La masividad de los cursos, la deserción estudiantil y la incorporación de tecnologías son algunos de los retos que enfrenta la enseñanza universitaria en la actualidad, y muchos docentes buscan aplicar nuevos métodos para atender estos problemas. La Comisión Sectorial de Enseñanza de la Universidad de la República (Udelar) cumple 25 años y este mes lo festejó con varias actividades: la inauguración de la muestra fotográfica La Universidad entre dos siglos, elaborada en conjunto con el Centro de Fotografía de Montevideo y que estará hasta el 10 de diciembre en la fotogalería de la plaza Cagancha; con la proyección, el jueves 29 en la Facultad de Información y Comunicación del documental Clemente. Los aprendizajes de un maestro y un posterior debate; y con las jornadas Enseñar en la Udelar: una puesta a punto. En ellas se evaluaron dos de las líneas de proyectos concursables históricas de la comisión: la que financia la elaboración de manuales didácticos y la de proyectos de innovación educativa, a través de los cuales los docentes buscan poner en marcha “alternativas a las prácticas habituales de enseñanza, con el objetivo de mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje”, explicó Fernando Peláez, el prorrector de Enseñanza de la Udelar.

En el marco de las jornadas se reunieron los docentes responsables de proyectos de innovación educativa de variadas disciplinas para intercambiar sobre sus fortalezas y debilidades.

Tallerine

Una de las experiencias que se presentaron fue la de Tallerine, un curso del primer semestre de la carrera de Ingeniería Eléctrica que, entre otras cosas, busca modificar el paradigma que prevé el plan de estudio, que en los dos primeros años tiene una carga importante de cursos masivos en matemática y física y deja para los siguientes las actividades de proyectos y talleres. Los docentes notan “una alta deserción, desmotivación y dificultades para organizar sus estudios al ingreso” por parte de los alumnos. El docente Álvaro Giusto comentó que muchos estudiantes viven el “desarraigo de su medio social, muchas veces cambian de ciudad, cambian de institución educativa, y tienen serios problemas de identificación con la facultad al ingreso”. Tallerine “trata de acogerlos y de mitigar estos problemas de inserción”, generando una dinámica de trabajo en equipos y en base a proyectos de ingeniería, con lo que se busca “que le sientan el gustito a la carrera y que se conozcan entre ellos”.

La experiencia se aplica desde hace cinco años. Al comienzo del semestre se proponen cinco proyectos, se forman equipos de seis estudiantes y cinco equipos distintos trabajan en cada uno. El docente explicó que los proyectos cubren la oferta de contenidos de Ingeniería Eléctrica (juegos con Arduino, elaboración de sintetizadores, programación en Android y experimentos con energía solar). A lo largo del semestre los equipos tienen que entregar distintos productos, y al final del curso se hace una muestra en la que se exponen los proyectos a estudiantes, familia y amigos.

Giusto presentó números que dan cuenta de que los estudiantes que pasan por el Tallerine generan más créditos en los semestres siguientes que quienes no lo hacen, lo que surge de comparar el rendimiento de los estudiantes de Ingeniería Eléctrica que cursaron la materia con el de estudiantes de otras carreras de la Facultad de Ingeniería, y de Ingeniería Eléctrica de años anteriores. También mencionó que en una misma generación, entre los estudiantes que hicieron Tallerine la deserción bajó a cero, mientras que entre los que no lo cursaron, 23,6% no registraron actividad.

Peláez valoró los proyectos que implican que el estudiante “desde que ingresa se enchastra las manos, porque los motiva y entusiasma”, y planteó la duda de si el hecho de hacer “sin saber” no genera cierto descreimiento entre los alumnos por aprender las materias básicas, como Física o Matemática. Giusto respondió que no han tenido ese problema, pero apuntó que el principal aporte de Tallerine es “emocional y social”, porque los jóvenes “se entusiasman y le toman cariño a la carrera”. En cambio, dijo que aunque tenían ciertas expectativas, no notaron mejoras significativas en lo académico.

Historiadores en la era digital

Otro de los proyectos de innovación educativa financiados por la CSE que se presentaron fue el “La formación de historiadores en la era digital”, aplicado en la Licenciatura de Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La docente Ana Frega, electa decana de la facultad, explicó que el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que habilitan el acceso virtual a bibliotecas y repositorios digitales, “alteró el concepto tradicional de archivo”. “Antes el foco estaba puesto en el hallazgo de nuevas fuentes, y la transmisión de los resultados muchas veces implicaba la transcripción documental, poner a disposición estos trabajos realizados en los archivos”, agregó. En cambio, ahora, la “socialización de los materiales documentales nos ha permitido avanzar en un aspecto que hace al trabajo del historiador: esa búsqueda de fuentes nuevas tiene que acompañarse con un mayor desafío analítico de esos materiales, y un mayor protagonismo del investigador en la proposición de preguntas y problemas que deben resolverse a través de esas fuentes”. Ya “no alcanza con tener miles de fotografías de documentos”, apuntó, y señaló que se debe “preparar a los estudiantes en esa dirección”.

La docente explicó que este proyecto se enmarca en la renovación de planes de estudio que buscan “mayor participación de estudiantes en el proceso de enseñanza”. Así, se propone generar materiales educativos que “integren a los estudiantes en las nuevas formas de hacer historia”, potenciar el uso de las plataformas web y aplicar una metodología en la que los estudiantes desarrollan trabajos prácticos, con módulos audiovisuales e integrando a la comunidad, lo que conjunta las clásicas funciones universitarias: enseñanza, investigación y extensión. Algunos de los materiales que elaboran los estudiantes son folletos de divulgación, audiovisuales con entrevistas o animaciones, así como guías didácticas.

“Cambiar la noción de la historia como algo memorístico, a algo de reflexión y análisis, es de lo más importante del proyecto”, opinó la docente. “Descubrir que hacer historia tiene que ver con la vida cotidiana, con relaciones de fuerza, con resolver situaciones, engancha más a los estudiantes”, añadió, y mencionó que aumentó el número de estudiantes que logran exonerar al involucrarse en el curso.

EFI en Paso Centurión

Los Espacios de Formación Integral (EFI) son propuestas curriculares que no necesariamente están vinculadas a un curso, que integran las funciones de extensión, investigación y enseñanza y que pueden considerarse prácticas integrales. Desde 2013 docentes de las facultades de Agronomía, Ciencias, Ciencias Sociales, Humanidades y científicos del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable desarrollan un EFI en Paso Centurión, en Cerro Largo, con el objetivo de estudiar las interacciones entre sociedad y naturaleza, de hacer un monitoreo de fauna a través de cámaras trampa que se colocan en los predios de los pobladores de la localidad, y de aplicar investigaciones etnográficas sobre el vínculo de la población con su fauna. La zona fue declarada de interés para la conservación, por su particular fauna y flora.

El proyecto implica que 20 estudiantes se trasladen hasta la localidad y lleguen a convivir con los habitantes de Paso Centurión, lo que a la vez que es una de las mayores fortalezas, implica una debilidad por lo que implica desde el punto de vista de la gestión, señaló Carlos Santos, docente del proyecto.

25 años

El prorrector de Enseñanza de la Udelar, Fernando Peláez, destacó que en los últimos 11 años esa casa de estudio creó 60 carreras nuevas y reformuló prácticamente todos los planes de estudio de las carreras existentes. También destacó, en el marco de las jornadas de discusión, que la Maestría en Enseñanza Universitaria ya va por su quinta edición. La Comisión Sectorial de Enseñanza tiene varias convocatorias a proyectos concursables. A las dos históricas, de elaboración de manuales didácticos y de innovación en la enseñanza, se suman otras de apoyo a la formación de recursos humanos en educación, equipamiento no edilicio, investigación en educación, otra particular para proyectos sobre cursos de primer año que presentan los mayores niveles de deserción, proyectos de desarrollo pedagógico docente y apoyo a la realización de ajustes curriculares a los planes de estudio.