Federico Chicchi, profesor asociado de Sociología del Trabajo en la Universidad de Bolonia, en Italia, y Pierre Dardot, filósofo investigador en la Universidad París Nanterre, son dos destacados teóricos del pensamiento crítico. En sus publicaciones más recientes se preocupan por desentrañar las formas en que el neoliberalismo vive y lucha en la actualidad, para lo que retoman el pensamiento de autores como Karl Marx, Hegel y Michel Foucault. Semanas atrás, los académicos estuvieron en Uruguay para participar en un coloquio organizado por la Articulación Nacional de Carrera de Educación Social del Consejo de Formación en Educación y por la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, por intermedio de sus programas Doctoral y de Estudios de las Formaciones Subjetivas y del grupo de investigación “Lo estético, lo clínico y lo político en los procesos de subjetivación”. En esa oportunidad, traducción mediante, Chicchi y Dardot conversaron con la diaria sobre la forma en que el neoliberalismo ha permeado en la educación. En particular, hablaron acerca de la exclusión que sufren los investigadores que adhieren a la teoría crítica y de los legados del movimiento del Mayo del 68 francés, del que este año se celebra el 50° aniversario.
Según explicó Chicchi, el neoliberalismo es “una pedagogía, un modo de construir la subjetividad de forma tal que se alinee a la empresa y a su modo de funcionar”. Por lo tanto, entendió que la transformación de la educación pública en una educación al servicio de la subjetividad de la empresa es uno de los grandes problemas de Europa y de todo el mundo en la actualidad. Según consideró, este modelo educativo va en contra de entender al sistema educativo como el lugar de encuentro de la diversidad de las sociedades contemporáneas, lo que impide que se las pueda concebir en su nueva dimensión multicultural. “La defensa de la escuela es uno de los puntos fundamentales para imaginar y construir una sociedad común”, afirmó.
Por su parte, Dardot consideró que la noción de “capital humano” ha tenido mucha difusión en los últimos años, e incluso permeó en muchos gobiernos, pese a que el término se originó en Estados Unidos entre los años 50 y 60 del siglo pasado. Señaló que, ya a finales de la década de 1970, Foucault advirtió que “la noción de capital humano es fundamental para entender el ejercicio del poder por parte de los gobiernos de los países capitalistas”. Para Dardot, se trata de un dispositivo que llega a las políticas sociales, económicas, culturales y educativas. En particular, advirtió que en este último campo se puede apreciar desde la educación primaria hasta la universitaria, en la que se trabaja “para que el sujeto adquiera una idea de rentabilidad de su propia existencia” y, al mismo tiempo, viva “la existencia en función de su rentabilidad”.
Reproducción o transformación
Chicchi está preocupado porque la educación en Italia y en todo el mundo cuenta cada vez menos con financiamiento del Estado, lo que también implica un menor control sobre lo que pasa en esa arena. “Los privados entran en la escuela para financiar proyectos de educación”, aseguró y ejemplificó que en Italia existe un proyecto de Disney que propone campamentos en los que se solicita a profesores y estudiantes que imaginen “proyectos de empresa”; a la escuela que presenta el mejor proyecto se le asignan recursos. “Hay un proceso de privatización de la escuela que tiene como finalidad reproducir una inclinación hacia la lógica de la empresa, del emprendimiento”, lamentó. Además, señaló que este proceso también afecta la forma en que los estudiantes son evaluados, ya que prima la competencia y son premiados “los más capaces de resolver problemas e imaginar soluciones”, lo que constituye “un modo muy profundo de transformación de los programas educativos”. Agregó que uno de los efectos que tiene esto es la creciente aparición de patologías en niños y jóvenes, que a su vez genera un aumento del consumo de fármacos y de alcohol. Por lo tanto, consideró que “es importante trabajar políticamente sobre la escuela porque allí convergen muchas cuestiones que dan cuenta del futuro político”.
Consultado sobre si las instituciones educativas son actores de transformación o de reproducción social, Dardot señaló que esta última suele ser concebida “de manera estática, como si hubiera un tipo de organización social ya establecida que, de hecho, distribuye a los individuos en cada lugar y situación”. Por lo tanto, desde el neoliberalismo se lleva a cabo una selección que se traslada al sistema educativo, en el que se distribuyen lugares a los individuos en función de una formación general para todos. “Desde los primeros años de vida se ponen en marcha mecanismos de evaluación exterior y de autoevaluación. A los docentes se les exige que evalúen a sus alumnos desde la escuela y que los alumnos se autoevalúen a partir de la evaluación que hace el maestro. Por su parte, los maestros son evaluados de la misma forma”, señaló, y dijo que esa lógica también se traslada a la universidad. Según detalló, en Francia el investigador está obligado a publicar una serie de artículos en revistas científicas y “cuantos más artículos publique, más posibilidades tiene de investigar”. Como contrapartida, quienes no publican “están condenados a dedicarse en mayor medida a la enseñanza”, en un mecanismo que definió como “terrible”.
En los márgenes
Chicchi y Dardot estuvieron de acuerdo en que quienes basan sus investigaciones en la teoría crítica son excluidos del mainstream de la academia, pero advirtieron que esa exclusión no se produce explícitamente sino de maneras sutiles. Por ejemplo, plantearon que parece haberse instalado la idea de que un saber tiene valor si produce valor en el mercado, y cuestionaron las lógicas de evaluación que premian a los docentes que consiguen recursos para que sean invertidos en sus universidades. Según Chicchi, esta situación “empuja a quien tiene una vocación de espíritu crítico a transar con modelos de evaluación que no aprecian el valor crítico”, que no es considerado de forma positiva. Además, planteó que muchos tribunales rechazan la publicación de artículos con un marco teórico crítico porque no están de acuerdo con estas teorías. No obstante, dijo que la motivación para seguir enseñando a autores como Marx radica en los estudiantes, que en su mayoría están deseosos de tener un saber que les diga algo sobre el mundo en el que viven, y por eso están abiertos a los saberes críticos.
Al respecto, Dardot señaló que, por lo general, el pensamiento neoliberal “no prohíbe sino que incita” –por ejemplo, mediante la presión colectiva–, y de esa forma “se comienza a marginalizar” al pensamiento crítico. Como ejemplo mencionó el caso de las ciencias económicas en Francia, que “están totalmente tomadas por el mainstream, por lo que en ese ámbito los estudios críticos son escasos y están muy aislados”, opinó. Dijo que no se llega a ese punto por medio de una prohibición, sino porque “los programas están armados de forma tal que favorecen el pensamiento mainstream y el funcionamiento de los departamentos académicos se rige por esas reglas”. En cambio, consideró que en otras ciencias sociales y en filosofía las cosas son diferentes, ya que “hay corrientes más o menos dominantes” y hay más lugar para abrir “una brecha” con teorías que cuestionen el actual estado de cosas y busquen formas de cambiarlo.
En mayo
En 2018 se cumplieron 50 años del movimiento revolucionario del Mayo del 68 francés, que se reveló contra el sistema capitalista y que fue protagonizado principalmente por estudiantes y obreros. Consultado sobre el legado que dejó ese movimiento, Chicchi señaló que se trata de una “fuente de recursos importante para saber cómo construir una lucha contra el capitalismo”. Añadió que “en Italia muchos marxistas consideran al 68 en forma negativa porque lo piensan como el inicio de la ruptura de la composición de clases”. En ese sentido, algunos ven al movimiento como “un punto de deterioro de la fuerza de la clase obrera para oponerse al capitalismo, porque introdujo elementos de oposición que no tienen que ver solamente con la fábrica y con el trabajo, sino que lo extienden a la cultura”. De esa forma, quienes cuestionan desde ese lugar al Mayo del 68 entienden que las reivindicaciones se diluyen.
“Sin embargo, la fuerza del 68 ha sido mostrar que la lucha contra el capitalismo debe organizar y juntar instancias que son diferentes, que tienen que ver con las cuestiones del trabajo y de la producción y también con la estética del mundo, a la que entienden como forma de sentir las cosas. Incluso hoy es necesario comprender que la explotación no tiene que ver sólo con la humillación del trabajo, sino también con cierta manera de hacer la división entre la vida y el mundo, que Marx llamaba ‘fetichización’. Para construir la nueva frontera de la lucha anticapitalista es necesario intentar encontrar la forma de luchar contra la explotación del trabajo y de la vida, considerando que estas dos esferas –la de la producción y la de la reproducción social– son hoy cada vez más confusas”, concluyó Chicchi.
Para Dardot, “hablar del Mayo del 68 no es sólo una cuestión de conmemoración, porque lo ha conmemorado hasta el presidente [de Francia, Emmanuel] Macron”. El investigador hizo referencia a “una tentativa neoliberal de apropiarse del Mayo francés” que se hace por la vía de la “despolitización del movimiento”. “Lo que retiene el neoliberalismo sobre ese fenómeno es la salida del individualismo; de esa manera despolitizan el Mayo del 68 y lo recuperan para ellos”, explicó. En cuanto a los legados del movimiento, destacó que es necesario hablar del neoliberalismo como forma de vida: “No es sólo una cuestión de política económica y social; esa forma de vida del neoliberalismo afecta muy profundamente la relación del individuo con el tiempo”. El académico francés aseguró que ese sería el motivo por el cual podría estallar una revuelta similar en el mundo contemporáneo. Al respecto, argumentó que “todas las leyes que se han aprobado buscan disciplinar a los individuos en relación con su tiempo vivido”. Por ejemplo, señaló que la última ley de trabajo en Francia apunta a “dar a la empresa el poder de controlar y disponer de la totalidad del tiempo de vida del individuo”. Recordó que en la primera manifestación en contra de la ley se podía leer una pancarta que lo remitió directamente al Mayo del 68, ya que decía: “La noche se hace para coger, no para trabajar”. De esa protesta surgió el movimiento Nuit debout (en castellano, noche en pie), que “no reclamaba un trabajo fijo para toda la vida, como antes podía pasar”, sino que “exigía que el individuo pudiera elegir la forma de articulación de los tiempos de su vida”, señaló. “Me parece esencial remarcar este punto en relación con el tiempo de vida. No puede venir otro Mayo del 68, que fue el que fue, pero es una forma de transportar al hoy algo de la idea del 68”, concluyó.