre arte y verdad, y el tercero sobre poderes y verdades. Todos giran en torno a la verdad, que fue el eje de las olimpíadas de este año”, dijo Adelina Pintos, una de las coordinadoras de la actividad. En el primer taller de la tarde, que trató sobre mitos, la conversación devino en un intercambio respecto de la realidad: “La verdad es funcional a la realidad, ¿no?”, se preguntó Belén, al tiempo que se dirigía a la ronda. “No sé cómo explicarlo, pero depende de lo que cada uno entienda como realidad”, o “capaz, de si entendemos que la realidad es funcional al orden”, fueron algunas de las respuestas que sirvieron como preguntas para seguir cuestionando.
Después de cada taller, los docentes propusieron llevar a cabo una actividad para poner en común las reflexiones de todos. Cada estudiante respondía tres preguntas en un papel de color: ¿a qué llegué?; ¿qué ideas revisé?; ¿con qué preguntas me quedé? Las pequeñas reflexiones se pegaban en un papelógrafo por subgrupo, formando un mosaico de colores cargado de ideas. La segunda actividad en común fue de evaluación e incluso logró ser más colorida que la anterior. Los estudiantes estaban dispuestos en ronda y cada uno tenía tres tiras de tela: una color magenta, que equivalía a “mucho”; una amarilla, igual a un “más o menos”; y una celeste para decir “poco o nada”. Ante cada pregunta del profesor debían levantar el color que les pareciera pertinente. Cuando cuestionó “¿me sentí escuchado?” y “¿escuché atentamente?” el magenta fue unánime; cuando preguntó por los nuevos aportes que habían recibido, el amarillo fue mayoría y con “¿hubo cambios de perspectiva?”, el celeste coloreó la ronda.
Los estudiantes llegaron al campamento desde diferentes partes del país: Melo, Piedras Coloradas, Treinta y Tres, Dolores, El Pinar, Sauce, Colonia Valdense, Tarariras y Montevideo. Lo hicieron después de haber participado en los talleres de filosofía y en las actividades de las olimpíadas que se desarrollaron en el transcurso del año. Debido a recortes presupuestales, este año se redujeron a la mitad los cupos de estudiantes que podían ir al campamento, con relación a ediciones anteriores, por lo que entre los interesados se decidió hacer un sorteo para poder participar.
Pensamiento filosófico
“Antes de tener Filosofía opinaba igual que mis padres y mis amigos, pero después de que empecé a tener la materia eso cambió; con la filosofía partís de un punto cero y desarrollás tu propia opinión, por eso es importante que esté en el liceo y sea una materia común a todos”, aseguró Verónica, de 15 años. Filosofía es una materia del tronco común para los estudiantes de bachillerato en los tres años; Irupé Rocca, docente que acompañó a los estudiantes en el campamento, afirmó que “un pilar fundamental es cuestionar lo instituido”. Agregó que “los chiquilines reciben muchas disciplinas como una transmisión del saber, y la filosofía predispone a ver alternativas, ver otros modos y generar herramientas para crearlos, desarrolla el lenguaje, es un espacio de intercambio y de respeto de las ideas de los otros”.
Para Christian Burgues, otro de los coordinadores, este tipo de actividades “coloca a la filosofía como un insumo para el encuentro y para pasarla bien, que capaz que externamente está vista como materia de las aulas, pero en realidad también funciona como una excusa para el encuentro, el intercambio y para generar nuevas vivencias”. El espacio del campamento funciona como un “encuentro habilitante”, según Pintos. Para ella, esto se ve “cuando estamos en ronda, ahí no hay disciplina ni notas; en realidad, te das cuenta de que los chiquilines tienen sus inquietudes y se dan intercambios muy ricos, que no surgirían si no se generara este espacio”.
Los estudiantes concuerdan en la importancia de que la materia sea curricular, pero también creen que deben existir encuentros como el del campamento, anclados en el programa pero por fuera de la clase. Andrés, de 18 años, acaba de terminar el liceo en el Miranda de Montevideo. Según su paso por el bachillerato, Filosofía “es una materia que en vez de plantear un sistema tan cerrado, te ayuda a crear un pensamiento para dudar, plantearte cosas, abrir la cabeza y tratar de preguntarte el porqué de las cosas”.