La Enseñanza de la Ecología en el Patio de la Escuela (EEPE) es una nueva propuesta que logra unir varios aspectos positivos; en una modalidad de taller, trabaja con los intereses que surgen de los propios estudiantes e incentiva la investigación mientras enseña contenidos. Esta experiencia, que surgió en Estados Unidos, ya se aplicó en varios puntos de América Latina, y, específicamente en Uruguay, se ha trabajo en distintas comunidades del interior y en diferentes escuelas rurales, como la de Las Violetas, en Canelones. Más allá de los beneficios educativos que tiene la metodología, el licenciado en Gestión Ambiental Felipe Cedrés demostró el potencial que tiene como herramienta de incentivo de la participación ciudadana.
La EEPE es una metodología para la investigación que en vez de avanzar como lo hace el tradicional método hipotético, propone basarse en un ciclo de indagación (CI) de tres componentes: la formulación de una pregunta simple, la acción para recolectar datos que la respondan y una reflexión final sobre los resultados. En su tesis de grado, Cedrés entrevistó a varios docentes que aplican esta estrategia en sus clases y destaca: “[los maestros] manifiestan que al haber aplicado el CI obtuvieron una herramienta pedagógica, didáctica y de conservación; y han podido desarrollar otras herramientas que mejoran significativamente la calidad de sus prácticas pedagógicas. Entre ellas se destaca la autonomía con la que se desenvuelven los estudiantes al tener que realizar ellos mismos las preguntas de investigación, tomar los datos en campo, hacer sus propios análisis y formular conclusiones”.
Según explicó Cedrés a la diaria, las ventajas de aplicar esta forma de enseñanza “es que lleva la ciencia hacia aspectos más simples y accesibles a todo el mundo, principalmente al niño”. Además, destacó que “otro aspecto importante es que el trabajo de campo, en el medioambiente, en el patio de la escuela, permite observar y hacer una práctica pedagógica que le dé relevancia al medio, sin estar siempre en un salón; se observa para después analizar”.
En su investigación, Cedrés descubrió que esta metodología de trabajo provocó que varios docentes llevaran a cabo acciones de gestión ambiental: “Entre 58 entrevistados, 23 nombraron una o más acciones concretas de gestión ambiental derivadas de sus ciclos de indagación”, y otros 15 “manifestaron que todavía no han logrado concretar acciones de ese tipo, principalmente por ser docentes novatos en las escuelas, en la utilización de la metodología, o debido a que sus estudiantes son muy chicos para involucrarse en dicho proceso”.
En palabras del investigador, “es posible que quien aplique el CI en su entorno aporte de manera significativa al conocimiento local y adquiera una mirada crítica hacia la gestión impartida en su entorno. Esto potenciaría la sinergia generada entre conocimiento local y científico, así como la coordinación práctica entre sociedad, academia e instituciones. Esto es un factor fundamental para la resolución de un conflicto socioambiental”.
Este método de “lógica sencilla, intuitiva, amigable y a la vez robusta” permite la participación ciudadana en la gestión ambiental, algo que para Cedrés es fundamental porque “le da legitimidad a la gestión y hay un mejor control de esta, ya que de alguna forma implica el contralor, porque se trabaja con la gente que está viviendo ahí y está siendo afectada. A su vez, al cambiar la metodología, ellos mismos pueden elaborar herramientas que permitan el monitoreo y les dan la capacidad de la toma de datos y el análisis”.
El tutor de Cedrés fue el biólogo Emanuel Machín, que se encargó de expandir el EEPE en Uruguay. Según dijo a la diaria el especialista, es importante la participación ciudadana que habilita esta metodología porque “pareciera que la comunidad no está opinando [respecto a los temas ambientales de actualidad]. Me pregunto por qué no participa ni se le presta atención. Ahí está la importancia de que la comunidad esté involucrada, creo que hay diferentes formas de incidir en los cambios y una fundamental es con la voz de la propia comunidad: debemos ayudarla a que tenga una voz con más elementos para hacerse oír”.
El licenciado destacó en su último trabajo que “el CI no sólo es una herramienta que brinda curiosidad y conocimiento por los ecosistemas y culturas locales a los que se lo aplica, sino que también brinda capacidades para la participación ciudadana”. Además, ofrece el conocimiento del entorno, herramientas de investigación, saber trabajar en grupo y la posibilidad de llegar a conclusiones acerca de los distintos entornos, todas capacidades que “facilitan la gestión”.