“Los robots dejaron de ser sólo el sueño de escritores de ciencia ficción para ser parte del diario vivir”. Así arranca el comunicado de sumo.uy, una actividad que comenzó el 4 de setiembre y termina mañana en la Facultad de Ingeniería y en la que escolares, liceales y universitarios de más de 40 instituciones se juntan para “competir, aprender y compartir en el evento de robótica más importante de nuestro país”. Todo lo recaudado se emplea para cubrir los costos y para dar becas a los estudiantes y docentes que vienen del interior (este año se dieron 62 becas de alojamiento).

“Todos los años le ponemos un nombre al evento, y este año es Robótica Espacial, por lo que la temática está orientada al espacio”, dice Federico Andrade, uno de los ingenieros que organizan sumo.uy. Explica que algunas de las competencias tienen que ver con desafíos que podrían encontrarse los robots cosmonautas, y que habrá una charla de la Asociación de Cohetería Experimental y Modelista sobre el diseño y construcción de un simulador de Rover para exploración planetaria y otra de los estudiantes que estuvieron compitiendo en la NASA recientemente. Sin embargo, pese a que sumo.uy tiene talleres, exposiciones y charlas sobre robótica, Andrade sabe qué es lo que más atrae: las competencias y combates de robots autónomos, es decir, robots “capaces de desplazarse a través de los escenarios y cumplir los objetivos sin intervención humana de ningún tipo, sin necesidad de comunicación con otros equipos externos y utilizando únicamente los dispositivos que llevan a bordo”.

Robots competentes

Las competencias de robots tienen distintos grados de dificultad y de requerimientos. Entre ellas, las más complejas son las dos reglamentadas por el Institute of Electrical and Electronics Engineers (IIEE). En una, la IIEE Open, los participantes deberán programar robots ordeñadores. Se parte del supuesto de que los consumidores quieren productos cada vez más naturales, y que entre una vaca estresada por dirigirse al lugar de ordeñe y otra que sea ordeñada por un robot mientras pasta en campo libre, la gente va a preferir la leche de la segunda. Los participantes deberán programar, entonces, a los autómatas para que detecten a las vacas, reconozcan sus ubres (que en el desafío serán objetos rectangulares con cuadros blancos y negros provistos de guantes de cirugía llenos de agua en sus vientres) y logren extraer y transportar el líquido extraído. Andrade reconoce que hoy no hay una necesidad real de la industria de contar con un robot tambero, “pero sí nos basamos en tendencias de consumo de la gente. Hace unos años en Brasil tenían problemas con los desechos en las playas y escribieron un desafío tratando de que haya robots autónomos para juntar latas en la arena”. Lo bueno es que los ganadores que diseñen el mejor robot ordeñador participarán representando a Uruguay en una competencia latinoamericana.

La categoría IIEE SEK propone un desafío para un cambio inminente: el de los autos sin conductor humano. Los participantes deberán diseñar un robot autónomo que recoja a distintos pasajeros y los traslade a una plaza central en la que habrá un concierto. Para hacerlo deberán respetar las luces de los semáforos, escoger la forma más eficiente de trasladarlos y, obviamente, no colisionar con nada. “Ante la proliferación de vehículos autónomos, como el de Google o el Tesla, planteamos un desafío sobre el tema en un entorno más simple y académico”. Por otro lado, este año se suma una novedad: la categoría sumo autóctono, desafío seleccionado entre varias propuestas elevadas por grupos participantes de todo el país. El elegido fue Transformers Wood, presentado por los liceos de Batlle y Ordóñez, Casupá, Cerro Colorado, Fray Marcos y Tala, y quienes se inscriban deberán programar robtos que sean capaces de cargar los distintos tipos de madera que se le especifiquen en un monte y trasladarlas a distintos aserraderos, evitando obstáculos y cumpliendo con las normas para el tránsito de camiones.

Robots luchadores

Pero además de estos desafíos, lo que más atrae la atención son los combates entre robots que le dan el nombre al evento. Andrade cuenta entusiasmado que “en el sumo libre los competidores arman sus propios robots y además los programan”. Las reglas son sencillas: dos robots se enfrentan en un círculo denominado Dohyo procurando expulsar al rival. El primer robot que toca afuera del Dohyo pierde la ronda, mientras que el robot que queda dentro gana un punto (llamado Yuko). Las partidas se juegan a dos Yukos.

Los combates son completamente divertidos. Sin embargo, uno es rebuscado y piensa: hay robots ordeñadores, robots transportistas, robots recicladores... ¿acaso estos robots que se entrenan en combate no serán los que en el futuro reprimirán a los proletarios que protesten por haberse quedado sin empleo ante el avance de los autómatas? Andrade ríe y dispara: “No, eso jamás. Yo no creo que haya pérdidas de empleo por la robotización. Desde la Revolución Industrial hasta ahora los avances tecnológicos no han parado, y la consecuencia no fue que todo el mundo esté en la calle sin trabajo”. Es que para Andrade, ingeniero en computación, docente e investigador de la Facultad de Ingeniería, los robots “liberan a los humanos de algunas tareas y al hacerlo generan transformaciones. Ahora lo que se precisa son muchos programadores. Cuando aparecieron los smartphones, todo el mundo se puso a hacer aplicaciones para celulares. Cuando aparecieron las páginas web, todo el mundo se puso a diseñar y programarlas. Son trabajos más complejos, no tan manuales, que empiezan a aparecer al tiempo que otros desaparecen”. Obviamente, los tiempos cambian. Y Andrade no es tonto: “Entiendo que los cambios generan miedo, pero lo veo más como una transformación que como una amenaza de que nos dejen sin trabajo o de que los robots nos reemplacen”. Pero luego piensa: “Salvo que en algún momento creemos una máquina con la inteligencia suficiente para crear otras máquinas. Ahí nos van a dominar y nos van a hacer trabajar. Ahí tendríamos trabajo, pero no sería pago, seríamos esclavos”, ríe.

Inteligencia artificial

La inminencia de la inteligencia sintética preocupa a algunos seres humanos. Sin embargo, lo que veremos en Ingeniería son robots que tratan de esquivar obstáculos y tomar algunas decisiones básicas. Se ven muy torpes todavía, ¿será que estamos a salvo por ahora? “Acá en el sumo los desafíos no son extremadamente difíciles, porque la idea es motivar. Sí se busca que los robots sean autónomos y que el estudiante de liceo, UTU o facultad, por más que esté programado para levantar y llevar una pelotita de un lugar a otro, le esté dando vida al robot, cierta inteligencia, muy básica, pero inteligencia al fin. Pero sí, no va a pasar que tengamos que preocuparnos por una inteligencia superior”, dice. Y yo no quiero llevarle la contra, pero espero de corazón que los niños y jóvenes que vayan a sumo.uy desarrollen inteligencias superiores a las nuestras y que, en no mucho tiempo, nos hagan ver completamente obsoletos.