La publicación en redes sociales de Diego Riolfo, jugador de fútbol profesional que actualmente milita en el fútbol mexicano y, simultáneamente, es estudiante avanzado de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República, revela una trama que no es ajena a muchos otros estudiantes: las propuestas educativas carecen de flexibilidad a la hora de contemplar la variada realidad de situaciones que enfrentan aquellos que luchan por continuar un proceso educativo formal.

Las reacciones no se hicieron esperar. Cataratas de mensajes en apoyo y solidaridad con el jugador que relata el esfuerzo realizado para rendir sus dos últimos exámenes en un período de vacaciones o licencia del campeonato deportivo que desempeña en otro país. Existieron algunos detractores que no demoraron en acusar al jugador de solicitar un trato especial y que incluso juzgaron la publicación de poco apropiada por tener difusión debido a su profesión. Si bien es cierto que la situación toma trascendencia debido a la notoriedad del jugador, no se puede desconocer que el reclamo generó un caudal de empatía inicial al que, por lo menos, vale la pena prestar atención.

Más allá de la situación particular denunciada por el jugador, celebro el hecho de que se haya animado a hablar. No con la intención de revertir la situación o denunciar una injusticia, sino con la intención de hacer visible una situación invisible que deben enfrentar los deportistas profesionales en Uruguay. Uno podría pensar que el vínculo entre educación y deporte no es tan claro y que, si alguien opta por una profesión como la de futbolista, la educación secundaria, y más aun la terciaria, deberían quedar relegadas a un segundo o tercer plano. En este sentido, me gustaría plantear algunas ideas sobre el tema.

  • Tanto la educación formal como el entrenamiento profesional de un deporte organizado fomentan y promueven aprendizajes que refieren a la integración y socialización, trabajo en equipo, esfuerzo sostenido, constancia, compromiso con la causa colectiva, destrezas específicas, entre otros.

  • El desarrollo de la capacidad crítica y la habilidad para la resolución de problemas son elementos clave tanto dentro de un campo de juego como dentro de un aula, y del mismo modo en los más diversos ámbitos laborales.

  • En la actualidad, la formación integral de los individuos es esencial tanto en el ámbito educativo formal e informal como en el deportivo, y sería clave que los espacios donde se crucen ambas realidades puedan promover discursos y actividades que apunten a un objetivo común.

La realidad es que los deportistas se enfrentan no sólo a un proceso largo de formación en su área específica de desempeño, sino que al mismo tiempo deben superar una serie de prejuicios que los presentan como alumnos poco aplicados, poco interesados en superarse, individuos que no pueden mantener un nivel adecuado de concentración o que no son capaces de sostener un proceso largo en el año. Lo cierto es que un individuo de 13, 14 o incluso 18 años que sea estudiante y además tenga intención y capacidad o suerte de poder jugar al fútbol en forma profesional debe enfrentar la doble tarea de intentar equilibrar un esfuerzo parejo tanto en los entrenamientos como en el liceo o institución de la que sea alumno.

Sumémosle a eso la necesidad de trasladarse de un lugar a otro con rapidez para cumplir con los horarios establecidos y no llegar tarde a actividades en las que puede ser penalizado por ello (estar mal conceptuado por los entrenadores o acumular inasistencias en el liceo). Uno podría pensar, y con razón, que esta realidad no es tan diferente de la que deben enfrentar otros cientos de estudiantes que deben concentrarse en sus estudios y dedicarles tiempo a otras actividades de su elección. Lo que no debe desconocerse es que estos jóvenes están desde muy temprana edad desempeñándose en un área en la que se les exige como trabajadores, y así como existen propuestas educativas adaptadas para aquellos que trabajan y estudian, no se explica que aún no hayamos podido dar los pasos para crear propuestas que contemplen la realidad de aquellos que practican un deporte a nivel profesional.

Habiendo repasado estas aristas de la cuestión, vale la pena destacar algunas otras que abonan positivamente la realidad actual. Por un lado, existe mayor conciencia a nivel de los clubes de la importancia del estudio, y muchos de ellos fomentan e incentivan que los jugadores estudien, estableciendo convenios con centros educativos privados, vínculos con los centros públicos o generando espacios de tutorías o formación dentro de la institución deportiva. Esta mayor conciencia redunda en mejores resultados en casos en los que la permanencia y la continuidad son frágiles. Por otro lado, me parece sumamente importante la influencia que el director técnico de la selección nacional, Óscar Washington Tabárez, ha tenido en el medio local, suscitando la convicción de que el camino implica un esfuerzo y un trabajo que apunte a la educación y a una formación integral, dando señales como la creación de bibliotecas y promoviendo que los clubes incentiven a los jugadores a estudiar. Por último, la existencia del programa Gol al Futuro, que trabaja en coordinación con los clubes, fomenta el seguimiento de los jugadores con el objetivo de acompañar los procesos e incitar una mejora sustancial de los índices de culminación de los ciclos.

En definitiva, la realidad educativa de quienes practican un deporte a nivel profesional no es la ideal, aunque se hayan dado pasos para mejorarla. Queda camino por recorrer, así como personas por convencer de la importancia de una reglamentación mayor que haga efectiva la regularización y obligatoriedad del estudio para habilitar el juego. Se necesita un mayor debate y voluntad política para crear un proyecto que contemple esta situación y ampare o contenga a los jóvenes trabajadores del deporte.