Un colectivo de maestras “autoconvocado y en movimiento” se encarga de llevar la metodología natural e integral a las escuelas de todo el país. Se trata de una forma de enseñar que surgió a mediados del siglo XX en Uruguay y permitió “encontrar valiosas respuestas ante la insuficiencia de las propias prácticas”, según explican en el libro Experiencias: la potencia de una metodología, publicado a principios de mayo.

En 2011, un grupo de maestras que buscaban mejorar sus prácticas docentes, para intentar cambiar los malos resultados de los niños en lectura y escritura, decidieron compartir sus experiencias e indagar en la metodología natural e integral, creada por la maestra uruguaya Cledia de Mello. “Los resultados son visibles, no hay forma de ir contra eso. Los niños aprenden en primer año a leer y escribir, a producir más de un enunciado, completo, ordenado, con buena puntuación, y eso no pasa de otra forma”, explicó a la diaria Ximena Pena, integrante del colectivo desde su fundación.

El método tiene sus fuertes en la enseñanza de la escritura y la lectura. Sus pilares están en lo orgánico, se basan en “la palabra pensada”, luego en la “palabra gesticulada” y después en la “palabra escrita”. En una entrevista a De Mello que recoge el colectivo en su libro, la fundadora de la metodología explica: “Todo lo que el niño tiene es su cuerpo, y el método se ocupa de hacerle tomar conciencia, a través de la riqueza del vocabulario, de lo que él ya sabe por su experiencia”. De Mello agrega que el método natural e integral “toma el dinamismo mental del niño como punto de partida”, debido a que es él quien “formula una frase cualquiera y tiene que ser consciente de cuántas palabras usó para expresar su pensamiento, y luego el maestro lo ayuda a realizar relaciones y analogías entre el sonido y la grafía”.

Marcela Fernández, maestra integrante del colectivo, señaló que al emplear este método “se trabaja mucho la estructuración del pensamiento: cómo se forma la palabra en el cuerpo y cómo va saliendo en forma de una melodía”, y comentó que la metodología analítico-sintética, que se utiliza en la amplia mayoría de las escuelas, “trabaja la palabra desestructurada, algo que va contrasta con el sistema natural del niño”.

La metodología natural e integral se aplica en toda la escolarización en el Colegio de Educación Natural e Integral (CENI), se enseña formalmente en otros colegios privados del país y se utiliza informalmente en algunas aulas de escuelas públicas uruguayas. Esto provoca que no haya escuelas públicas en las que un niño pase por esta metodología durante todos los años de formación escolar. Pena señaló que “a pesar de que [el niño] sólo tenga un año con el método, de los seis de la escuela, algo le va a sumar, porque los niños están en constante aprendizaje”. La docente, que actualmente está a cargo de un cuarto año, nota una diferencia “notoria” entre aquellos que han cursado alguno de los años anteriores con este método y los que recién ingresan a la escuela: “los que vienen de esta metodología tienen súper incorporada la conversación, mientras que a los otros no les parece necesario, quieren ir al cuaderno enseguida”.

Aisladas

Actualmente, esta forma de enseñar, que ha alcanzado resultados “exitosos y comprobados” en las últimas décadas, no tiene ninguna presentación en la formación docente. Según Norma Morín, maestra fundadora del colectivo, “no son visibles” en la formación de maestros y tampoco se las toma en cuenta en la toma de decisiones sobre políticas educativas.

De hecho, el colectivo se posiciona en contra de los Cuadernos para leer y escribir que editó la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) con el objetivo de mejorar el aprendizaje de los niños y facilitarles a los maestros la enseñanza. “Las autoridades mantuvieron una línea en la enseñanza en la que parecía que los chiquilines debían aprender solos, decidieron parar y cambiar [con los Cuadernos] pero retrocedieron muchos años. Están haciendo propuestas que no tienen nada que ver con lo que sustentan, pero tampoco buscan metodologías alternativas”, sostuvo Morín.

Fernández precisó que los Cuadernos de la ANEP se pueden ver como “un recurso más, pero necesitan mucho acompañamiento del docente”. Según la maestra, la diferencia más grande aparece con el cuaderno destinado al primer año de escuela, principalmente porque están escritos en imprenta mayúscula, lo que consideran “un horror ortográfico”. Además, cuestionan que el cuaderno “trabaja con letras sueltas para unirlas, los enunciados [se presentan] desarmados, mientras que nuestra línea apuesta a lo contrario: trabajar mucho y sistemáticamente la organización y el orden”.

A las maestras del colectivo también les preocupa que estos libros dependan de la formación del docente y que esta no contemple todas las posibilidades que hay. “En vez de proponerse cambiar desde abajo, desde la formación de los docentes, las autoridades prefieren darles manuales. En vez de brindarles un abanico amplio de metodologías para que después el docente experimente, se informe, lea y lleve a la práctica, les dieron una guía para que usen el material que ellos planearon”, marcó Morín.

Fernández ve de forma positiva el hecho de que “algunas directoras estén llamando al colectivo para ir a dar charlas a las estudiantes de formación docente”, aunque admite que se debe a que esas directoras “ya conocen el método y tienen un interés particular en difundirlo, no porque sea una sugerencia de las autoridades”. Pena afirmó: “Cada año el colectivo va creciendo. La gente que participa lleva la metodología al resto de la escuela [en la que trabaja] y se empiezan a ver los buenos resultados, por eso crece este grupo y sale hacia afuera”.