Seguramente, si algún debate sobre la inflación o el déficit fiscal se presenta en cualquier ámbito de la sociedad uruguaya, tarde o temprano se convoque a economistas para abordarlo, ya sea en una mesa de discusión, taller o programa periodístico. En educación, sin embargo, los docentes que día a día trabajan en distintos centros de enseñanza no corren con la misma suerte. De esta forma, los debates e informaciones sobre educación suelen dejar de lado la mirada de uno de los actores que son parte de cualquier proceso de enseñanza en la educación formal. Las causas por las que se produce este fenómeno son muchas y complejas, pero vale la pena detenerse en algunas de ellas.

En primer lugar, parece que, mayormente, en la opinión pública uruguaya no se considera a los maestros y profesores una voz calificada para hablar de educación. Esto ocurre por fuera del sistema educativo, ya que a la interna, al menos en el caso de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), quienes ocupan los cargos de dirección y la mayoría de los mandos medios son docentes que en otro momento de su trayectoria profesional estuvieron en un aula de la educación pública frente a un grupo de estudiantes, en el marco de alguno de los subsistemas de la educación pública. Por ejemplo, la Ley de Educación establece que los integrantes de los consejos de la ANEP deben haber ejercido la docencia en el ámbito público por un lapso no menor de diez años. Aunque no se plantea a texto expreso que los consejeros necesariamente tengan que haberse desempeñado como profesores o maestros en la ANEP, es una costumbre que se ha mantenido en los últimos años.

Resulta evidente que las autoridades de la ANEP tienen presencia en medios de comunicación y otros ámbitos de debate cuando se trata de abordar distintos temas del sistema educativo. Más allá de que esté bien que así sea y de que se trata de fuentes relevantes para hablar de educación, hacen sus planteos en su condición de autoridades y no únicamente como docentes. Algo similar ocurre con los sindicatos que nuclean a trabajadores de la educación, que suelen tener buena presencia mediática y sus dirigentes son consultados sobre diversos temas, lo que, por supuesto, también es legítimo y saludable. Sin embargo, es importante notar que buena parte de las veces en que los sindicatos entran en la escena mediática, lo hacen para referirse a un conflicto puntual.

Por lo tanto, es difícil escuchar las voces de docentes que no sean autoridades o sindicalistas, algo que no ocurre en otras profesiones. Por ejemplo, casi no tienen presencia mediática las decenas de asociaciones de profesores de secundaria que se organizan en torno a las diferentes materias y que año a año organizan diversas actividades académicas. Tampoco tienen cabida los discursos de docentes a título individual: nunca se los considera expertos.

Es interesante observar que ello sí pasa con algunos docentes universitarios, aunque en general ocurre en el marco de la disciplina en la que se especializan. Algunos han orientado su carrera académica al estudio de la educación, ya sea desde la sociología, la historia, la economía, la comunicación, la psicología o las ciencias de la educación, entre otras. Por supuesto que los aportes de todas estas disciplinas son relevantes, pero cabe espacio para la pregunta sobre si los docentes de educación primaria, media y terciaria no universitaria no tienen algún aporte importante a los debates y discusiones sobre educación.

Motivos

Por un lado, el carácter no universitario de la formación docente es un factor que juega en contra del reconocimiento de los profesionales de la educación. En un mundo cada vez más meritocrático, contar con determinadas credenciales académicas se vuelve importante para que un profesional sea considerado un experto, en muchos casos justificadamente y en otros no tanto. En muchas áreas ya ni siquiera alcanza con tener estudios de grado universitarios, ya que los posgrados se han vuelto imprescindibles para lograr cierta especialización temática que avale la mirada “experta”.

Esto no se debe a un capricho, sino a que, en teoría, una persona que hace una maestría y luego un doctorado investiga determinados fenómenos sobre los que construye un conocimiento novedoso, al que también se puede llegar por la participación en proyectos de investigación. Es una realidad que para la gran mayoría de los maestros de escuelas y profesores de liceos y UTU se hace muy difícil acceder a la investigación académica, ya sea en el marco de proyectos o de posgrados. A la elevada carga horaria de trabajo semanal que muchos tienen se suma la escasez de programas e incentivos para que los docentes investiguen. Más allá de que en los últimos años aparecieron algunas convocatorias y nuevos posgrados, todavía no llegan a tener cupos para cubrir a una porción significativa de los educadores.

Si todo esto fuera poco, en el último tiempo parece haberse extendido una idea que coloca a los docentes como un problema para las transformaciones educativas que el país necesita, al tiempo que se les exigen resultados y se los culpabiliza por no lograrlos.

Si bien es cierto que no abundan los espacios para que los docentes puedan hacer oír su voz, también lo es que hay algunos ámbitos en los que pueden hacerlo. Y es necesario que lo hagan. Por supuesto, se necesitan más espacios para que los docentes investiguen y logren un mayor estatus académico, pero las reflexiones desde la práctica profesional también son útiles y necesarias. Es más, a menudo la investigación y el ejercicio profesional van por carriles separados y no hay intersección entre ellos. De esa forma, se pierde una gran oportunidad para que ambos mundos se enriquezcan mutuamente. Este momento, en el que se está pensando una Universidad de Educación, es oportuno tenerlo en cuenta desde el vamos.

En definitiva, en Uruguay es imprescindible escuchar más a los docentes, no porque vayan a traer la verdad revelada sobre la realidad educativa, sino porque se trata de actores que a diario construyen el sistema en el que se producen y reproducen prácticas de diverso tipo. Como en todos los oficios, existen buenos, regulares y malos profesionales, y justamente por ello no parece acertado hacer generalizaciones apresuradas. Al mismo tiempo, los docentes están inmersos en un sistema que tiene muchas lógicas arraigadas desde hace años y de las que no es fácil salir. Resulta sumamente destructivo acusarlos como el motivo de buena parte de los problemas de la educación uruguaya, cuando en realidad, sí o sí, tienen que ser parte de las soluciones.